lunes, 14 de julio de 2014

TORMENTAS

El término “negro”, tratándose de fenómenos naturales que pueden generar grandes catástrofes, siempre fue tabú, antiguamente, por estas latitudes. Por ello, cuando el cielo se volvía carbón, nadie se atrevía a hablar de negrura, sino de grande o tremenda oscuridad. Y aquella vez las tinieblas, cargadas de rayos y relámpagos, vinieron del meridión. “¡Dios te libre de las tormentas de Mirabel!”, decían por la comarca. Referían las bocas desdentadas de antaño que tan terribles tronadas se fraguaban en el castillo de Mirabel y, luego, emprendían el camino hacia las sierras rayanas con las tierras castellanas. En línea recta, el lugar distaba treinta y cinco largos kilómetros de aquella villa que entregó Carlos I a don Fadrique de Zúñiga y Sotomayor.

No había por aquel pago de “Los Jornales” otra caseta que la de Leandro Miguel Jiménez, nombrado por los vecinos como Ti Aleandro “Carreta”, el que había nacido el mismo día, mes y año que el agente del Tesoro Estadounidense Eliot Ness, de cuya vida se hizo leyenda, al ser considerado como un personaje intrépido e incorruptible que acabó con las correrías del famoso gánster Al Capone. Viendo el cielo tan horriblemente feo, corrieron a refugiarse en la caseta una gavilla de campesinos que andaban por aquellos predios. La tormenta estalló estrepitosamente. –“Paecía quel cielu se jundía y se ajuntaba con la tierra -me narraba Ti Leandro-; yo nunca vi cosa igual. Cayó una chíhpa sobri un robli c,había a pócuh métruh de la caseta y lo jidu ehtíllah, y una de lah ehtíllah entró cumu una flecha pol la puerta de la caseta y le dio en un hombru a Ti Milianu Barrosu, el de Ti Narcisa, que antóncih tenía en loh brázuh a unu de loh suh híjuh, qu,era chiquininu”. Leandro Miguel, el hijo de Ti Vicente Miguel Caletrío y de Ti Brígida Jiménez Jiménez, me relató, completamente convencido, que la caseta se libró de la exhalación porque él tenía dispuesta una “piedra de rayo” debajo de las tejas, que fue la que desvió la centella.

De siempre fueron propicias las tormentas en las primaveras y veranos. El pasado mayo, en plena yema vernal, se desató iracunda tormenta sobre las urnas y los dos partidos mayoritarios de esta España machadiana se dejaron más de cinco millones de votos en la gatera. Es muy lógico, porque ya apenas si hay conjuradores que sepan zarandear las campanas y mandar a hacer puñetas los malditos turbiones. Se ha olvidado, también, el responso a Santa Bárbara, la que espanta las tempestades, y nadie coloca ya, para los mismos fines, esas pulidas hachas prehistóricas que llaman “piedras de rayo” en los tejados de los habitáculos agropastoriles, ni conforman cruces de torvisco (“toña” le dicen por el territorio de Las Hurdes), ni colocan tijeras en cruz clavadas en el interior de las puertas.

Decía el humorista austriaco Dirk Stermann que Mahatma Gandhi se equivocó al afirmar aquello de “cuando hay una tormenta, los pajaritos se esconden, pero las águilas vuelan más alto”. Según Stermann, tenía que haber dicho “los pajarracos” y no “los pajaritos”. Porque a los pies de los caballos están, según opiniones vertidas periódicamente por el pueblo, todos esos supuestos pajarracos que han enlodado sus nidos con corruptelas que, en muchas ocasiones, han degenerado en flagrantes corrupciones. Esas aves, que nadie diría que son de buen agüero, se esconden de las atormentadas miradas de la ciudadanía y, como no tienen elementos para conjurarlas, les persiguen hasta el catre. Ahora, temblándoles las piernas al observar que, dentro de 10 meses, les volverán a pedir cuentas y que el viejo refrán refiere que “mayo tormentoso con frecuencia es luctuoso”, intentan ponerles tirantes a sus calzones, ya que los cinturones no les sirven. Y, así, el señor Mariano Rajoy Brey nos saca de la chistera lo de reducir aforamientos, cuando él y los suyos han engordado por la vía rápida, en estos últimos tiempos, tales privilegios, pasándose infinidad de pueblos en relación con los países del entorno. Parece ser que solo Dinamarca nos acompaña, en Europa, en lo tocante a blindar exmandatarios. Nadie más, sean monárquicos o republicanos. Por ello no es de extrañar que el exrey de Bélgica, Alberto II, tenga que afrontar ante un tribunal ordinario una demanda de paternidad. O que Nicolás Sarkozy, expresidente de la República Francesa, haya sido arrestado e imputado por posible corrupción y tráfico de influencias.

Otro antiguo adagio asevera que “tormentas de mayo: más seguro en casa que en el prado”. Pero para arañar votos hay que abandonar los televisores de plasma y salir a la pradera, por donde deambula el pueblo indignado. Viendo que no las tienen todas consigo, también se han sacado de la manga el darle unos interesados retoques al sistema electoral, buscando que las borrascas de mayo faciliten el gobierno del candidato más votado. Todo un golpe antidemocrático. Ha echado cuentas la derecha y no le salen, porque si los resultados de las europeas se trasladan a la próxima primavera, los populares solo obtendrían mayoría absoluta en dos capitales: Ceuta y Melilla. La debacle sería espantosa. Con su mayoría absolutísima y a base de decretazos, aunque se queden más solos que la una, son capaces de hacerle la peineta a la Democracia y aprobar tales medidas.

Mientras, los candidatos del PSOE a ocupar la Secretaría General de su partido rezan fervorosamente y repiten sin parar: “del agua mansa me libre Dios, que de las tormentas de mayo me basto yo”. Y es que, aunque lo disimulen con enternecedoras miradas, esconden por detrás cuchillos cachicuernos que les dieron sus correspondientes mesnadas. Solo a José Antonio Pérez Tapias le enaltece una límpida trayectoria socialista: posicionamiento claro contra la OTAN (1986), a favor de los sindicatos en la huelga general del 14-D (1988), contra la reforma del artículo 135 de la Constitución que nos entregaba en manos de los mercados y el neoliberalismo y defensa nítida de la celebración de un referéndum entre Monarquía y República. Pero no cuenta con la bendición de los capitostes de la socialdemocracia y sus rosados (de rojos, ¡nanay de la China!) barones.

Mayo está a la vuelta de la esquina y muchos habrán de pasar bajo las horcas caudinas. Hasta nuestro campechano Monago, temiendo el vendaval del venidero mayo, anda encendiéndole una vela a San Lázaro, de la que aseguran que aleja el temporal. Y si se tercia -¿por qué no?-, otra al diablo. Ya ha declarado que a él no le importaría pactar con la gente de “Podemos”. El caso es hacer negocio electoral, sin mirar que el gato sea azul o rojo (lo de blanco o negro se lo dejamos a Felipe González, que tiene la patente). Por lo que respecta a IU en nuestra tierra de fornidos alcornoques, ya puede limpiar bien el jaral, apartándose de las malas compañías y, fumigados los personalismos y las siglas, escuchar con atención esa corneta que llama a converger, tarea encomendada a su carismático camarada Alberto Garzón. Tal vez, los regionalistas del PREX, a los que se les supone cierta sensibilidad escorada hacia la izquierda, también deberían oír el tararí de esa corneta, si es que no quieren desaparecer bajo las no lejanas turbulencias del mes de las flores, cuando es posible que se quiebre el vuelo de las gaviotas y se agosten las rosas antes de tiempo.

Con Ti Leandro “Carreta”, que residió en el “Barrio de la Encina”, cuyas casas bajaban desde el alto de “La Cuesta” a beber en el arroyo “Pizarroso” y donde también vivían mis abuelos maternos, hablé muchas veces. Mi paisano, nieto paterno de Ti Manuel Miguel y de Ti Cristina Caletrío (por el costado materno lo era de Ti Rafael Jiménez Sánchez y de Francisca Jiménez), que dejó de contarlas el día de San Cirión de 1984, me decía: “Pal agua atroná, mejol eh ná, que nunca jué güena el agua agolpá”.



EL PARAÍSO DE LA MEMORIA

A menos de media hora con regular paso, yendo en las abarcas de San Fernando, se encuentra el pueblo de Ahigal. Allí, como en tantos otros, no dan el tratamiento de “Ti” a las personas entradas en edad, sino el de “Tío” (o “Tía”, depende del sexo). Por ello, a Julián Palomero Díaz, nonagenario ya, le dicen Tío Julián, añadiéndole, como mote, el de “Cincuníuh” (Cinco Nidos). Con él, he conversado más de dos veces algún que otro domingo en el bar de Julio “Cuadrao”, personaje que tiene un sí es no es de quijotismo bajo algunas lunas y una pluma bastante desenvuelta. Tío Julián presenció, como soldado, la rendición de la 4ª Brigada Mixta del Ejército Republicano en el frente de Extremadura, destacada en la población pacense de Siruela. Concretamente, su regimiento fue el encargado de desarmar, en el pueblo de Sancti Spíritu, los Servicios de Intendencia que estaban bajo la responsabilidad del comandante Marcial Gutiérrez Gómez y de su hermano Enrique, que era el vicecomandante de la compañía. Faltaban cuatro días para terminar la Guerra.

Había más paisanos de Marcial y de Enrique en la compañía. En el fatídico año de 1936, los primos Miguel Calvo Corrales y Jesús Sánchez Calvo, que habían huido del arado y andaban buscando mejor porvenir por los Madriles, se sumaron, voluntarios, a la tropa que mandaba su paisano Marcial. Ambos, después de pasar por el penoso campo de concentración de Castuera, quedaron en libertad, no así los hermanos Gutiérrez Gómez, que por tener estrellas en las bocamangas pasaron del campo a una prisión, en Barcelona.
A Jesús Sánchez Calvo, del clan de “Los Sacristanes” del lugar, hijo de Ti Juan Sánchez Gutiérrez y de Ti Florencia Calvo Dosado, le conocí cuando, después de casado y marchando bien en sus negocios por Madrid, se acercaba, sin falta y religiosamente, al pueblo, en las fiestas septembrinas del Cristo. Había nacido el mismo día en que moría el revolucionario ruso Gueoirgui Plejánov, en el año en que hacía estragos la pandemia conocida como “Gripe española de 1918”. Jesús “El Sacristán” era republicano y ferviente católico. Cuando falleció el día de San Balsemio de 1989, dos curas y parientes suyos, Fausto Sánchez Dosado y Florentino Dosado Gómez, le dedicaron, en la revista “La Buranca”, sentidos panegíricos.
Tanto Tío Julián como Jesús Sánchez me narraron las monstruosas barbaries que les tocó ver, oír, palpar, oler y saborear en la inhumana Guerra Civil, cuando cuatro espadones y prietas filas de negras escuadras llenaron de luto y sangre los pueblos de España. “Me s,empeluzcan lah cárnih -me relataba Tío Julián- na,más de recordal aquellu. ¡A cuántuh probecítuh pol un treh y ná leh dierun cuatro tíruh y loh jundearun a una cuneta, sin juiciu, sin confesión y sin ná!” Y Jesús “El Sacristán” me refería que él había visto, al principio de la Guerra, tomarse la justicia por su mano a cuatro exaltados, pero que, luego, el Gobierno Republicano acabó con aquellos desmanes. Más tarde, al tomar las tropas republicanas varios pueblos en la llamada Batalla de Valsequillo, Jesús también se rasgó las vestiduras al oír contar a vecinos de varias localidades cordobesas y pacenses las atrocidades cometidas por los fascistas. Triunfaron éstos y, desgraciadamente, siguieron matando. Los últimos estudios publicados sobre la represión en la Guerra Civil, actualizados el 7 de julio de 2013, cargan sobre el bando republicano 44.000 muertes, producto de la represión. Pero el bando franquista tiene en su haber más de 150.000 víctimas, gran parte de ellas asesinadas sin juicio alguno y arrojadas en antiguas minas, barrancos y cunetas. Todavía en el año 1945 se firma la sentencia a muerte de 11.507 españoles.

