domingo, 9 de febrero de 2014

¡FÍATE DE LA VIRGEN!

La Pingolla: ¡FÍATE DE LA VIRGEN!, publicada el 1 de febrero de 2014.

Él era el hombre que confiaba en los caballos.  No en la Virgen ni en los santos.  Siempre tuvo dos o tres preciosos alazanes.  Se le daba bien el oficio de mamporrero.  Sacó sus buenos cuartos en la remonta de sementales.  Le pusieron el apodo de “El Burranco”.  “A mÍ me pusun Burrancu –decía riéndose sanamente- cumu a ótruh le pusun Matabúrrah” (también hay tal mote en el lugar).  

Pero a Emilio Caletrío Montero le colgaron un segundo sobrenombre: Santana.  Referían que su madre, Ti Luisa Montero Caletrío, era muy beatona; siempre estaba con los santos y las vírgenes y metida en la sacristía.  “Se gahtaba lah pérrah -me relataba Ti Miliu- na,más que en vélah y maripósah pa lah lamparíllah, que a tóah hórah lah tenía ancendíah, y le regalaba guarrapínuh y quésuh a San Antoniu”.  Dieron los vecinos en llamar a su madre Santa Ana, y de ahí su segundo mote.  Pero nuestro paisano no veía rendimiento a las beaterías de su madre, que el lobo hacía sus lobadas en el rebaño que asistía su padre, Ti Robustiano Caletrío Miguel, y de nada servían los responsos.  Él solo confiaba en los caballos.  Cuando solo quedaban 23 días para que acabase la Guerra, Emilio fue de los que embarcaron en El Castillo de Olite.  Había pasado las de Caín alistado en el regimiento de infantería Zamora 29, con los nacionales.  El 7 de marzo de 1939 las baterías de costa de Cartagena acertaron de lleno al barco.  Los cuerpos destrozados se contaron por cientos.  Emilio no sabía nadar pero se arrojó al agua, agarrándose a un tablón.  Fue uno de los 294 supervivientes sanos y salvos entre los 2.112 hombres que transportaba aquella embarcación.  Un gran amigo suyo, vallisoletano, católico a machamartillo, con el “Detente” al lado del corazón y muchas estampas en los bolsillos, se puso a rezar de rodillas, en la cubierta del barco.  “Yo le grité pa que se tirara al agua y s,agarrara al mi tablón -contaba Ti Miliu “Santana”-, peru jincó el poleu, y esu pol no correl y fialsi de loh sántuh y la Virgin”.

     Hizo bien nuestro amigo en confiar más en los caballos que en mitologías y providencias, cosa que no han hecho la Ministra de Trabajo Fátima Báñez, que ha cifrado la salida de la crisis en el capote que echará sobre nuestras espaldas la Virgen del Rocío, o el Ministro del Interior, Jorge Fernández, plenamente convencido de que Santa Teresa está intercediendo por España en estos tiempos tan calamitosos.  Ecos nos llegan del general Franco y sus venturas y desventuras con la mano incorrupta de la mentada santa.  Cuando todo un rosario (nunca mejor dicho) de cargos y carguchos de las derechas de este país, cegados por su miopía y convertidos en títeres de los glotones tiburones del mundo de las finanzas y de ese capitalismo que carece de alma, son incapaces de enderezar nuestra microeconomías y al pueblo trabajador se la siguen dando en el mismo carrillo, se cobijan bajo sacrosantos mantos y aguardan el milagro.  Así, no es de extrañar que el Gobierno del PP condecore a la Virgen del Pilar con la Gran Cruz del Mérito de la Guardia Civil.  O el alcalde de Granada, el pepeísta José Torres Hurtado, entregue la medalla de oro del consistorio granadino a la Virgen de las Angustias.  O que el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, borre el nombre de una calle para dedicársela a la Virgen de las Mercedes.  Y podríamos seguir y seguir… Mas no solo gente del PP, que también entran en nómina alcaldes del PSOE y concejales de UPyD.  Ecos del general fascista Queipo de Llano ciñendo su fajín de general a la sevillana imagen de la Esperanza Macarena.

     Mucho vil metal revistiendo y pendiendo de representaciones sacras, casi convertidas en becerros de oro.  Criminal y abyecto cuando ese oro procede del sudor del pueblo y ha sido obtenido a base de tijeretazos y latigazos.  Ecos evangélicos advierten: “Vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas están comidas de polillas.  Vuestro oro y plata están enmohecidos y su moho testificará contra vosotros” (Santiago 5: 1-4).  Ti Milio “El Burranco”, el que casó con Marcelina Calle Montero (los dos nacieron el mismo día del mismo mes y del mismo año: 4 de abril de 1913), hombre bueno, honesto y dicharachero, sabía más que de sobra que había que correr y no fiarse de la Virgen.  “De santu que comi, no me véngah a dal razónih”, expresaba muchas veces.  Y es que, como dice otro adagio, “a los tontos y a los pastores les hace la Virgen apariciones”.  Nosotros añadiríamos: y a la caterva de don Tancredos y don Inútiles que nos quieren con cilicios y en perenne ayuno.
     

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