San
Antonio de Padua, del que ayer celebramos su efemérides, pasó
a la historia como un celebrado taumaturgo y resulta que las fuentes
antiguas no le reconocen un solo milagro. Pero una cosa son los
amarillos legajos y otra muy distinta el refrendo popular. Ti
Gabino Hernández García, hijo de Ti
Melchor Hernández Martín y de Ti
María García Sánchez y al que se le trataba en el lugar
como Ti Gabino “Preciso”,
era un auténtico paduano, entendiendo como tal al rústico
campesino, de escasos bienes y devoto de San Antonio. Ti Gabino
pasaba las fatigas a orillas del río Alagón, atendiendo su molino
harinero (molino de “Las Cuatro Rueas”), hoy sumergido bajo las
aguas del embalse de Valdeobispo. Nuestro paisano era un auténtico
ecologista. aunque él jamás oyó tal palabra. Su madre lo echó
al mundo el mismo lunes en que fallecía el compositor Francisco
Asenjo Barbieri, allá por 1894.
No toleraba que
hiciesen daño a las aves del cielo. Por ello, sabedor que el
párroco del pueblo empleaba su escopeta para matar a las cigüeñas
que osaban anidar en el tejado de la iglesia, se las guardó bien
guardadas. Un año asistió a la procesión de San Antonio y, cuando
las mujeres entonaban el popular canto de “Los Pajaritos” y le
llegaba el turno a las cigüeñas, se adelantó a la comitiva y, a
grandes voces, le dio la vuelta al cántico: “Salgan cigüéñah y
ehcapin/de la ehcopeta del cura,/que si a ehcapi no voh váih,/no
váih a queal ninguna”. A continuación, el estribillo: “Ílvuh
lah cigüeñah,/que el cura voh mata;/no jagáih loh níuh/en la
iglesia santa”. Y vino una segunda estrofa: “Probecítah lah
cigüeñah,/que mal no jadin a naidi./Éllah moh limpian de
bíchuh/loh güértuh y loh genálih”. Y remató la faena con otro
estribillo: “Peru el nuéhtru párroco/eh un vengativu;/cogi la
ehcopeta,/lah revienta a tíruh”.
El escándalo fue
mayúsculo. Llamaron a la guardia civil y dieron con él en el
cuartelillo. Épocas oscuras e inquisitoriales. No hacía mucho que
había terminado la Guerra. Mandaba quien mandaba: el ejército y
las fuerzas del orden (de un orden fascista y basado en el
autoritarismo) y una Iglesia que levantaba el brazo en alto. Ti
Gabino se ganó unos buenos papotes, a asistir a misa de alba y de
rodillas una larga temporada y a pagar una sangrante multa.
El nieto paterno de
Ti Manuel Hernández
Cabezalí y de Ti
María Engracia Martín Montero (por parte materna lo era de
Ti Agustín García
Corrales y de Ti
Nicanora Sánchez Gutiérrez) creía en aquel San Antonio que
proclamaba la igualdad entre los hombres y que, refiriéndose a los
príncipes, prelados y grandes del mundo, decía: “Después de
haber hecho esperar a los necesitados a la puerta de sus palacios,
implorando una limosna, una vez que ellos se han saciado
opíparamente, les hacen distribuir algunos residuos de su mesa y el
agua de fregar”. Creía a pie juntillas en el santo que,
llamándose Fernando, cambió su nombre por el de aquel Antonio que,
habiendo nacido en Lisboa, vino a morir en Padua (Italia), en 1231,
sin haber cumplido los 36 años. Y ecologista, además, era nuestro
Gabino, cosa que no es, sin duda, el que lleva, actualmente, las
riendas del poder en esta tierra de gazpachos con poleo. Porque José
Antonio Monago Terraza ha sido agraciado, en este 2014, junto
con sus consejeros, con el premio “Atila”, otorgado por
“Ecologistas en Acción” debido a su “falta de sensibilidad
medioambiental en el caso del complejo Marina Isla de Valdecañas”.
Antes, lo recibieron otros como Francisco
Fuentes, portavoz entonces de la Comisión Ejecutiva del PSOE
extremeño, o Carlos
Floriano, que fuera presidente del PP en Extremadura. O Caja
de Extremadura, Caja Madrid y el BBVA. Unos y otros por “su aval e
ignorancia manifiesta en su apoyo incondicional a la industria más
sucia y contaminante en Extremadura, como es el antiecológico
proyecto de construcción de una refinería en la región”.
Rapapolvos semejantes le llovieron a la derecha por lo del
“Prestige”, el Plan Hidrológico Nacional o la Ley de Costas
(todo un atentado medioambiental y favoreciendo descaradamente los
intereses privados). Y, ahora, no cesan las mareas azules contra
esos intentos de prospecciones petrolíferas en Baleares y Canarias.