Jesús Sánchez Calvo, el nieto, por la rama paterna, de Ti Miguel Sánchez Martín y de Ti María Gutiérrez Gutiérrez (de la materna lo era de Ti Miguel Calvo Martín y de Ti María Dosado Jiménez), era muy consciente de todo ello. Él nunca renegó de su republicanismo y de su catolicismo, al igual que el general Antonio Escobar Huerta, que fue quien dirigió la Ofensiva Republicana de Valsequillo. Pero Franco, que se enorgullecía de ser católico, apostólico y romano, no tuvo empacho en hacerle fusilar en los fosos del castillo de Montjuic el 8 de febrero de 1940. Los vencedores ofrecieron todo tipo de vítores y loores a sus caídos. Les dieron ceremoniosos enterramientos. Y convirtieron la Cruz, que siempre fue un signo de reconciliación, en la sectaria “Cruz de los Caídos”, bajo la que aparecían tan solo los nombres de los que perdieron la vida en el mal llamado “Bando Nacional”, como si los que cayeron defendiendo el legítimo gobierno de la II República no fuesen españoles, ni cristianos, ni dignos de una humilde tumba en los camposantos de sus pueblos.

Cierto es que, como dice el poeta griego y Nobel de Literatura Giorgios Seferis, “allí donde la toques, la memoria duele”. Claro que duele, sobre todo a aquellos que aún esperan, después de tantos años, que los restos de sus padres y abuelos puedan descansar en una tumba donde se pueda depositar un ramo de flores. Pero sueltas andan todavía mesnadas e incluso gente con responsabilidades de Gobierno que no han querido condenar la Guerra Civil y sus causas, ni el oscurantismo dictatorial que las siguió. ¿Cómo pedirle a personas que tienen el atrevimiento de retratarse con el brazo en alto y al lado de banderas del aguilucho o que mandan dedicar recientemente una calle a Franco, el que tengan un mínimum de sensibilidad ante la Memoria Histórica? Porque hechos como éstos se están sucediendo a diario, bien sea en Atienza, en Gandía, en Talavera la Nueva, en Xátiva, en Beade, en Baralla o en Reíllo, por citar tan solo algunos ejemplos. Y en la mayoría de los casos, llevados a cabo por militantes de las Nuevas Generaciones del Partido Popular e incluso por cargos institucionales de tal formación política.

El celebrado escrito checo Milan Kundera afirmaba que “la vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la comunidad histórica, el modo de pensar y de vivir”. ¿Por qué se empeñan algunos en que no tengamos memoria? Nos quieren amnésicos, para que no podamos señalar con nuestros dedos índices la barbarie genocida u otros indignantes claroscuros que se han ido perpetrando a lo largo de la historia, donde se incluyen actuales meses y actuales días. Tal vez, por ello, las prisas en tanto blindaje y aforamiento.
Pero tal vez nuestra Extremadura, donde nuestros barones rojos y sus segundones tienen un pelín de libertinos libertarios (dicho sea sin ofender), pueda ser un ejemplo para el resto del país. Entre estos surcos milenarios nacen individuos que de levantar el brazo en alto y lucir nostálgicas camisetas han pasado a fotografiarse con gente del colectivo de gais y lesbianas, bajo una bandera de tal asociación. ¿Será cierto que han dejado en el baúl de los recuerdos saludos e indumentarias fascistas, o tan solo es una meditada pose para arañar el mayor número de votos? Si fueron sinceros, intenten reconvertir a sus colegas y, ya que algunos tienen cargos institucionales, pongan todos los medios a su alcance para que la generalidad de los vecinos de Villafranco del Guadiana y Guadiana del Caudillo aborrezcan del nombre de sus pueblos. Que lo hagan por ética y estética. ¿Algún europeo, que no sea de la extrema derecha, puede concebir hoy en día que en Alemania haya algún pueblo que se pudiera llamar Thüringen de Hitler o Friburgo del Führer, o en Italia alguna villa con el nombre de Perugia de Mussolini o Grosseto del Duce…?



Aseveraba el escritor alemán Paul Jean que “la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”. Nadie ha nacido todavía capaz de encontrar la espada de fuego con que el arcángel Jofiel arrojó a Adán y Eva del Paraíso Terrenal. Eso lo sabía muy bien Jesús “El Sacristán” y también aún lo sabe Tío Julián “Cincuníuh”. Descanse en paz el primero, y los dioses otorguen larga vida al segundo.

viernes, 27 de junio de 2014

TIEMPOS DE SIEGA

“Me despedí del amo,/ya hice San Pedro;/la novía que tenía/ya no la tengo./¡Válgame el señor San Juan!/¡Válgame el señor San Pedro!” Seguro que esta coplilla la cantaría Saturnino Martín Esteban en sus años mozos por las tabernas del lugar, cuando la siega le daba algún respiro a finales de junio. Mañana es San Pedro y el pasado martes fue San Juan. Hace 78 años, Ti Saturnino “Baboso”, que es como lo conocían en el pueblo, andaba encorvado tras los trigos en la finca del “Cuarto Real”, propiedad de aquellos terratenientes que, en palabras del laureado escritor José Saramago, “engordaron, a lo largo de los años, a base de arrancar tiras de piel a sus peones”. Rumores había ya de que aquel gran latifundio iba a ser entregado a los jornaleros, yunteros y pequeños campesinos. Don Faustino Monforte poseía una gran parte de la tarta. Ti Saturnino “Baboso”, el que había nacido en la misma fecha que moría tuberculoso el compositor francés Léon Boëllmann (1897), era un “máquina” en las faenas de la siega. No había manijero como él en veinte leguas a la redonda. Pero aquel junio de 1936 se resentía del lumbago.
El machaca (autoritario capataz) de don Faustino Monforte le llamó al orden: “-Siguru que, si tuviérah una tía güena embaju, tiraríah mejol lah manáh, cumu el segaol de La Bahtarda (en alusión a un viejo romance)”. Se revolvió Ti Saturnino, hijo de Ti Francisco y Ti María, y le refregó por la cara: “-Peru aquel segaol de tantu apural, jincó el poleu, aunque se dehpachó bien dehpachau”. Y, secándose el sudor, añadió: “-Y ménuh apural, que puedi sel que se güelvan lah tórnah y moh toqui a ótruh apural a loh que tantu habéih apurau siempri”.
Ya las hoces duermen, oxidadas y llenas de telarañas, en los viejos corrales. Desapareció el gremio de los diestros segadores, pero no los gordos terratenientes, que incluso se han enriquecido aún más con las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), a la que algunos, irónicamente, la conocen como la “Política Agraria Clasista”. Así, la Casa de Mora-Figueroa Domecq recibió, en 2011, cuatro millones de euros; la Casa de Alba, dos millones largos y el Marquesado de Larios un millón por su dehesa de “Los Llanos”. Y como ellos, otra gavilla de gente cortada por el mismo patrón, ya fuere el Duque del Infantado (casi dos millones), Mario Conde (lleva ya la aristocracia en su apellido) y otros grandes latifundistas andaluces, extremeños, salmantinos o manchegos. Incluso la Compañía de Jesús no le ha hecho ascos a los 213.242 euros apañados. O sea sé: que el 16% de los beneficiarios de la PAC se quedan con el 75% de las ayudas europeas. El 84% del sector tan solo recoge las migajas del 25%. Y los peces gordos almacenan, además, otras cuantiosas ayudas que se otorgan a sus empresas agroalimentarias. Quienes dijeron que las políticas europeas, que se las guisan entre el bloque de derechas y los socialdemócratas, están enriqueciendo cada día más a los ricos y miserabilizando de manera galopante a los más pobres llevaban más razón que un santo.
Ti Saturnino, nieto paterno de un tal Máximo Martín, oriundo de la ciudad de Béjar y que se vino a casar con Manuela Sánchez, moza del lugar, se habría escandalizado de escuchar esa cantidad de desorbitados millones. En aquellos años 30 del pasado siglo, nuestro desenvuelto manijero, nieto por parte de madre de Ti Martín Esteban Domínguez y de Ti Isabel Osuna, ganaba un escaso jornal que apenas le daba para subsistir. Él y su mujer, Ti Juana Plata García, natural de Ahigal y apodada “La Picholeta”, no rebuscaban, como hoy en día, comida en los contenedores, pero no faltaban los ahogos y los agobios.
El pueblo bajo y campesino siempre tuvo hambre de tierras. Más que harto, siglo tras siglo, de trabajar de sol a sol por cuatro céntimos mohosos y un cuenco de gazpacho. Cuando intentaron redirmirles las izquierdas con pedigrí, los golpistas asomaron sus calaveras. Hace 53 días, en el Debate sobre el Estado de la Región, José Antonio Monago daba la campanada y anunciaba que “Extremadura devolverá al pueblo las tierras que tiene en propiedad el Gobierno regional, a través de un Banco de Tierras”. Quienes lo escuchamos no sabíamos si estábamos ante un Buenaventura Durruti (“la emancipación de los trabajadores del campo solo se podrá conseguir con una reforma agraria revolucionaria, que devuelva la tierra a sus legítimos propietarios: los que la trabajan”) o ante un José Antonio Primo de Rivera (“hay que cancelar la obligación de los yunteros y pequeños campesinos de pagar la renta a los grandes propietarios. Hay que hacer la reforma agraria revolucionariamente, imponiendo a los que tienen grandes tierras el entregar a los campesinos la parte que les haga falta. Es preciso expropiar a los terratenientes”).
Seguro que Ti Saturnino “Baboso”, que se marchó para el castillo de Irás y No Volverás un día de San Carpóforo de 1974, no habría entrado por el aro en lo tocante a la entrega uno de esos 4000 huertos que conformarán el Banco de Tierras de Monago, capaces, según dicen, de vertebrar auténticos emprendedores agroecológicos. Suponemos que tal iniciativa será algo así como el proyecto lúdico-educativo “Huertos Tradicionales Extremeños”, emprendido por la Diputación cacereña, el Ayuntamiento de Plasencia y el SEPAD. Huertecitos para sembrar cuatro tomates y media docena de berenjenas. Pues de estos minifundios los hay a patadas, llenos de zarzas y otras malezas, en cualquiera de nuestros pueblos. Hasta los ceden a quienes los quieran sembrar, con tal de mantenerlos limpios y cuidar de sus paredes y arbolado. Ti Saturnino Martín Esteban y toda la inmensa cuadrilla de diestros segadores ya tenían algún que otro huerto para la subsistencia. Ellos buscaban (y hoy buscan sus descendientes) la dignificación de su persona, que solo se puede lograr cuando el hombre cuenta con los medios suficientes para vivir con desahogo y no malvende su trabajo por un indigno jornal. El pazguato paternalismo de los tomates y las berenjenas suena a ñoña caridad y no a auténtica justicia distributiva.
Los que batallan porque el sudor del pueblo tenga su justa recompensa están en la otra acera. Eso lo sabían muy bien Ti Saturnino y los segadores diestros, que no por diestros eran de derechas. Puede que esos batalladores lleven coleta o tengan la valentía de dimitir radicalmente cuando el Parlamento Europeo, a sus espaldas, les ha gestionado, sin escrúpulos algunos, fondos de pensiones en alguna que otra sicav ubicada en paraísos fiscales (otros afectados siguen, como garrapatas, agarrados a sus sillones). O aquellos otros barbados socialistas, tal que José Antonio Pérez Tapias, que sienten rubor ante otros que han hecho del PSOE patética merienda y que, encima, intentan mutilar los puños que mantienen las rosas de los que no nacieron para títeres de ejecutivas que contaminan todo lo que tocan.


