domingo, 9 de febrero de 2014

ENTRE TROLAS Y TRILEROS.

La Pingolla: ENTRE TROLAS Y TRILEROS, publicada el 18 de enero de 2014.

Para los anales de la historia local quedarán las sanas diatribas entre dos Juanes: Juan de la Cruz González Pinero y Juan Blanco Redondo, el primero conocido por Ti Juan “Catorce” y el segundo por Don Juan “El Maestro”. Ambos las hilaban fino. Si el maestro mostraba su ilustración, el “Catorce”, analfabeto pero de gran inteligencia natural, sacaba a relucir su ingenio, su agudeza y su socarronería. Ti Juan “Catorce” matrimonió con Andrea Iglesias Martín, a la que, por rebote, se la llamaba Ti Andrea “La Catorza”. Los dos nacieron en el noviembre de la octava década del siglo XIX y fallecieron un mes de octubre del siglo XX: él en 1969 y ella en 1972. Recuerdo un año, siendo yo un chaval de cabás y de calzonas, cuando acarreábamos musgo para el belén de la iglesia y las Navidades se pintaban de realismos mágicos, en que coincidimos con Ti Juan “Catorce” en la calleja de “Valdelagares”. Nos apiñó a su vera y nos habló del legendario naranjo que tenía en su huerta, escondida entre canchales por el paraje de “El Batán”, junto a la Rivera del Bronco. Y nos habló de que aquel naranjo lo guardaba un perro con tres cabezas. Por una de sus bocas arrojaba fuego; por la otra, veneno, y por la tercera, pegaba unas dentelladas que arrancaba de cada viaje un kilo de carne. Y para curarse en salud, nos advertía: “No se voh ocurra il pa esi sitiu, que el perrón ehtá siempri alerta y, en un trihtráh, deja de cuerpu presenti a loh que no rehpetan loh biénih ajénuh y a loh que echan múchah gabólah”. Luego, sacando del bolsillo una oronda naranja, la peló y, repartiéndonos los gajos, nos explicó: “Ehta naranja eh de la críah; entoavía no s,ha jechu grandi, que lah grándih llegan a pesal máh de 30 ónzah”.

Aquellos dos Juanes, grandes amigos, sabían construir con tino las trolas que se contaban, que chispeaban como la tradición picaresca hispana. En cambio, nuestro bien o mal amado Rajoy no ha brillado a la hora de contarle los embustes al emperador Barack Obama. Y es que tales embustes, aparte de carecer de gracia y magia, rayaban en la mendacidad. Hasta la misma Rosa Díez, la de UpyD, ha exclamado: “Antes iban a Lourdes y, ahora, van a la Casa Blanca”. También otros marchaban, antes, a Roma a recibir la bendición papal y ahora van a humillarse ante los pies del Tío Sam. En bandeja le ha servido Rajoy el liliputiense crecimiento del 0,3 del PIB en el último trimestre. Y Obama ha respondido que España se recupera gracias al liderazgo del gallego y que presiente en el horizonte buenas noticias económicas para nuestro país. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. ¡Menudo par! El uno, flamante Nobel de la Paz, cuando en el momento de recibir el premio docenas de civiles inocentes en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y otras partes caían víctimas de las acciones militares de los EEUU de Norteamérica. En los últimos 12 años, se calcula que las intervenciones directas o indirectas del imperialismo yankee han supuesto más de un cuarto de millón de víctimas civiles, entre ellas muchos niños. No es extraño que el comentarista Ernesto Luyo Arias, muy ligado a la Universidad Nacional Peruana, después de analizar la esclavitud del actual presidente norteamericano al dólar y a las grandes empresas armamentísticas y petrolíferas, haya afirmado que “Barack Obama no es sino la versión negra del psicópata gringo George Bus”.

El otro, nuestro Don Tancredo y barbudo presidente, aún no ha salido del anestesiante encantamiento por haber estrechado la mano del moreno Emperador. Avezado en las lides del embuste, para sí sigue diciendo: “Mientras más mentiras cuento, menos me parece que miento”. ¡Que desgracia! Ya lo dijo el dramaturgo y novelista Tennessee Williams: “La única cosa peor que un mentiroso es un mentiroso hipócrita”. Y el afamado escritor cartagenero Arturo Pérez Reverte ha dejado caer que “la imperturbable desvergüenza de Rajoy es admirable, y la de los suyos también, que nunca unos pocos mintieron tanto a tantos y en tan poco tiempo”.

Nada que ver esta pareja del negro y el blanco con aquellos dos Juanes, paisanos míos, a quienes aplaudían y les reían las sanas y graciosas trolas su auditorio sanchopancesco. No sería extraño que al par de trileros blanquinegros los devore el perro de las tres cabezas que guardaba el naranjo de Ti Juan “Catorce”, que siempre se dijo que “más presto se coge al mentiroso que al cojo”. Y máxime si el mentiroso se vuelve un mendaz crónico, gasta afiladas tijeras y mete la mano en las alforjas ajenas.

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