Era Ti Gabino
verdadero paduano, como lo fueron y lo son todas esas gentes
sencillas que ensalzaron a un piadoso varón que se atrevió a llamar
“sanguijuelas”, “pájaros rapaces” o “gentuza maldita que
infesta la tierra” a todos aquellos que chupaban la sangre de los
pobres. No es de extrañar que lo convirtieran en abogado de muchas
causas perdidas. Era uno de los suyos, pero un “primus inter
pares”. Incluso, en algunas culturas rurales, pasó a sustituir a
alguna antigua divinidad, protectora de los montes y los ganados.
Dio de sobra la talla aquel Antonio aquejado de hidrocefalia y que
tenía a San Antón “Abad”
como el santo mas señero de su devoción. Incluso clamaba contra
los que eran investidos con púrpuras y les ponían coronas en las
cabezas: “Todos los fieles son reyes, por ser miembros del Rey
Supremo, por lo que cualquier hombre es príncipe, teniendo por
palacio la propia conciencia”.
Los que también
somos paduanos por estar con la intrahistoria o historia de los
pobres, pero, a su vez, paganos porque tenemos bastante de aldeanos
e, igualmente, de infieles que nos resistimos a los dogmas, echamos
lejos de nuestros ojos y nuestras conciencias todas esas
parafernalias que desprenden medievales tufos monárquicos, tan en
boga ahora, cuando se acerca la coronación, y no de espinas, de
Felipe VI. De esperar era que el PP, o sea, la derecha por
antonomasia, aplaudiera hasta con las orejas estos fastos, ya que es
de lógica que un partido que no ha condenado a los causantes de una
Guerra Civil ni la dictadura franquista, vea como garante de su
ideología, e incluso de sus privilegios, a un hijo de un rey
nombrado por Franco. Lo que es imperdonable es que un personaje que
dice ser socialista como Rubalcaba,
al que algunos califican de “Rasputín”, que ha perdido las
europeas, las generales, las vascas, las andaluzas y las catalanas,
en compañía de los González,
Guerra, Bono, Jáuregui y otros compañeros mártires sigan
desbarrancando a un partido histórico como el PSOE, renegando de sus
raíces republicanas y obligando a sus diputados a actuar sectaria y
dogmáticamente a la hora de echar incienso a la monarquía.
A un paso está
quedando el PASOK (digo, el PSOE) del paso abismal de las Termópilas.
Puede que acabe despeñado porque tiene varios Efialtes
en sus filas y no para destronar a rey alguno llamado
Leónidas, sino para
frustrar y acabar con las ilusiones de todos esos militantes a los
que se les están ajando las rosas de sus puños. Hace tiempo que lo
dijo el todopoderoso y jacobino Alfonso
Guerra: “el que se mueva, no sale en la foto”. Ahora, se
ha convertido en el nuevo Antoine
Barnaue, el cual pasó de ser líder de la izquierda durante
la Revolución Francesa a coquetear con la monarquía, intentándola
salvar de la quema. Aquello suscitó las iras del pueblo y, como
aviso a los navegantes, la guillotina guadañó su cabeza el 29 de
noviembre de 1793. El tiempo de los Torquemada
ya pasó a la historia, pero algunos ni se han enterado, o no
quieren enterarse, y siguen aferrados a los blindajes de sus regalías
y coches oficiales. E incluso se dejan querer y lamer por esa
derecha que, un día sí y otro también, los ponía como chupa de
dómine. ¡Ay del sadomasoquismo gatopardista!
Pierde fuelle la
caspa y la casta, por más que voces cavernarias intenten insuflarles
alientos. No solo las lenguas acostumbradas se desgarran en insultos
viendo las fantasmales orejas del lobo. También surgen otras
sinhueso, vueltas verdaderos cardos, que, desde periódicos
regionales, vilipendian a los republicanos de “torpes”, de “hoz
y martillo” y de “bananeros” e “ignorantes que leen poco o
nada y creen tener razón solo porque hablan con el megáfono y toman
la calle ante la indiferencia de la gente de bien”. Repulsivos
panfletos de Cardosos y compañía, que bien lo podría firmar
cualquier uniformado de la extrema derecha.
Ti Gabino “Preciso”,
el que se quedó letalmente mudo un día de Santa Petronila de 1972,
admiraba a San Antonio porque llamaba al pan, pan, y al vino, vino, y
le cantaba a los poderosos las tres verdades del barquero. Pero la
vieja política y sus perniciosos intereses no quiere saber nada de
santos y de señas que les inviten a dejar esas poltronas en las que
dormitan y que llevan calentando tantos años. Si persisten en su
enrocamiento, es muy posible que las orejas justicieras del lobo cano
dejen de ser fantasmales y las mandíbulas del “bichu”, como
dicen en Las Hurdes, hagan presa en quienes dieron motivos para ello.
Hoy, celebrando a San Antonio en la alquería hurdana de Aceitunilla
con los caros amigos de mi corrobla heterodoxa, todos ellos paduanos
y paganos, seremos conmiserativos y brindaremos para que el lobo los
coja confesados.
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