     Nosotros esperamos volver a ver caras como las de aquellos segadores de la Siberia extremeña, que quedó en la zona republicana cuando la Guerra, y que cantaban, sudorosos pero alegres, cantares adobados con guisos justicieros: “De San Juan a San Pedro/van cinco días./Tierras que eran del amo,/ahora son mías”.

EL DEDO DE SAN JUAN

El 29 de febrero de 1936 toma posesión en el pueblo la nueva corporación municipal del Frente Popular. Es año bisiesto y nunca tales años, al decir del saber popular, trajeron cosa buena. Daniela Martín Paniagua, cuyos ojos vieron la luz el mismo día que un terremoto cegaba los de cientos de habitantes de la región rusa de Georgia, hija de José Martín Montero y de Damiana Paniagua Rodríguez, era conocida por estas tierras de pie de monte como Ti Daniela “La Roja”. Roja porque era rubia y colorada, pero es que, además, era roja por ser de izquierdas y una auténtica animadora de los mítines y otros actos que organizaban el PSOE y la Federación de Trabajadores de la Tierra. Año bisiesto, en que los socialistas no eran monárquicos pero sí auténticos marxistas. Ti Daniela coincidió, a los escasos días de haber entrado en el Ayuntamiento los izquierdistas, con Marciana Barroso Jiménez, que había heredado el mote de “La Cantaora” por parte de su padre, Ti Antonio “El Cantaol” (Antonio Barroso Cordero), casado con Ti Juana Jiménez Jiménez. Ti Daniela, después de felicitar a Ti Marciana porque el marido de ésta había entrado de concejal en el Consistorio, añadió: “-Pol fin, hémuh subíu loh nuéhtruh al ayuntamiento. ¡Ya era hora, que siempre han ehtáu arriba loh cuatru riquínuh, loh que no comin pol no cagal! ¿Y sábih que te digu, Marciana? Poh que ahora loh nuéhtruh ehtarán ahí metíuh méntrih San Juan no abaji el deu”.

Ni cinco meses pasaron y fueron desalojados del Ayuntamiento. Generales fascistas se alzaron contra la II República y sembraron el terror por todas partes. Volvieron a encontrarse Ti Daniela “La Roja”, nieta paterna de Ti Luis Martín y de Ti Vicente Montero (y materna de Ti Simón Paniagua y de Ti Joaquina Rodríguez), y Ti Marciana “La Cantaora”, que por su parte era nieta paterna de Ti Manuel Barroso Cáceres y de Ti Francisca Cordero, y por la materna de Ti Rafael Jiménez Sánchez y de Ti Francisca Jiménez. Se lamentaba Ti Daniela y se hacía cruces viendo venir las tijeras y el aceite de ricino. Y Ti Marciana, dirigiéndose a ella, le espetaba: “¡Pero coñu recoñu, qué pronto abajáu San Juan el deu, y esu que lo tenía bien tiesu y requitiesu, siempre apuntando pa,rriba!

Cuán cierto es que dura muy poco la alegría en casa de los pobres. San Juan bajó el dedo antes de tiempo y llegó el Apocalipsis. No le dio tiempo a cuajar al Frente Popular, que los cuatro jinetes asesinos se le echaron encima y abortaron una República que intentaba hacer justicia con los pobres. Verdad es, también, que segundas partes nunca fueron buenas. Eso es lo que dicen. Pero aquel Frente Popular no consumó su primera parte. La estrangularon sin haber cumplido el objetivo. Ahora, cuando suenan, otra vez, los tambores que convocan a los desheredados de la España que con su pluma defendió Machado (don Antonio) y que quieren calentar, y no helar, los miembros de los españolitos de a pie, ya se ha puesto a afilar sus políticos pertrechos la derecha de toda la vida. Se reúnen en Toledo o en otras ciudades imperiales y deciden meter las tijeras en las campañas comiciales, que gobierne la lista más votada, que se reforme la ley electoral para impedir el acceso de grupos que pueden indigestar sus amueblados estómagos y otras medidas que zancadilleen la autenticidad de la democracia. ¿Le acompañarán en tal viaje y en tal juego los derechizados socialistas de la cúspide de la pirámide, vendidos al “borbonismo” por un plato aderezado por la beautiful people, por el establishment o por la casposa casta con la que tanto han contemporizado?

Por más que nos empeñemos y nos vendan aquella Transacción (digo, Transición), que no fue sino una bajada de calzones de la izquierda ante el bloque conservador y franquista que encabezaba el que ha dejado de ser rey (¿o todavía lo es?), las dos Españas están ahí. Machado sigue muy vivo. El choque de trenes es inevitable. Pero en pleno siglo XXI se habrá de entender que será civilizado. La izquierda de verdad, donde están todos esos movimientos ciudadanos que claman hasta desgañitarse aquello de “La llaman Democracia y no lo es” tiene todo el derecho del mundo a formar un gobierno que luche contra la pobreza y no contra los pobres. A construir una sociedad donde todo el mundo asuma que “Dimitir” no es un nombre ruso, ni “Cesar” es un emperador romano, y a repartir cultura racional y crítica entre los ciudadanos, que siempre es la mejor arma contra los gobiernos corruptos.

Ti Daniela “La Roja”, que cerró los ojos para siempre en el pueblo de Aldehuela de Jerte el día de la Cruz del Casar de 1978, y Ti Marciana “La Cantaora”, que le cupo tan triste suerte en la efemérides de San Malaquías de 1991, soñaron con un mundo mejor para aquel campesinado de los años republicanos. Pero les cortaron el sueño y no fructificó el primer intento. De justicia es que el pueblo vuelva a intentarlo. Nadie puede impedirle un segundo intento, que no es una segunda parte. Nadie espera, por más que algunos lo desearían, sangre derramada de algún protomártir sobre lo que la derecha siempre llamó el “solar patrio”, del que se apropió para acorazar monarquías inviolables, iglesias infalibles y gobiernos incalificables. Ni es de esperar tampoco un caudillo salvapatrias con güevos fascistoides pero más chicos que los del caballo de Espartero.

Tal vez, en esta ocasión tan esperada, San Juan no baje el dedo. Y que espere nuestro Monago, condotiero de estos terruños penillanos, a llenar mil Puertas del Sol con los simpatizantes del viejo rey y el nuevo Felipe VI, que el pasado jueves no llegaron ni a 10.000 en la plaza de Oriente, contando con los que tienen como libro de cabecera el diario La Razón o las revistas ¡Hola! y Pronto. No oye ni ve el presidente bellotero el multitudinario clamor de la calle. Debería acudir al otorrino. A la zaga y a la espera quede, igualmente, nuestro oráculo en Madrid, vicesecretario de organización del PP, don Carlos Floriano Corrales, tenido por el bufón de la Corte y que, en el cénit de la crisis, soltó aquello de “no estamos al borde del precipicio, estamos agarrados a una cornisa”. Su última perla, atufado porque los desconocidos de “Podemos” han llegado cantando la caña a los que tienen más concha que un galápago, ha sido la de roznar a destiempo: “(Podemos) es un partido nuevo con ideas muy antiguas, que ha intentado utilizar el sufrimiento de la gente para conseguir un puñado de votos”. Más valía que él y su partido (envejecido y sin solera) se miraran al espejo.


Intuimos que esta vez, aunque nos bombardeen con una “monarquía renovada para un tiempo nuevo”, San Juan no bajará el dedo ni dejará que sirvan su cabeza en bandeja de plata a los Herodes de turno. El pueblo (para la derecha, la chusma y la plebe) está más que harto (basta con salir a la calle) de que le den gato por liebre, de que unos vivan a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) y otros anden royendo coscurros, de que le prostituyan sus votos con azuladas sangres y de que siempre sea él al que le toque bailar con la más fea.

PADUANOS Y PAGANOS

San Antonio de Padua, del que ayer celebramos su efemérides, pasó a la historia como un celebrado taumaturgo y resulta que las fuentes antiguas no le reconocen un solo milagro. Pero una cosa son los amarillos legajos y otra muy distinta el refrendo popular. Ti Gabino Hernández García, hijo de Ti Melchor Hernández Martín y de Ti María García Sánchez y al que se le trataba en el lugar como Ti Gabino “Preciso”, era un auténtico paduano, entendiendo como tal al rústico campesino, de escasos bienes y devoto de San Antonio. Ti Gabino pasaba las fatigas a orillas del río Alagón, atendiendo su molino harinero (molino de “Las Cuatro Rueas”), hoy sumergido bajo las aguas del embalse de Valdeobispo. Nuestro paisano era un auténtico ecologista. aunque él jamás oyó tal palabra. Su madre lo echó al mundo el mismo lunes en que fallecía el compositor Francisco Asenjo Barbieri, allá por 1894.
No toleraba que hiciesen daño a las aves del cielo. Por ello, sabedor que el párroco del pueblo empleaba su escopeta para matar a las cigüeñas que osaban anidar en el tejado de la iglesia, se las guardó bien guardadas. Un año asistió a la procesión de San Antonio y, cuando las mujeres entonaban el popular canto de “Los Pajaritos” y le llegaba el turno a las cigüeñas, se adelantó a la comitiva y, a grandes voces, le dio la vuelta al cántico: “Salgan cigüéñah y ehcapin/de la ehcopeta del cura,/que si a ehcapi no voh váih,/no váih a queal ninguna”. A continuación, el estribillo: “Ílvuh lah cigüeñah,/que el cura voh mata;/no jagáih loh níuh/en la iglesia santa”. Y vino una segunda estrofa: “Probecítah lah cigüeñah,/que mal no jadin a naidi./Éllah moh limpian de bíchuh/loh güértuh y loh genálih”. Y remató la faena con otro estribillo: “Peru el nuéhtru párroco/eh un vengativu;/cogi la ehcopeta,/lah revienta a tíruh”.

