La Pingolla: LA NORIA DE LA MEMORIA, publicada el 15 de febrero de 2014.
“M, arrecuerdu cumu si
juesi ahora mehmu. Era el segundu domingu d,agóhtu. Algúnuh
andaban atrasáuh en la trilla, c,habían empezau a movilizal a loh
mózuh pa la Guerra y faltaban brázuh en lah labórih”. Quien así
hablaba era Manuel
Montero Barroso, que había heredado el remoquete de “El
Obispo” y, además, le decían Ti
Mané. Y Ti
Manuel, que era tocayo de su abuelo paterno, de quien heredó
el apodo de “Obispo” y, a su vez, de su abuelo materno, al que
motejaban Ti Canelo,
me refería que todo el pueblo se revolucionó al ver llegar dos
camionetas a la plaza. En ella venían guardias civiles y otros
antruejados con la camisa azul. Los miembros de la corporación
municipal habían sido detenidos, así como otros vecinos, entre
ellos cuatro mujeres, todos ellos de izquierda. El Gobernador Civil
impuesto por los fascistas, Fernando
Vázquez Ramos, comandante de la Guardia Civil, no había
logrado nombrar una comisión gestora en el lugar. Nadie quería ser
cómplice del tiro en la nuca. Se bajaron de las camionetas y
maniataron a los 22 vecinos. “Al frenti d,élluh venía unu del
Ahigal, qu,era unu de deréchah que era un creminal y un asesinu -me
contaba Ti Mané-,
y si no llega a sel pol don Flugenciu
el Médicu y
pol don Rufinu el
Cura, a tóh loh ventidóh loh marean pa,í pa cualquiel
barrancu”. José
María Domínguez Moreno (ya están tardando en nombrarle
Cronista Oficial de la Villa), preclaro investigador e hijo de
Ahigal, le puso nombre y apellidos a aquel cabecilla fascista:
Julián Albarrán
García, apodado “Chiripa”,
oriundo de Mohedas de Granadilla, a quien el 21 de julio de 1936
había nombrado el Comandante Militar de Plasencia como presidente de
la comisión gestora franquista de dicho lugar de Ahigal.
El genocida Julián
Albarrán hizo muchas y a cada cual peor. En Ahigal, urdió
el asesinato de los izquierdistas que estaban en el calabozo. Con la
excusa de sacarlos a orinar por la zona de “El Caño”, tenía
intención de matarlos, alegando, después, que habían intentado
escaparse. Pero un falangista de los de verdad, honesto y cabal,
descubrió el complot y le delató. “Chiripa”,
al verse descubierto, se abalanzó sobre él y le destrozó la camisa
azul. Desgraciadamente, poco después, un nutrido grupo de
ahigaleños serían paseados por una panda de asesinos derechistas
que habían usurpado una camisa color del mono del obrero, que no les
pertenecía.
Masacraron a vecinos
de Ahigal y a otros muchos miles en diferentes pueblos de España.
Cunetas y barrancos llenos de cadáveres. “A vécih cuasi que ni
loh enterraban –relataba Ti
ManueL “El Obíhpu”. Jadían un cachu chabancu y, ¡hala!,
allí loh tiraban, cumu en la jesa de “La Berrozana”, que loh
guarrápuh jozaban y sacaban hahta loh brázuh y loh piéh de loh
probecítuh”. Más de 150.000 todavía no reposan en los
camposantos de sus villas y lugares. Recientemente, nos visitó el
Relator especial enviado por Naciones Unidas, Pablo
Greiff. Se reunió en Madrid con familiares y represaliados
del franquismo. Él, junto con el abogado Carlos
Slepoy, han manifestado que España está incumpliendo
flagrantemente no solo la legislación internacional, sino la propia
legislación y Constitución española, por no investigar el
genocidio franquista. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre
Desapariciones Forzadas o Involuntarias (GTDFS) ha instado al
Gobierno español a “cumplir su obligación de buscar a los
desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura”. Se emplaza
al Ejecutivo de Mariano
Rajoy a que asigne “los recursos de personal, técnicos y
financieros suficientes para esa tarea, debiendo recibir las víctimas
la adecuada reparación”. Y se le da de plazo, a más tardar,
hasta el día 15 de noviembre del año en curso.
El Gobierno del PP
sigue mirando para otro lado, haciendo ascos de la Memoria Histórica.
Pero ya decía el escritor y poeta Johann
Paul Friedrich Richter que “la memoria es el único paraíso
del que no podemos ser expulsados”. Al igual que nuestra imputada
Infanta, tal Gobierno parece no acordarse de nada. Pero la memoria es
noria que no se para. Tendrá el pueblo libre y llano, del que era
parte Ti Mané,
que apretarles las clavijas a unos y a otros para que les ocurra lo
que aquel que, según Ramón
Gómez de la Serna, “tenía tan mala memoria que se olvidó
de que tenía mala memoria y se acordó de todo”. Mi paisano,
reseco y renegrido y no orondo como un obispo, que nació un día de
La Pura de 1917 y falleció un 23 de septiembre de 1998 (efemérides
del Cristo de la Paz, fiesta principal del pueblo), jamás supo quién
era José Saramago,
pero este ilustre escritor advirtió claramente: “Hay que
recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se
empieza por el olvido y se termina con la indiferencia”.
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