lunes, 6 de noviembre de 2017

EL MACHO ALFA - 30/10/2017

No sé el paradero de aquella foto que le saqué a Hipólito Esteban Díaz cuando, en una de mis muchas correrías etnoarqueológicas, me lo topé en el paraje de “Loh Aullaéruh”.  Parecía todo un pastor bíblico, cuasi un profeta.  Las cabras por la calleja y él, con sus ojos febriles y su barba de varios días, se encontraba en lo alto de un risco: en una mano el garrote; en la otra, un grueso y ajado libro.  Había oído que era testigo de Jehová.  Noble inteligencia natural y gran bondad.  Había convertido todo un erial en toda una hermosa huerta.  Allí, junto a la Rivera del Bronco, al sitio de “Peña  Carrahcu” y el “Charcu Maltraviesu”.  A pocos tiros de honda, el río Alagón.  Perdí aquella entrañable foto  y Pablo Esteban Aprea, al que conocen en el pueblo por “El Poeta”, me trajo otra de su padre.  Es la que aparece ilustrando el texto y, en ella, Ti Polu “El de la Biblia”, como le decían sus paisanos, ya adolecía del hepatocarcinoma que le llevaría a la tumba.

Ti Polu “El de la Biblia”


Hipólito, hombre de paz vino a este mundo de guerras cuando el lugar estaba inmerso en plenas fiestas de San Blas, tiempo en que los quintos sacaban al macho cabrío engalanado por las calles y con un gran cencerro colgando del pescuezo.  Además, ese día también repicaban las campanas en honor de San Lupicinio y San Agatángelo.  Era el 3 de febrero de 1922.  Aún coleaba el “Expediente Picasso”, abierto por la matanza a manos de los rifeños de más de 10.000 soldados españoles en lo que se conoció como “El Desastre de Annual”.  Soldaditos de humildes familias (los ricos se libraban al pagar sus padres varios duros de plata) llevados al matadero de Marruecos para defender oligárquicos intereses, entre los que se incluían oscuros negocios del propio monarca: Alfonso XIII, bisabuelo de actual rey: el ciudadano Felipe.  El general Manuel Fernández Silvestre, que iba al frente de la tropa, se pegó un tiro y así evitó remordimientos de conciencia.  Caía el Gobierno del liberal Antonio Maura y Montaner y, en marzo de 1922, lo relevaba el conservador José Sánchez Guerra.  Tanto monta, monta tanto.

Hijo era Ti Polo de Ti Pablo Esteban Martín y de Ti Aurelia Díaz Montero, braceros que trabajaban por cuenta de otros.  Aquel día en que me di de bruces con él entre centenarias encinas y caprichosos  canchales de granito, me relató algunos retazos de sus experiencias vitales.  Catorce años tenía cumplidos cuando la hidra de las siete cabezas comenzó a incendiar España una calurosa jornada de julio de 1936.  El pueblo fue tomado, el Ayuntamiento destituido y todos los que se habían significado por sus ideas republicanas y frentepopulistas pasaron a integrar las listas negras.  Por las noches, se levantaban barricadas en las carreteras de entrada a la población, turnándose varios vecinos en velar bajo las estrellas.  Una de aquellas noches, Hipólito acudió con su padre a la barricada.  La habían levantado en la carretera que conducía a La Oliva y a Plasencia, al sitio de “Loh Cornizuéluh”.  Al frente de aquel pelotón de campesinos, andaba un guardia civil jubilado, que se había tirado casi toda su vida por cuartelillos de Cataluña.  “Era mu rectu y loh mucháchuh le  teníamuh mieu, que si no jadíamuh algún recau que moh mandaba, moh pegaba un pal de óhtiah” –me relataba Ti Polo. Se llamaba Lorenzo Sánchez Caletrío, pero le decían “Ti Zorrita” y ya peinaba bastantes canas.  “El casu eh que aquella nochi -seguía contando Hipólito- no se vía ni un jarramplu.  Debía sel a loh priméruh d,agohtu o asín.  Ehtaba el cielu cubiertu y retronaba a lo léjuh.  A mí ya me vencía el sueñu y, de prontu, sintí que algúnuh hómbrih se acurcuzaban detráh de  la barricá y que montaban loh mohquetónih.  Se jidu un silenciu que ni se oyían a loh grílluh cantal.  Al momentu, el guardia civil gritó a tó pulmón: `¡¿Quién anda ahí?!  ¡Santu y seña!` Naidi rehpondió.  El guardia diju pol lo baju: `Pol el mó de hablal, eh cumu si jueran catalánih`.  Y en un santiamén, gritó `¡Fuego!` “