El escándalo fue mayúsculo. Llamaron a la guardia civil y dieron con él en el cuartelillo. Épocas oscuras e inquisitoriales. No hacía mucho que había terminado la Guerra. Mandaba quien mandaba: el ejército y las fuerzas del orden (de un orden fascista y basado en el autoritarismo) y una Iglesia que levantaba el brazo en alto. Ti Gabino se ganó unos buenos papotes, a asistir a misa de alba y de rodillas una larga temporada y a pagar una sangrante multa.

El nieto paterno de Ti Manuel Hernández Cabezalí y de Ti María Engracia Martín Montero (por parte materna lo era de Ti Agustín García Corrales y de Ti Nicanora Sánchez Gutiérrez) creía en aquel San Antonio que proclamaba la igualdad entre los hombres y que, refiriéndose a los príncipes, prelados y grandes del mundo, decía: “Después de haber hecho esperar a los necesitados a la puerta de sus palacios, implorando una limosna, una vez que ellos se han saciado opíparamente, les hacen distribuir algunos residuos de su mesa y el agua de fregar”. Creía a pie juntillas en el santo que, llamándose Fernando, cambió su nombre por el de aquel Antonio que, habiendo nacido en Lisboa, vino a morir en Padua (Italia), en 1231, sin haber cumplido los 36 años. Y ecologista, además, era nuestro Gabino, cosa que no es, sin duda, el que lleva, actualmente, las riendas del poder en esta tierra de gazpachos con poleo. Porque José Antonio Monago Terraza ha sido agraciado, en este 2014, junto con sus consejeros, con el premio “Atila”, otorgado por “Ecologistas en Acción” debido a su “falta de sensibilidad medioambiental en el caso del complejo Marina Isla de Valdecañas”. Antes, lo recibieron otros como Francisco Fuentes, portavoz entonces de la Comisión Ejecutiva del PSOE extremeño, o Carlos Floriano, que fuera presidente del PP en Extremadura. O Caja de Extremadura, Caja Madrid y el BBVA. Unos y otros por “su aval e ignorancia manifiesta en su apoyo incondicional a la industria más sucia y contaminante en Extremadura, como es el antiecológico proyecto de construcción de una refinería en la región”. Rapapolvos semejantes le llovieron a la derecha por lo del “Prestige”, el Plan Hidrológico Nacional o la Ley de Costas (todo un atentado medioambiental y favoreciendo descaradamente los intereses privados). Y, ahora, no cesan las mareas azules contra esos intentos de prospecciones petrolíferas en Baleares y Canarias.
Era Ti Gabino verdadero paduano, como lo fueron y lo son todas esas gentes sencillas que ensalzaron a un piadoso varón que se atrevió a llamar “sanguijuelas”, “pájaros rapaces” o “gentuza maldita que infesta la tierra” a todos aquellos que chupaban la sangre de los pobres. No es de extrañar que lo convirtieran en abogado de muchas causas perdidas. Era uno de los suyos, pero un “primus inter pares”. Incluso, en algunas culturas rurales, pasó a sustituir a alguna antigua divinidad, protectora de los montes y los ganados. Dio de sobra la talla aquel Antonio aquejado de hidrocefalia y que tenía a San Antón “Abad” como el santo mas señero de su devoción. Incluso clamaba contra los que eran investidos con púrpuras y les ponían coronas en las cabezas: “Todos los fieles son reyes, por ser miembros del Rey Supremo, por lo que cualquier hombre es príncipe, teniendo por palacio la propia conciencia”.
Los que también somos paduanos por estar con la intrahistoria o historia de los pobres, pero, a su vez, paganos porque tenemos bastante de aldeanos e, igualmente, de infieles que nos resistimos a los dogmas, echamos lejos de nuestros ojos y nuestras conciencias todas esas parafernalias que desprenden medievales tufos monárquicos, tan en boga ahora, cuando se acerca la coronación, y no de espinas, de Felipe VI. De esperar era que el PP, o sea, la derecha por antonomasia, aplaudiera hasta con las orejas estos fastos, ya que es de lógica que un partido que no ha condenado a los causantes de una Guerra Civil ni la dictadura franquista, vea como garante de su ideología, e incluso de sus privilegios, a un hijo de un rey nombrado por Franco. Lo que es imperdonable es que un personaje que dice ser socialista como Rubalcaba, al que algunos califican de “Rasputín”, que ha perdido las europeas, las generales, las vascas, las andaluzas y las catalanas, en compañía de los González, Guerra, Bono, Jáuregui y otros compañeros mártires sigan desbarrancando a un partido histórico como el PSOE, renegando de sus raíces republicanas y obligando a sus diputados a actuar sectaria y dogmáticamente a la hora de echar incienso a la monarquía.
A un paso está quedando el PASOK (digo, el PSOE) del paso abismal de las Termópilas. Puede que acabe despeñado porque tiene varios Efialtes en sus filas y no para destronar a rey alguno llamado Leónidas, sino para frustrar y acabar con las ilusiones de todos esos militantes a los que se les están ajando las rosas de sus puños. Hace tiempo que lo dijo el todopoderoso y jacobino Alfonso Guerra: “el que se mueva, no sale en la foto”. Ahora, se ha convertido en el nuevo Antoine Barnaue, el cual pasó de ser líder de la izquierda durante la Revolución Francesa a coquetear con la monarquía, intentándola salvar de la quema. Aquello suscitó las iras del pueblo y, como aviso a los navegantes, la guillotina guadañó su cabeza el 29 de noviembre de 1793. El tiempo de los Torquemada ya pasó a la historia, pero algunos ni se han enterado, o no quieren enterarse, y siguen aferrados a los blindajes de sus regalías y coches oficiales. E incluso se dejan querer y lamer por esa derecha que, un día sí y otro también, los ponía como chupa de dómine. ¡Ay del sadomasoquismo gatopardista!
Pierde fuelle la caspa y la casta, por más que voces cavernarias intenten insuflarles alientos. No solo las lenguas acostumbradas se desgarran en insultos viendo las fantasmales orejas del lobo. También surgen otras sinhueso, vueltas verdaderos cardos, que, desde periódicos regionales, vilipendian a los republicanos de “torpes”, de “hoz y martillo” y de “bananeros” e “ignorantes que leen poco o nada y creen tener razón solo porque hablan con el megáfono y toman la calle ante la indiferencia de la gente de bien”. Repulsivos panfletos de Cardosos y compañía, que bien lo podría firmar cualquier uniformado de la extrema derecha.

Ti Gabino “Preciso”, el que se quedó letalmente mudo un día de Santa Petronila de 1972, admiraba a San Antonio porque llamaba al pan, pan, y al vino, vino, y le cantaba a los poderosos las tres verdades del barquero. Pero la vieja política y sus perniciosos intereses no quiere saber nada de santos y de señas que les inviten a dejar esas poltronas en las que dormitan y que llevan calentando tantos años. Si persisten en su enrocamiento, es muy posible que las orejas justicieras del lobo cano dejen de ser fantasmales y las mandíbulas del “bichu”, como dicen en Las Hurdes, hagan presa en quienes dieron motivos para ello. Hoy, celebrando a San Antonio en la alquería hurdana de Aceitunilla con los caros amigos de mi corrobla heterodoxa, todos ellos paduanos y paganos, seremos conmiserativos y brindaremos para que el lobo los coja confesados.

martes, 3 de junio de 2014

¡¡QUÉ VIENEN LOS ROJOS!!

Áreas hay todavía por los septentriones y ponientes extremeños donde, al igual que en Galicia (aquí, “roxo”), el término “rojo” o “roju” viene a significar “rubio”.  Por ello, a Damián Calle Jiménez le decían Ti Damián “El Rojo”, el que viera la luz un día de San Euprepio de 1884 y que traía sangre del pueblo de Ahigal por parte de su abuelo paterno, Manuel Calle Ruano, casado con María Paniagua Montero, nacida y criada en el lugar.  En la misma pila bautismal que María, también derramaron agua sobre las cotorinas de Félix Jiménez García  y de Isabel Sánchez Jiménez, abuelos suyos muy queridos y maternos.

    Pasaron los años y, llegados que fueron tiempos de acarreos con bueyes que puede que rojos también fueran, surgió un altercado por un quítame allá esas pajas entre Ti Damián “El Rojo” y otro vecino al que le decían Ti Máximo “El Sofi”, que alternaba sus trabajos como taxista con los de pequeño agricultor y ganadero.  Coincidí uno noche de las fiestas del Cristo con  Máximo “El Rojo”, hijo de Ti Damián, y éste me narró el episodio.  Fue en el bar de su sobrina Luisa Calle Jiménez donde me lo contó.  Se armó el altercado a causa de unos supuestos daños ocasionados por unos burros de Ti Damián en unas hacinas de Ti Máximo “El Sofi” (voz ésta que viene a equivaler a chófer, pues Ti Máximo era uno de los escasísimos vecinos que, en aquella época, conducían un vehículo).  Se avinagró la discusión y Ti Damián, dirigiéndose al taxista, comenzó a despotricar: “¡Roju, que érih un roju, que fuíhti de loh máh peórih que máluh, roju, roju y roju!”  Ti Máximo, que era oriundo de la villa de El Casar de Palomero, le saltó: “Vusótruh voh confundíh, que quedréih dicil “Arroju”, que Arroju eh el mi apellíu y no Roju, que “El Roju” séih vusótruh, que asín voh llaman en el pueblu”.  Efectivamente, el casareño, casado con la lugareña Marciana Barroso Jiménez (Ti Marciana “La Cantaora”) tenía por nombre Máximo Domínguez Arrojo.

     No llegó la sangre al río, pero lo cierto es que Ti Damián “El Rojo” había sido miembro de la comisión gestora nombrada al tomar el pueblo los militares franquistas sublevados en julio de 1936.  En cambio, Ti Máximo “El Sofi” había formado parte de la corporación municipal republicana y del Frente Popular, cuyos miembros fueron destituidos, encausados y casi en su totalidad condenados a la última pena.

     Cuán cierto es que la palabra “rojo” era tabú en los oscuros tiempos de la dictadura franquista.  Con ella, se designaba a quienes los triunfadores de la llamada Cruzada consideraban perversos comunistas, sin Dios y sin Patria, con rabos y con cuernos, capaces de los mayores crímenes y abyecciones.  Pues otra vez hemos vuelto a las andadas.  Los jefes de centuria han desparramado las consignas y toda una alborotada horda, que muy poco tiene de democrática, se ha puesto a despotricar, con muy mala folla, contra esos ciudadanos que han tenido la osadía de formar parte de las papeletas de la formación política “Podemos” y de quienes han tenido “la bajeza” de votarles.   A grandes voces han vuelto a gritar con desmesurado histerismo: “¡Que vienen los rojos!”  Y, prietas las filas y arma al brazo, por esas tertulias andaba el periodista Alfonso Rojo (parece ser que ya ha renunciado a su apellido) enfatizando y remarcando cada sílaba de la palabra “ra-di-ca-les” y soltando otras lindezas propias de esa chulería que dicen que se gasta.  Y atrás no se le quedan otros de la misma cofradía, llámense Isabel Durán, Carlos Cuesta, Buruaga y, cómo no, el chirriante jefe de opinión del diario ABC, Jaime González, calificado por algunos como gran maestresala de la caverna y que acostumbra a sacar su largo y carnoso cuello, tal que tortuga calva, para vomitar aquello de que los votantes de “Podemos” no han hecho otra cosa que meter en las urnas las papeletas que representan lo peor de la condición humana.

