lunes, 17 de febrero de 2014

LA NORIA DE LA MEMORIA

La Pingolla: LA NORIA DE LA MEMORIA, publicada el 15 de febrero de 2014.

“M, arrecuerdu cumu si juesi ahora mehmu. Era el segundu domingu d,agóhtu. Algúnuh andaban atrasáuh en la trilla, c,habían empezau a movilizal a loh mózuh pa la Guerra y faltaban brázuh en lah labórih”. Quien así hablaba era Manuel Montero Barroso, que había heredado el remoquete de “El Obispo” y, además, le decían Ti Mané. Y Ti Manuel, que era tocayo de su abuelo paterno, de quien heredó el apodo de “Obispo” y, a su vez, de su abuelo materno, al que motejaban Ti Canelo, me refería que todo el pueblo se revolucionó al ver llegar dos camionetas a la plaza. En ella venían guardias civiles y otros antruejados con la camisa azul. Los miembros de la corporación municipal habían sido detenidos, así como otros vecinos, entre ellos cuatro mujeres, todos ellos de izquierda. El Gobernador Civil impuesto por los fascistas, Fernando Vázquez Ramos, comandante de la Guardia Civil, no había logrado nombrar una comisión gestora en el lugar. Nadie quería ser cómplice del tiro en la nuca. Se bajaron de las camionetas y maniataron a los 22 vecinos. “Al frenti d,élluh venía unu del Ahigal, qu,era unu de deréchah que era un creminal y un asesinu -me contaba Ti Mané-, y si no llega a sel pol don Flugenciu el Médicu y pol don Rufinu el Cura, a tóh loh ventidóh loh marean pa,í pa cualquiel barrancu”. José María Domínguez Moreno (ya están tardando en nombrarle Cronista Oficial de la Villa), preclaro investigador e hijo de Ahigal, le puso nombre y apellidos a aquel cabecilla fascista: Julián Albarrán García, apodado “Chiripa”, oriundo de Mohedas de Granadilla, a quien el 21 de julio de 1936 había nombrado el Comandante Militar de Plasencia como presidente de la comisión gestora franquista de dicho lugar de Ahigal.

El genocida Julián Albarrán hizo muchas y a cada cual peor. En Ahigal, urdió el asesinato de los izquierdistas que estaban en el calabozo. Con la excusa de sacarlos a orinar por la zona de “El Caño”, tenía intención de matarlos, alegando, después, que habían intentado escaparse. Pero un falangista de los de verdad, honesto y cabal, descubrió el complot y le delató. “Chiripa”, al verse descubierto, se abalanzó sobre él y le destrozó la camisa azul. Desgraciadamente, poco después, un nutrido grupo de ahigaleños serían paseados por una panda de asesinos derechistas que habían usurpado una camisa color del mono del obrero, que no les pertenecía.

Masacraron a vecinos de Ahigal y a otros muchos miles en diferentes pueblos de España. Cunetas y barrancos llenos de cadáveres. “A vécih cuasi que ni loh enterraban –relataba Ti ManueL “El Obíhpu”. Jadían un cachu chabancu y, ¡hala!, allí loh tiraban, cumu en la jesa de “La Berrozana”, que loh guarrápuh jozaban y sacaban hahta loh brázuh y loh piéh de loh probecítuh”. Más de 150.000 todavía no reposan en los camposantos de sus villas y lugares. Recientemente, nos visitó el Relator especial enviado por Naciones Unidas, Pablo Greiff. Se reunió en Madrid con familiares y represaliados del franquismo. Él, junto con el abogado Carlos Slepoy, han manifestado que España está incumpliendo flagrantemente no solo la legislación internacional, sino la propia legislación y Constitución española, por no investigar el genocidio franquista. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias (GTDFS) ha instado al Gobierno español a “cumplir su obligación de buscar a los desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura”. Se emplaza al Ejecutivo de Mariano Rajoy a que asigne “los recursos de personal, técnicos y financieros suficientes para esa tarea, debiendo recibir las víctimas la adecuada reparación”. Y se le da de plazo, a más tardar, hasta el día 15 de noviembre del año en curso.
El Gobierno del PP sigue mirando para otro lado, haciendo ascos de la Memoria Histórica. Pero ya decía el escritor y poeta Johann Paul Friedrich Richter que “la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”. Al igual que nuestra imputada Infanta, tal Gobierno parece no acordarse de nada. Pero la memoria es noria que no se para. Tendrá el pueblo libre y llano, del que era parte Ti Mané, que apretarles las clavijas a unos y a otros para que les ocurra lo que aquel que, según Ramón Gómez de la Serna, “tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo”. Mi paisano, reseco y renegrido y no orondo como un obispo, que nació un día de La Pura de 1917 y falleció un 23 de septiembre de 1998 (efemérides del Cristo de la Paz, fiesta principal del pueblo), jamás supo quién era José Saramago, pero este ilustre escritor advirtió claramente: “Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina con la indiferencia”.


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