La Pingolla: ENTRE TROLAS Y TRILEROS, publicada el 18 de enero de 2014.
Para los anales de la
historia local quedarán las sanas diatribas entre dos Juanes: Juan
de la Cruz González Pinero y Juan
Blanco Redondo, el primero conocido por Ti
Juan “Catorce” y el segundo por
Don Juan “El Maestro”. Ambos las hilaban fino. Si el
maestro mostraba su ilustración, el “Catorce”, analfabeto pero
de gran inteligencia natural, sacaba a relucir su ingenio, su agudeza
y su socarronería. Ti
Juan “Catorce” matrimonió con Andrea
Iglesias Martín, a la que, por rebote, se la llamaba Ti
Andrea “La Catorza”. Los dos nacieron en el noviembre de
la octava década del siglo XIX y fallecieron un mes de octubre del
siglo XX: él en 1969 y ella en 1972. Recuerdo un año, siendo yo
un chaval de cabás y de calzonas, cuando acarreábamos musgo para el
belén de la iglesia y las Navidades se pintaban de realismos
mágicos, en que coincidimos con Ti
Juan “Catorce” en la calleja de “Valdelagares”. Nos
apiñó a su vera y nos habló del legendario naranjo que tenía en
su huerta, escondida entre canchales por el paraje de “El Batán”,
junto a la Rivera del Bronco. Y nos habló de que aquel naranjo lo
guardaba un perro con tres cabezas. Por una de sus bocas arrojaba
fuego; por la otra, veneno, y por la tercera, pegaba unas dentelladas
que arrancaba de cada viaje un kilo de carne. Y para curarse en
salud, nos advertía: “No se voh ocurra il pa esi sitiu, que el
perrón ehtá siempri alerta y, en un trihtráh, deja de cuerpu
presenti a loh que no rehpetan loh biénih ajénuh y a loh que echan
múchah gabólah”. Luego, sacando del bolsillo una oronda naranja,
la peló y, repartiéndonos los gajos, nos explicó: “Ehta naranja
eh de la críah; entoavía no s,ha jechu grandi, que lah grándih
llegan a pesal máh de 30 ónzah”.
Aquellos dos
Juanes, grandes amigos, sabían construir con tino las trolas que se
contaban, que chispeaban como la tradición picaresca hispana. En
cambio, nuestro bien o mal amado Rajoy
no ha brillado a la hora de contarle los embustes al emperador Barack
Obama. Y es que tales embustes, aparte de carecer de gracia y
magia, rayaban en la mendacidad. Hasta la misma Rosa
Díez, la de UpyD, ha exclamado: “Antes iban a Lourdes y,
ahora, van a la Casa Blanca”. También otros marchaban, antes, a
Roma a recibir la bendición papal y ahora van a humillarse ante los
pies del Tío Sam.
En bandeja le ha servido Rajoy
el liliputiense crecimiento del 0,3 del PIB en el último trimestre.
Y Obama ha
respondido que España se recupera gracias al liderazgo del gallego
y que presiente en el horizonte buenas noticias económicas para
nuestro país. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. ¡Menudo
par! El uno, flamante Nobel de la Paz, cuando en el momento de
recibir el premio docenas de civiles inocentes en Afganistán,
Pakistán, Yemen, Somalia y otras partes caían víctimas de las
acciones militares de los EEUU de Norteamérica. En los últimos 12
años, se calcula que las intervenciones directas o indirectas del
imperialismo yankee han supuesto más de un cuarto de millón de
víctimas civiles, entre ellas muchos niños. No es extraño que el
comentarista Ernesto
Luyo Arias, muy ligado a la Universidad Nacional Peruana,
después de analizar la esclavitud del actual presidente
norteamericano al dólar y a las grandes empresas armamentísticas y
petrolíferas, haya afirmado que “Barack
Obama no es sino la versión negra del psicópata gringo
George Bus”.
El otro, nuestro Don
Tancredo y barbudo presidente, aún no ha salido del
anestesiante encantamiento por haber estrechado la mano del moreno
Emperador. Avezado en las lides del embuste, para sí sigue
diciendo: “Mientras más mentiras cuento, menos me parece que
miento”. ¡Que desgracia! Ya lo dijo el dramaturgo y novelista
Tennessee Williams:
“La única cosa peor que un mentiroso es un mentiroso hipócrita”.
Y el afamado escritor cartagenero Arturo
Pérez Reverte ha dejado caer que “la imperturbable
desvergüenza de Rajoy
es admirable, y la de los suyos también, que nunca unos pocos
mintieron tanto a tantos y en tan poco tiempo”.
Nada que ver esta
pareja del negro y el blanco con aquellos dos Juanes, paisanos míos,
a quienes aplaudían y les reían las sanas y graciosas trolas su
auditorio sanchopancesco. No sería extraño que al par de trileros
blanquinegros los devore el perro de las tres cabezas que guardaba el
naranjo de Ti Juan
“Catorce”, que siempre se dijo que “más presto se coge
al mentiroso que al cojo”. Y máxime si el mentiroso se vuelve un
mendaz crónico, gasta afiladas tijeras y mete la mano en las
alforjas ajenas.
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