    Pero no solo ese puñado de oscurantistas periodistas, sino los voceros del bipartidismo, como ese aburguesado y multimillonario Felipe González Márquez, el que tiene el culo como un pan de tanto vegetar en Gas Natura FENOSA y que el PSOE debería esconder si quiere levantar cabeza.  La enfermiza obsesión de Felipe con el bolivarismo, metiendo en tal saco a los miembros de Podemos elegidos democráticamente, resulta esperpéntica.  Para él, sus amigos venezolanos son y fueron el magnate Gustavo Cisneros y el ya fallecido presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, fiel imagen del político corrupto y esclavo de las oligarquías.  Los bocatiestos del PP, más marciales que nunca, con tembleque en las piernas y creyendo verle las orejas al lobo, han vociferado de todo.  Hasta el punta en blanco Carlos Floriano, por la parte que nos toca a los extremeños, ha llamado a rebato porque se acerca la extrema izquierda: “¡Alerta, que vienen los de las coletas y barbudos y se llevan los cientos de vacas de mi suegro!”  Y José Antonio Monago (más bien monaguillo de la derecha, con permiso de algunos turiferarios de izquierda de la región, y no barón rojo de clase alguna) abunda en lo mismo, pues no aguanta a los pancarteros que se sudan sus camisas verdes, blancas y de otros colores, como combativos estandartes contra la mortífera guadaña de esa derecha que forma contubernio y se arrodilla ante la Troika.

     Han irrumpido los rojos, ribeteados de verdes y de negros, y lo han hecho llevando tras de sí a miles de jóvenes hartos de la vieja política, de sus privilegios y sus depravaciones.  Y han llegado con programas innovadores, de gran contenido y avanzado calado socioeconómico.  Me jacto de conocer a muchos mozos y otras gentes que les han votado, todos ellos de grandes inquietudes y con gran conciencia social.  Por ello, nada de “frikis”, “chiquilicuatres”, “flor de un día”, “espectros de Ruiz Mateos”, “lepenianos a la violeta” y otros epítetos que les han colgado.  Seguro que, desde sus tumbas, nuestros paisanos (opuestos polos pero unidos en la lucha por la vida en aquellas economías de subsistencia) Ti Damián “El Rojo” y Ti Máximo “El Sofi” entenderán de sobra que la gente de Podemos, con su horizontalidad democrática, han llegado para quedarse y para poner el dedo en la llaga, aventar de sus poltronas a los deshonestos triceratops del bipartidismo, predicar sus solidarias proclamas y llamar al pan, pan, y al vino, vino.

     Ahora, toca mover ficha al resto de la izquierda, incluidos todos esos honrados militantes de base del PSOE que andan desorientados y que, sintiéndose rojos de verdad, han sido llevados al precipicio por gente que, llamándose socialista, olvidó a aquel Pablo Iglesias Possé, nacido en El Ferrol en 1850, y ha tenido que ser acusada de no serlo por otro Pablo Iglesias (y Turrión de segundo), de 36 años, los mismos que tenía el ferrolano cuando sacó el primer número de “El Socialista” a la calle.  Y que no se queden atrás los anarquistas, con su ya histórico empecinamiento de no acercarse a las urnas.  Que recuerden que no se aplicaron profundos y avanzados programas socioeconómicos, durante la II República, hasta que los miles de militantes de la anarconsindicalista CNT no se decidieron a romper su tradicional abstencionismo y votar al Frente Popular.

     No la hagas y no la temas, afirma un antiguo dicho.  Por ello, a quienes se sienten tan asustados y se quedan roncos gritando “¡que vienen los rojos!”, viendo fantasmas por todas partes, alguna carcoma le estará royendo sus conciencias.  Leonardo da Vinci decía que “quien de verdad sabe de que habla, no encuentra razones para levantar la voz”.  Pero ellos, casposos cavernarios que temen perder bastardos intereses, seguirán vociferando. No importa. Don Alonso Quijano tranquilizó a Sancho Panza cuando éste, cabalgando con su señor a lomos de “Clavileño”, se alteró porque se oían ladridos de canes: “-Deja que los perros ladren, amigo Sancho, que es señal de que avanzamos”.  Y Ti Damián “El Rojo” y Ti Máximo “El Sofi”, entrañables paisanos míos que ya volvieron a la parda tierra de la que vinieron, sabían, también, muy bien que “rozníuh de burru a lah ehpáldah, tóh en el mi culu se me estampan”.

lunes, 26 de mayo de 2014

DE CAÑAS, CON CAÑETE

La Pingolla: DE CAÑAS, CON CAÑETE

Él era bracero, como lo fue su padre, Modesto García Pérez, y sus abuelos:  José y Bernardo.  De mozo cantaba muy bien y trabajaba, en ocasiones, en la finca de “La Dehesilla”, uno de los grandes latifundios de los que está rodeada la villa de Santacruz de Paniagua.  Estragos hicieron las diferentes Desamortizaciones en esta población, sacándose a subasta los muchos terrenos comunales que poseía, que fueron comprados por cuatro ricachones y empobreciendo, así, al pueblo llano.  Basilio García Clemente era un buen mozo. Lo llamaban para animar las fiestas y otros saraos aquellos terratenientes absentistas que vivían en la capital del Reino y que, de vez en vez, se acercaban a las mansiones que tenían en la antigua villa de Santacruz de las Cebollas.  Cuando le exhibían como “cantaol”, le hartaban a comer, a beber y a fumar buenos puros.  Pero el resto de los días le explotaban de sol a sol, como a un paria jornalero.  “Muchu compadreal y güénah palmadítah pol la espalda –me contaba Ti Basilio- loh díah que vinían los señórih de Madrí, peru, aluegu, a trabajal cumu un burru”.  Llegó la Guerra y Basilio, al que le decían “Chamboy” y “Chillu”, tuvo que alistarse a la fuerza para luchar contra los que defendían a las clases trabajadoras.  Fue hecho prisionero y los republicanos le abrieron los ojos.  “Yo háhta que no caí prisioneru no sabía jadel la o con un canutu –me refería, sin soltar el cigarro de la mano-.  Era máh torpi que un jabal, peru un comandanti, qu,era comisariu de loh rójuh, me diju lah treh verdádih del barqueru y m,enseñó que loh próbih no éramuh probih pol nacencia o pol dehgracia, sino polque tó ehtaba mu mal repartíu y que si el pé grande se comía al chicu, era polque loh chícuh, que siempre son máh, s,achantaban y no tenían cojónih pa comelsi al grande”.  Y, desde entonces, Basilio comprendió las razones de aquella Guerra y fue consciente de su esclavitud pasada.

     Como es de entender, a estas alturas del siglo XXI, no pasa por las cabezas de ningún bien nacido que nuestro sanchopancista (y no por pertenecer al pueblo bajo) Miguel Arias Cañete, el que estudió en el selecto colegio de los jesuitas de Chamartín, haya sido un esclavista con los obreros que han trabajado en las grandes fincas de su mujer, Micaela Domecq y Solís-Beaumont.  Es sabido que esta dama andaluza, de alta alcurnia, ligada al marquesado de Valencina y copropietaria de la ganadería de Jandilla, es dueña de un buen puñado de latifundios, nueve de los cuales fueron puestos en entredicho (dos de ellos en Extremadura) por recibir ayudas comunitarias que no estaban muy claras.  Posiblemente, al que ha sido hasta el pasado 28 de abril flamante Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, le hubiera gustado conocer a Ti Basilio Chamboy, pero el que era quinto del escritor ecuatoriano Demetrio Aguilera dio el último suspiro un día de San Zenón de 1988, con 79 abriles.

     No sabemos si mañana se alzará con la victoria en las Europeas este pelicano, de prominente estómago, al que acusan de haber trapicheado para que engordasen como cebones tanto los terratenientes como las multinacionales de la alimentación.  Consciente soy de que el ex ministro no es ningún ajo cañete, de esos que tienen las túnicas de sus bulbos de color ojo, sino que él tira más bien a azul, como el color de los carteles donde aparece retratado.  Pero a pesar de ello, gane o no gane, me gustaría tomarme unas cañas (aunque yo soy más bien de vinos) con él, por ver si es cierto que los 32 años que lleva en la política le han fajado como a un auténtico político de raza y por ver si es verdad que, estando en su salsa, tira a matar, como los buenos diestros.  Seguro que el hijo de Alfonso Arias de la Cuesta, abogado del Estado y conocido preboste franquista, me soplará al oído confidencias como esas de los 400.000 euros brutos que declaró a Hacienda en 2011 y sobre los 300.000 euros recibidos, como sobresueldo, de manos del PP, donde milita para mayor gloria de la Humanidad.

     Confío, igualmente, que, entre caña y caña, nuestro Cañete, al que también señalan como artífice de los recortes de las ayudas de la PAC, de la reducción de fondos de desarrollo rural, de la exclusión del olivar en pendiente de las ayudas asociadas, del varapalo a las energías renovables, de los desaguisados en las plantas de purines y de no sé cuántas cosas más, me relatará otras historias no menos suculentas.  Puede que aquellas concernientes a sus intereses empresariales en las petroleras “Ducar” y “Petrologis” o sobre sus acciones en el Banco de Santander, en el BBVA y en compañías inmobiliarias de Cádiz y Madrid.  O quizás me sorprenda, cuando ya las cañas vayan haciendo su efecto, de sus artes malabares para hundir la empresa pública TRAGSA, completamente saneada y con buenos beneficios a su llegada al Ministerio, en 2011.  Todo sea por enriquecer a empresas privadas y enchufar a personajes vinculados a la derecha.  Y apuesto a que me descifrará sus tejemanejes con la Gürtel y con Bárcenas, o su papel de lobista en lo tocante al Medio Ambiente, donde galoparon desbocadas las privatizaciones, el mercantilismo y la precariedad.

     Con un puñado regular de cañas al coleto, Cañete, macho ibérico donde los haya, no puede abandonarme sin mentarme los regadíos, que dicen las malas lenguas que mañas se ha dado para ahogar a los regantes a costa de beneficiar a las compañías eléctricas.  Ya lo decía él, allá por Jaén, en cierto foro de opinión y debate: “El regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”.  Quizás terminará hablándome de la gran coalición PP-PSOE, que exigirán los poderes fácticos europeos y que no sería extraño que se fraguase una vez que pase el ruido electoral.  Hay que defender con uñas y dientes el bipartidismo.  No le preguntaré por sus presuntos cómplices, que a la memoria me viene el nombre de Agustín Villarroel, suegro de nuestro paisano Carlos Floriano, vicesecretario General del PP.  Cuentan que el ganadero Villarroel se embolchetó muchos euros de ayudas comunitarias que no se caracterizaron por su transparencia.

    …Y dándole las merecidas gracias por la distendida y amena conversación, saliéndonos ya la espuma de las cañas por las comisuras de los labios, dejaremos la tasca y pondremos el pie en los asfaltos. Presumiblemente,  Cañete, el que no es un rojo ajo cañete, mirará a un lado y a otro y exclamará, como ya lo hizo Soraya Sáenz de Santamaría: “¡Se ve ya mucha más alegría en las calles!”  Pero, ¡ojo!, que puede que Ti Basilio “Chamboy” aparezca de improviso y le espete: “¡Qué alegría ni que óhtiah, si eh un revoltoriu de genti que vieni tocando campanílluh y dandu vócih contra éhti Gobiernu que moh ehtá dejandu corátuh y moh ehtá llevandu a la urnia!”

     Que al que Dios se la dé mañana, San Pedro se la bendiga.  Amén.
 
   

¡VOTAD, VOTAD, MALDITOS!

La Pingolla: ¡VOTAD, VOTAD, MALDITOS!

Aquella confederación heterodoxa fue creciendo por los años 80 del pasado siglo y llegó a contar con más de 300 socios.  Era asamblearia, autogestionaria y eminentemente popular.  Tomó aires en torno a unas capeas incruentas e íntimamente ligadas a la idiosincrasia vecinal.  Tuvo dos presidentes:  Valerio Corrales Montero, más conocido por Valerio “Carioca” y Pedro Montero Corrales, del clan vecinal de “Los Camilones”.  La asociación dio vida a las “Fiestas del Emigrante” o “Fiestas de Agosto”, cuyo espíritu primitivo se ha perdido por completo.  En una de ellas, varios vecinos sacaron sus antiguas indumentarias de los arcones y, en la plaza mayor, bajo los sones del celebrado tamborilero Luis Martín Domínguez (mejor, Ti Luis “Bulla”), trenzaron sus pies con jotas, “tálamuh”, “perantónih”, “corríuh” y otros bailes.  Se les entregaron unos galardones en el bar del “Tejero”, llamado así no para recordar la negra y franquista figura del teniente coronel golpista, sino porque el dueño de tal casino era Ti Teodoro Paniagua Díaz, cuyos padres llevaban el tejar que había en la dehesa boyal, junto a la “Laguna del Ositu”.  Entonces, metido el personal en jaleo, la vecina Rufina Corrales Calle, con renombrada fama de saber muchos y viejos cantares y a la que apodaban cariñosamente “La Gata”, me cantó por la bajini (la sombra de la dictadura continuaba siendo alargada) unas contestatarias coplas: “Gil Robles nos pide el voto/a los pobres desgraciaos./Pues yo boto de alegría,/que el voto no se lo he dao”. Y continuaba con el estribillo: “Yo me lo comía,/yo me lo guisaba,/yo voto a quien quiera:/soy republicana”.
Otras coplillas también se las traían: “Calvo Sotelo predica/que vuelva el rey don Alfonso./¡Qué buena yunta los dos/para romper los matochos!”  Al terminar, Ti Rufina me encareció:  “Hijo, precura no cantal pol lah tabérnah éhtah cóplah ni que a mí me aseñalin con el deu, que entoavía quea simienti de la mala”.  Treinta años después de la advertencia, aún sigue quedando.

     Votos y más votos.  El día 25 de mayo, a las urnas.  Ti Rufina “La Gata”, la hija de Ti Casildo Corrales Clemente y de Ti Enriqueta Calle Esteban y que vio la luz el mismo día en que moría el afamado músico conocido como “El Tío de la Tiza”, allá por agosto de 1912, metía en danza a los “pobres desgraciaos” que sabían muy bien lo que votaban.  ¿Acaso saben, hoy en día, gran parte de nuestros votantes lo que votan?  En 1969, el director de cine Sydney Pollack rodó la película “¡Danzad, danzad, malditos!”, donde se muestra un espectáculo cruel y degradante, todo un circo humano en torno a un baile marathoniano, con el fin de conseguir gratuitamente los elementos básicos de la supervivencia. Todo transcurre durante la Gran Depresión en los EEUU de Norteamérica.  Tiempos depresivos y calamitosos son también los que arrastramos ahora.  De vivir el cineasta Pollack, seguramente habría filmado una segunda parte, con el título de “¡Votad, votad, malditos!”

    Me veo ya venir a muchos “pobres desgraciaos”, con la papeleta en la mano y dirigiéndose a su colegio electoral.  Elecciones europeas cuando Europa, en muchos aspectos, continúa empezando en los Pirineos.  ¡Adelante con los faroles!  ¡Hala, votad, votad, malditos!  Malditos, sí, porque, en el fondo, sois muchos de vosotros unos apestados a quienes los mercados, la “Troika”, los grandes depredadores financieros y sus vasallos neoliberales (derechas europeas y paniaguadas socialesdemocracias) os pisotean como malditos gusanos y os apartan como apestados por la plaga de Justiniano.  Id a votad, malditos, a quienes traicionaron a este pueblo cada vez más proletarizado y ahora se sientan en mullidos y bien pagados sillones de las Eléctricas y otras multinacionales.  Votad a esos que se escandalizan porque hay gente que quema los contenedores, pero no se mesan los cabellos ni se desgarran las vestiduras porque haya seres humanos que tienen que rebuscar entre tales contenedores para poder subsistir.  Echad vuestro voto a favor de aquellos que defienden con uñas y dientes el bipartidismo y no dejan paso a otras formaciones políticas para debatir en la televisión pública los problemas del país.

     ¡Votad, votad, malditos!  Sí, a los que, encaramados en sus torres de marfil, orgasman ante sus egolatrías y egocentrismos, atomizando el voto de los desheredados, creando minúsculos minipartidos y poniéndoselo a huevo a una derecha, donde se cobijan todos los ultramontanos, nostálgicos del franquismo y casposos de la nación.  Demostrad que sois malditos, que estáis maldecidos pero le laméis las suelas de sus botas, a todos esos que pretenden formar, en un futuro no lejano, la gran coalición PP-PSOE, a fin de no pisarse los callos de sus bastardos intereses.  Ya lo decía el poeta y ensayista francés Paul Valéry: “La coalición política es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que salgan callos”.  Votad, mis malditos desgraciados, a todos esos que buscan un sistema de elecciones oligárquico y fraudulento y pretenden vertebrar una partidocracia que no es otra cosa que una dictadura disfrazada.

     También yo tengo algo de maldito, pero de aquel malditismo en el que se zambullían poetas como Paul Verlaine, Baudelaire, Arthur Rimbaud, John Keats  o Leopoldo María Panero.  Y soy maldito sin beber absenta, sino vino de pitarra.  Y tal malditismo me lleva a estar, al igual que Ti Rufina “La Gata”, la que nos dejó un día de San Rogaciano de 1999, con aquellos “pobres desgraciaos” de los años de la República.  “Desgraciaos” que cantaban, como de sobra lo demostraba mi paisana, aquello de:  “En el pueblo del Pozuelo,/los ricos con las derechas./A los suyos nos los voto,/que me comen la merienda”.  Y seguía el estribillo: “Yo me lo comía,/yo me lo guisaba,/yo voto a quien quiero./Soy republicana…”

     Francisco de Quevedo comentaba: “Yo no hago chistes.  Simplemente observo al Gobierno y cuento los hechos”.  Triste y trágico chiste sería que de las urnas del 25 de mayo saliera una Europa de los mercados y no de los pueblos.  Trágico y triste sería que el resultado de los votos diera la razón al libertario “Manifiesto de los Treinta”:  “La papeleta electoral es el signo de la esclavitud política, así como el salario lo es de la esclavitud económica.  Todo hombre que estime en algo su dignidad debería alejarse de la urna electoral como nos alejamos de todo lo que degrada y mancilla”.  Y, a veces, pienso en la mucha razón que amparaba a los treintistas.

miércoles, 14 de mayo de 2014

EL RETABLO DE LAS MARAVILLAS

La Pingolla: EL RETABLO DE LAS MARAVILLAS.

“Mi padri –me contaba Agustín Sánchez Floriano, al que conocíamos por Ti Agustín “Patina”-aunqui era coju, corría máh que tóh loh gaboléruh del pueblu”.  Era muy cierto que Justo Sánchez Domínguez, nacido el día de San Lesmes de 1895, era cojo.  Pertenecía a una saga familiar casi comparable a los últimos clanes cazadores y recolectores de la Prehistoria.  De su propiedad era una antigua escopeta de avancarga, a la que tenía gran respeto y gran cariño.  Pero entre los robledales del paraje que llaman “El Manantial del Lobo”, le jugó una mala pasada.  Se le disparó y le alcanzó el pie.  Fue atendido tardíamente y la gangrena comenzó a hacer de las suyas.  Le tuvieron que cortar la pierna por encima de la rodilla.  Desde entonces gastó unas muletas artesanales.  Pero el corría que se las pelaba y, afianzando una muleta sobre la parda tierra, daba un salto y sobrevolaba ágilmente las paredes que cercaban las fincas.  Máximo Sánchez Martín (para entendernos, Máximo “El Pecero”), nieto suyo, me refería hace poco que “el su agüelu Juhtu era un galgu”.  “A vécih –cuenta Máximo-, me se ponía a echal una carrera, cuandu yo era muchachu, y él, con la pata cortá, me ganaba siempri”.

     Ti Justo, hijo de Cayetano Sánchez López, natural del pueblo de Aceituna, y de Agapita Domínguez Calvo, fue el patriarca del clan de “Los Patinas”.  El apodo estaba muy claro:  el miembro mutilado pasó a ser “La Patina” para los vecinos del lugar. El hecho de que tuviera una pierna amputada y corriera más que todos los mentirosos del lugarejo hacía bueno el viejo refrán.  Ya pueden jactarse todos esos pinochos del PP  de sus manos y patas largas, que, con toda seguridad,  serían cogidos mil veces antes que Ti Justo, ya que a éste no le agobiaban el peso de las mentiras.  Porque la cuenta se pierde a la hora de enumerar las crueles y descaradas trolas de las escuadras “peperianas”.  Lo mismo al hablar de Bárcenas que de Perico el de los Palotes.  Sus mentiras, de sobra mal digeridas por el pueblo llano que sabe reconocerlas, se ha erigido en todo un rosario injusto, doloroso y antidemocrático, llevándonos al desguace de todo un Estado de Bienestar, con la destrucción de servicios estatales y derechos ciudadanos, que han afectado desastrosamente a los más vulnerables de la sociedad.  Han robado a manos llenas, a la vez que se pasaban por el arco del triunfo el ejercicio de la gobernabilidad, pues no había otro ejercicio que tomar decisiones en contra de la clase trabajadora y publicarlas en el Boletín Oficial del Estado.   Y cuando les ha venido en gana, han pactado con el PSOE, al que tampoco hay que dejar atrás, y nos arrojaron unos y otros a la boca de los tiburones.

     Ahora, cuando ya han sonado las campanas de las próximas elecciones, se ha montado un despampanante Retablo de las Maravillas, que le hace más que sombra al del Manco de Lepanto, otro lisiado como Ti Justo “Patina”.  Los Chanfallas y Chirinos ya están desparramando el humo suficiente para crear los correspondientes efectos psico-sociológicos entre la plebe.  Esa España que se vende a precio de saldo, con una deuda de 3 billones de euros, con 6 millones de parados, 2 millones que han tenido que hacer las maletas, de miles de personas que pasan hambre física y otras necesidades… se está convirtiendo, por obra y gracia de los titiriteros del PP, en la UNA, GRANDE y LIBRE de aquel cuyo grado de general se subió al podio del superlativo.  Solo humo, pero ¡pobre del que no sea capaz de ver las maravillas del retablo!  Será tildado de bastardo y de confeso, algo insufrible para un cristiano viejo.

     Y en estas andábamos cuando, en nuestra no tan extrema y dura Extremadura, Fernández Vara, beatífico conductor de la socialdemocracia regional, ha cogido con el pie cambiado a Monago Terraza, jefe de estos terrenos del Oeste y especialista en pirotecnias (incluidas consignas anarcosindicalistas, pentagramas de Extremoduro y revoloteos de los Palomos Cojos).  No se esperaba nuestro Presidente lo de la moción de censura y no ha sabido asumir que tal mecanismo parlamentario es un auténtico y necesario ejercicio constitucional y de libertad democrática.  Acusa Monago a Vara de querer “partirle las piernas”, y todo un sarpullido de rojez, que no de barón rojo, se le ha extendido desde la cotorina a sus partes pudendas.  Pues Ti Justo “Patina” tenía un don especial para eliminar no solo sarpullidos, verrugas y clavos, sino otras afecciones más serias de la piel.  Heredó tal virtud de su abuelo paterno, llamado Andrés Sánchez y que era natural del pueblo hurdano de Rivera Oveja, teniendo por esposa a Ana López, de Aceituna del Canchal.  Con sus fórmulas y realismos mágicos se fue a la tumba cuando se festejaba la efemérides de Santa Leoncia.  Año de 1969.  Su nieto Máximo “El Pecero” se quedó con las ganas del formulario y el responsorio.

     A Izquierda Unida y al PREX-CREX (¡qué chirriante sonido!) les toca meter la llave en el agujero.  Escuchando a la caverna mediática (el jueves mismo, en 13 TV, o sea la casposa y trabucaire televisión de los obispos) y las infamantes declaraciones (o mejor, micciones fuera del tiesto) de “preoscuros” miembros de la derecha (llámense Miguel Cantero, Carlos Floriano, Alberto Ruiz Gallardón, Iñigo de la Serna y otros compañeros mártires), partidarios somos de taparnos las narices y ¡que triunfe la moción y el jamón con chorrera!  IU y el PREX deben poner en cada platillo de la balanza las canalladas del PP y el PSOE y, luego, dejar que San Miguel Arcángel  coloque el fiel en su debido sitio.  Si se reconoce que la trirreme que lleva el nombre de Extremadura hace aguas por todas partes y que sus remeros van borrachos, el platillo se basculará a favor de la moción.  Puede que la mayoría de los extremeñitos de a pie así lo crean, lo que no sería de extrañar en una Extremadura que parece ser que sigue siendo sociológicamente de izquierdas, pese a los graznidos y a la última pasada de las gaviotas.

     Que las fuerzas minoritarias de la cámara, sabedoras de ser propietarias de la llave, exijan al menos malo de la película el cumplimiento, bajo notario, de unas tablas de la ley que abarquen desde la res pública en manos del pueblo hasta una urgente reforma electoral que haga justicia con las minorías.  IU ya le apretó, en su día, los testículos al PP, pero muchos mandamientos no se han cumplido y, si alguno de ellos, tintado de rojez, ha cristalizado, ha sido para mayor gloria de la derecha.  Así lo oigo una y otra vez de boca de los que van andando o en burro en ese mercado multicolor, dominical y cosmopolita del pueblo de Ahigal, adonde acudo muchos domingos a tomarme  los vinos con mi corrobla heterodoxa.

     A lo mejor ahora ha llegado el momento de presentarles los mandamientos a los otros, a los que no pasan de rosados, fiscalizando cada paso que den al frente y mirando con lupas de grueso aumento cada gesto de sus caras.  El caso es ser como las muletas de Ti Justo “Patina”, que se convertían en alas y alentaban a su dueño a ganar y atrapar, a la carrera, a los mentirosos que, ahora, pretenden armar retablos de las maravillas en todos y cada uno de nuestros pueblos.

REGIONALISTAS

La Pingolla: REGIONALISTAS.

El 28 de diciembre de 1936 se levantó con una macabra y cadavérica inocentada:  En la batalla de Lopera (Jaén) caía fulminado por las balas fascistas el joven y prometedor poeta británico Rupert John Cornford, miembro de la XIV Brigada Internacional.  Y ese mismo día veía la luz Nemesio Montero Caletrío, hijo de Tomás Montero Barroso y de Pilar Caletrío Esteban.  Pertenecía, por la rama paterna, a la familia de “Los Obispos”, y por la materna, a la de “Los Grillos”.  Allá por los años 80 del pasado siglo, Nemesio salió elegido concejal en una lista regionalista, bajo el epígrafe de “Extremadura Unida”, que encabezaba Eloy Gutiérrez Montero, uno de los primeros alcaldes extremeños que se involucraron en los temas de la Memoria Histórica.  Ganó por mayoría absoluta con un programa que superaba por la izquierda al del PSOE, que fue derrotado, al igual que la lista de la derecha (AP), que no obtuvo concejal alguno.

     En aquellos años, Nemesio “El Grillo” (solo heredó el apodo materno) era un tiarrón de padre y muy señor mío, con unas manazas de hierro, braquicéfalo y con un pescuezo como un toro.  Solterón, honesto y cabal campesino.  Un día emparejé con él y le pregunté por su sentir regionalista.  Él, esbozando una sincera sonrisa, me respondió: “El mi agüelu Hilariu, que en pajesté, anduvu pa la guerra de Cuba, que loh suh pádrih no lo pudun libral, y pa,llí se echó una novia cubana, que pol pocu no se la trai pal pueblu”.  Y me seguía relatando que su abuelo era un rebelde, que, junto con otros soldados, preparó un motín por la mala comida y las penalidades que pasaban los hijos de los pobres, que venían a ser la carne de cañón, mientras que los hijos de los ricos se libraban del servicio militar.  Fue arrestado y tirado como un perro en unos calabozos donde nada más había que chinches y pulgas.  

     Nemesio, al que, con los años, dieron en bautizar como “Chiqui”, me refirió que su abuelo siempre se consideró un extremeño de arriba abajo. “Hay que dali pal pelu (le decía su abuelo) a tóh ésuh cacicórruh que na,máh andan con gánah de alampal lo que no eh suyu y que siempre anduvun caciqueandu con la compra de loh vótuh”.  Y Nemesio luchó y se portó honradamente en su puesto de concejal, siguiendo los consejos de su abuelo Hilario.
     
Pero aquella “Extremadura Unida” de en tiempos, la que aglutinó e ilusionó a mucha gente de izquierdas venida de otras formaciones y con amplio currículum de lucha contra la oprobiosa dictadura de Franco, después de ciertas batallas ganadas en las urnas, hizo agua por muchas partes.  Por narices, tenía que fracturarse, pues cada vez se hacían más patentes las abismales diferencias entre las formas de entender el regionalismo.  Pedro Cañada Castillo, que fue senador con la UCD de Adolfo Suárez y alma máter del partido, tenía muchas reminiscencias derechoides dentro de su caletre, imposibles de congeniar con la visión izquierdista de otro nutrido grupo de militantes.  Finalmente, Cañada y el sector de derechas se llevaron el nombre del partido a otros territorios, y los de izquierda fundaron el Partido Regionalista Extremeño (PREX), que, al coaligarse con Coalición Extremeña, pasó a denominarse PREX-CREX, nombre bastante cacofónico y que suena a desgarrador grito de ave antediluviana.

     Dos visiones de entender las filosofías regionalistas: la que mira por el ojo derecho y que encaja con la óptica del ensayista pacense José López Prudencio: Nostalgia extremeñista; regionalismo paternalista y conservador; exaltación burguesa de la identidad extremeña; tradicionalismo católico, en la línea de Menéndez Pelayo; visión de Extremadura como fiel hija de una España imperial y muchas impregnaciones del criticismo y del espíritu armónico, sin descartar su apego a las corrientes que tienen como noble aspiración alcanzar una síntesis suprema de los diverso con lo idéntico.  Nada es de extrañar, pues, que Cañada y su Extremadura Unida se pasaran, con todos sus pertrechos y casi como desguace, al Partido Popular, con el que andan cómodamente coaligados.  El Prex-Crex, con el hurdano Estanislao Martín Martín como presidente, tomaron partido por una pazguata y moderada socialdemocracia, lo que les llevó a aliarse con el PSOE.  Para ambos, EU y PREX-CREX, les era imprescindible el oxígeno de partidos mayoritarios para poder subsistir.

    No será mi humilde persona el que diga, como afirmaba José Ortega y Gasset, que “el regionalismo es un mal endémico”.  Tampoco que “el regionalismo tiene una significación que, solo la palabra, me subleva los sentimientos de español”, como exclamaba Práxedes Mateo Sagasta, presidente siete veces del Gobierno de la Nación, entre 1870 y 1902.  Pero sí diré que, dados los condicionantes socioeconómicos actuales de Extremadura y ese índice tan alto de identificación de los extremeños con su tierra (las últimas encuestas así lo cantan), un regionalismo de derechas no pinta nada en un ámbito territorial que sigue siendo sociológicamente de izquierdas, máxime cuando prácticamente está diluido en el PP, con toda la carga neoconservadora, neoliberal, monárquica y guillotinadora de las libertades y de las conquistas sociales que conllevan las prietas filas de los populares.

     Mayor juego podría dar un Partido Regionalista Extremeño, sin el chirriante sufijo detrás, que encumbrara la figura de Antonio Elviro Berdeguer, conocido en muchas partes como el Blas Infante extremeño.  Antonio Elviro fue un pedagogo social, un auténtico extremeñista que desgranó toda una avanzada doctrina regionalista en pro de las tierras extremeñas y de las clases medias y bajas, atacando furibundamente el caciquismo, la inoperancia y parasitismo de la burguesía y la oligarquía agraria y latifundista.  Este médico, publicista y virtuoso revolucionario de Salorino es todo un ejemplo a seguir. El PREX debería mirarse en su espejo y cada 7 de diciembre (fue fusilado por los franquistas en un día como ese de 1936) organizar todo un masivo acto de exaltación a su figura.  Ahora, cuando al Partido Regionalista Extremeño ya no le atan las trabas con el PSOE, va siendo como hora de que configure su estrategia y retoque los aspectos ideológicos, incluyendo, incluso, ciertas ideas nada despreciables de aquel Bloque Extremeñista Revolucionario que tuvo como máxima figura a Belarmino Martín Galindo, alcalde de Majadas de Tiétar.

     Nemesio “El Grillo”, al que dimos tierra un día de San Ponciano de 2010, volvería a esbozar una sincera y complaciente sonrisa si el PREX, que hoy tiene muy buena gente en su vanguardia, tomara nota y se arriesgara a conseguir nuevas metas más furibundamente sociales y extremeñistas.
     

ADOLFITIS

La Pingolla: ADOLFITIS.

Mi madri entregó un jilu de oru preciosu”, me relataba Piedad Osuna Jiménez.  Ciertamente, Ti María Jiménez Montero, tenía miedo de que a su marido lo llevasen a la Guerra y se desprendió de aquella reliquia antigua, heredada de sus mayores.  Los fascistas instaban a la gente a contribuir con el oro viejo a la causa de los generales sublevados, los que querían  Una España, Grande y Libre.  Pero a Ti Bernardo Osuna Miguel le obligaron a coger un fusil y marchar al frente.  Nuestro paisano, el hijo de Ti Sinforiano Osuna Corrales y de Ti Juana Miguel Hernández, fue bautizado como “Chascaera” por un vecino al que le decían Ti Juan “Nové” (Juan Gutiérrez Esteban).  Y es que, desde chico, Bernardo tenía respuesta para todo.  “No cerraba el picu ni anqui le pusiesen un vetiju en la boca”, según contaba Colás “Chascaera”, otro de sus hijos.
Ti Bernardo formó parte de las últimas quintas movilizadas.  Le destinaron a cargar cuerpos hechos pingajos a las costillas y llevarlos a los camiones.  De aquellos tétricos sinsabores le vinieron infecciones estomacales y atascos en bronquios y pulmones.  Regresó más muerto que vivo.  Como era un puro marro, se afanó en reventarse a trabajar.  Se fue consumiendo de tanto doblarse sobre la tierra y el día de San Fermín de 1963, con tan solo 55 años, cayó para no levantarse jamás. 

Paco “Chascaera” también era hijo suyo.  Cuando un día escuchó por la radio que iban a darle a fulanito y a menganito las medallas de Extremadura, me comentó: “A mi padri era al que se la tenían que habel dau, que ési sí que sufrió pol la patria y jocicó de brúcih de tantu trabajal de día y de nochi, ¡y ni una perra le dierun!”  Cierto es que ya va remitiendo la epidemia de “Adolfitis”, pero no hace cuatro días que la Asamblea de Extremadura decidió concederle, a título póstumo, la medalla de Extremadura a Adolfo Suárez, expresidente del gobierno.  Todas las fuerzas políticas fueron conformes.  Dice un proverbio árabe que “si alguien te aplaude, no presumas hasta saber quién fue”.  Resulta curioso y paradójico que toda una piara de aplaudidores, atacados de “Adolfitis”, en su día, bien fueren ellos o sus partidos, les metieran el dedo en el ojo (por no decir en otras partes) a aquel que no fue falangista, como han afirmado muchos medios, sino franco-falangista, que es cosa abismalmente distinta.
No sé muy bien si Adolfo Suárez, como afirman algunos, fue un segundón con ambiciones, que se creyó su papel a la hora de capitanear la llamada Transición, que puede que para muchos de nosotros fuese un tránsito a ninguna parte.  Nadie puede restarle cierto olfato político y una interesada astucia.  Pero lo que es radicalmente cierto es que no fue un falangista auténtico, ya que no sabemos que se opusiera a la dictadura de Franco, ni alentara la nacionalización de la banca y del crédito, ni preconizara una revolucionaria reforma agraria, ni persiguiera la autogestión en las fábricas, ni propusiera la socialización de los medios de producción, ni fuera visceralmente antimonárquico o buscara la consecución de una república sindical.  El de Cebreros tal vez fuera un oportunista, que supo escalar altas torres debido a la aureola de simpatía que irradiaba y a una posible fortaleza e integridad que parecían acorazar sus entresijos.
“Muerto el burro, la cebá al rabo”, refiere un antiguo refrán.  Y cuando la parca le dio la estocada final, la “Adolfitis” se convirtió en pandemia.  Repugna el cinismo de la caverna mediática, lamiéndole al expresidente del gobierno la canal de entre las ancas por su contribución al consenso.  Vergonzoso cuando esas cadenas de radio, televisiones y periódicos ultramontanos y casposos están un día sí y otro también dinamitando otras aquiescencias y el pan y la justicia del pueblo llano.  Asco de esa derecha que procede de Alianza Popular, que se hartó de llamarle traidor, y asco también de ese PSOE que le tildaba de “tahúr del Misisipi”.
Le negaron el pan y la sal, y, ahora, hasta el pinocho e hipócrita presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha instado a cambiar el nombre del aeropuerto madrileño de Barajas por el de Adolfo Suárez.  La mala conciencia de muchos les lleva a repartir rótulos por doquier con el nombre del que fuera Ministro secretario general del Movimiento con el general Franco.  Hasta los concejales del grupo socialista del Ayuntamiento de Cáceres  han solicitado que el Pabellón Multiusos ostente su nombre.  ¡Vivir para ver!  Más les valía que hubieran propuesto tirar abajo la placa de la avenida del dictador Miguel Primo de Rivera y poner, en su lugar, otro nombre más decente.  Bien decía el filósofo Aristóteles que “todos los aduladores son mercenarios y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores”.

Medallas, calles, pabellones, aeropuertos…  Todo es poco.  El renombrado periodista Manuel Alcántara ha dado en el clavo cuando exclama:  “A los hagiógrafos de Adolfo Suárez solo les falta pedir su beatificación”.  Si el expresidente pudiera salir de su tumba, a más de dos les ponía su derecha bota de azul desteñido sobre el pescuezo.  Ya lo decía el escritor francés Paul Valéry:  “Cuando alguien te lame las suelas de los zapatos, colócale el pie encima antes de que comience a morderte”.  Ti Bernardo “Chascaera” nunca recibió medalla alguna, y seguro que si alguien se hubiera acercado a colgársela del cuello, posiblemente habría salido por peteneras: “¡Medállah ni hóhtiah!  ¡Dihpuéh d,ehchangalmi la vida, me vienin con éhtah andróminah!  ¡Que voh den pol culu a tóh!  ¡Que coju un ehtaonchu y voh pongu a caldo a tóh, dehgraciáuh!


lunes, 21 de abril de 2014

HAMBRIENTOS DE SIGLOS

La Pingolla: HAMBRIENTOS DE SIGLOS.

Como Quirino Martín Cáceres aparece en el acta de nacimiento. Como Aquilino en la de defunción. Pero en el pueblo siempre fue Ti Quilino “Polla”. Casado con Ti Jacinta “La Carnicera”, padres que fueron de ocho hijos; entre ellos, la renombrada vidente Ti Eufrasia “La Chata”. Ti Quilino era segundo teniente de alcalde en 1936, por el Frente Popular. A él se le encomendó dirigir el asentamiento de yunteros y braceros en la finca “Cuarto Real”, un enorme latifundio en términos de La Oliva de Plasencia. El director general de la Reforma Agraria Republicana había otorgado 150 fanegas de marco provincial de la mentada finca para ser sembradas y cosechadas por los jornaleros y pequeños campesinos del lugar. Pero Ti Quilino se tomó la justicia por su mano y las amplió a 325. Cuando algunos ingenieros de la Reforma Agraria se personaron en la población, Ti Quilino “Polla” lo dejó muy claro: “Nusótruh, señórih, hémuh depositau toa la confianza en la República Ehpañola. No moh conformámuh con lah migájah, que, cumu jambriéntuh de sígluh, lo que querémuh eh una güena rebaná”. Y Ti Quilino, el hijo de Ti Manuel Martín Barroso y Ti Aurelina Cáceres Sánchez, les dio a entender que si, durante siglos y siglos, cuatro terratenientes se habían comido las mejores tajadas y ellos, los pobres parias, casi ni habían podido “arrebañal loh güésuh”, iba siendo como hora de que “se golvieran lah tórnah, de dali la güelta a la tortilla”.

El pasado lunes, día 14 de abril, celebramos el 84 aniversario de la instauración de la II República, aquella que, cuando estuvo gobernada por la izquierda, intentó resolver el problema de la tierra. En 1932 el gobierno republicano, presidido por Azaña, dio a luz al Instituto de Reforma Agraria y al Banco Nacional Agrario y se inician los asentamientos de campesinos en latifundios expropiados. Pero la lentitud es pasmosa, lo que suscita agrias críticas de la CNT. Incluso José Antonio Primo de Rivera, lanza la voz a los cuatro vientos: “Hay que hacer una reforma agraria revolucionariamente. Las que rigen ahora, a base de pagar a los dueños el precio entero de sus tierras, son una befa para los labradores. Habrán pasado doscientos años y la reforma agraria estará por hacer”. Y lo que casi no había comenzado se trunca durante el bienio negro, con las derechas en el poder, que se sacan de sus parásitas chisteras la Ley de Contrarreforma Agraria. Cuando en febrero de 1936 gana el Frente Popular las elecciones, se les hinca el diente a los 99 nobles que, con categoría de Grandes de España, poseían ellos solos más de 577.000 hectáreas de tierra. Se asientan a 72.000 yunteros y braceros. Desgraciadamente, el golpe de Estado del general Franco y sus secuaces abortó tan justiciero proyecto, devolviéndose las tierras a sus acaudalados propietarios.
No solo acometió el problema de la tierra la II República, pues como bien dice el profesor de Historia Contemporánea Francisco Erice, el gobierno republicano de izquierdas “representa un proceso de modernización y cambio social importantísimo. Es el primer régimen que intenta sustituir el dominio de las viejas oligarquías por un gobierno auténticamente representativo”. Vergonzoso que, hoy en día, salgan por doquier conversos que, militando en partidos con tradición republicana, lleguen al orgasmo al copular contra natura con los regímenes monárquicos. Patéticas fueron las palabras de Rodríguez Ibarra en la Sexta Noche de hace un par de sábados. Puso en solfa a la República y dio en soñar bobaliconamente con la dinastía borbónica. Y cuando tocó a rebato para que el PSOE emocionara a la juventud, no quiso o no supo decir que la juventud española da un rotundo suspenso a la Monarquía. ¡Menudo rey mago está hecho él con aquello de que el PP es primo hermano del PSOE! ¿Qué pensarán los socialistas que van a peonza de tales exabruptos? El codearse con malas compañías trae pérfidas consecuencias. Y si no que se lo pregunte a su íntimo Felipe González. Más le valía a ambos que escucharan a la escritora Juana Salabert: “La II República es una herencia moral, un legado que debemos mantener absolutamente vivo en nuestro día a día ciudadano y político”.


Ti Quilino “Polla” ya era cuarentón en el año 36, cuando 3 duques, 1 duquesa (la de Plasencia), 5 marqueses, 1 marquesa (la de Mirabel) y 1 conde, todos Grandes de España, poseían solo en la provincia de Cáceres 170.924 hectáreas de tierra. Terratenientes absentistas que solo acudían a Extremadura a celebrar festejos y a sus cacerías. Nuestro paisano, que “jincó el poleu” el segundo día de la feria de Ahigal, en septiembre de 1959, hablaba de los “jambriéntuh de sígluh”. El hambre aún no está saciada, aunque los bien nacidos y criados en cunas de alta alcurnia tengan los estómagos más que llenos y compartan sus manjares con los conversos, urente calaña esta bien fotografiada literariamente por el filósofo francés Jean Lucien Arréat: “Si en la república de las plantas existiese el sufragio universal, las ortigas exiliarían a las rosas”. Alerta, pues, los socialistas de buen corazón que no quieren que se ajen las rosas entre el sudor de sus puños. Ti Quilino “Polla” jamás lo permitiría.