El paisano me pormenorizó después que, al acabar los disparos, el silencio fue más profundo y ya no se volvieron a escuchar ni los truenos que rodaban por lo alto. Por la mañana, al clarear el día, se descubrió que había un burro muerto a balazos bajo unos olivos cercanos.  Y se habló, igualmente, de que el guardia civil, gran fervoroso de los sublevados franquistas, juraba y rejuraba que había oído hablar en catalán aquella noche, y que los catalanes eran todos unos rojos separatistas y que no debería quedar simiente de ellos.  Cabía aquella posibilidad, ya que un hijo del guardia, treintañero, al que le gustaba  tirarse el pisto hablando en catalán, rondaba algunas noches a una moza del cercano pueblo de Ahigal.  Durante los veranos, andaba con su familia atendiendo una finca que tenían en el paraje de “La Güerta la Blahca”, durmiendo en una caseta que allí había.  Corta era la distancia que la separaba de la barricada.  Cuando al del tricornio le comentaron que se podían haber cargado a su hijo, respondió, castellanizando y poniendo énfasis en su voz: “Pues se lo tenía merecido.  No consiento que nadie, ni mi propio hijo, hable delante o detrás de mí en catalán”.

Los machos alfas, pertenecientes al género humano y que son del signo negativo, han aparecido estos días como setas, a raíz del conflicto de Cataluña.  Muchos de ellos, atildados, con gemelos de oro en los puños de sus camisas y con caras y elegantes corbatas de seda.  En el fondo, personas agresivas, con profunda inseguridad en sí mismos, causada por el miedo y la  baja autoestima.  Aquel guardia parecía uno de ellos, pero en la versión que se caracteriza por escasa talla intelectual, pertenecer a familias problemáticas, de orígenes muy bajos o, tal vez, con defectos físicos o mentales ocultos.  No dejaba de ser uno más de aquellos a los que la guerra les había despertado sus psicopatías y se dedicaban a asesinar en la retaguardia.  Los hubo que siguieron firmando penas de muerte hasta la década de los 70, cuando estaban ya con un pie en la sepultura.

Machos alfas que se atruenan los oídos de tanto gritarse “¡yo soy español, español, español!”, como si los demás no fuésemos españoles porque no ponemos banderas monárquicas en nuestros balcones, no cantamos himnos ultramontanos en las plazas o no hacemos gala de posturas reaccionarias ni caemos en ultranacionalismos agresivos, catolicistas recalcitrantes, guerreros e imperiales.  No entienden que nosotros no queremos la fractura social de España, pero tampoco queremos que haya machos alfas que se oponen a que nuestros compatriotas catalanes continúen siéndolo porque así lo deciden ellos.  No queremos porras ni pelotas, pero sí queremos contar también con los catalanes reacios a la independencia.  Los dioses, en los que no creemos los que tampoco creemos en encorsetadas patrias bicolores, banderas, fronteras ni reyes, nos libren de ese casposo nacionalismo español que comenzó a incubarse en 1812, a raíz del estrepitoso fracaso de España como nación.  Nacionalismo ultra, reaccionario, antiilustrado y antidemocrático.

Ti Polo “El de la Biblia” me decía que “para machu, el de la mi piara”.  Un macho cabrío que triscaba, libre, épico y airoso, por aquellos riscales que se asomaban a las fauces de las espumosas y embravecidas aguas de la Rivera.  La Libertad, la Épica y la honesta Gallardía también las compartimos nosotros.  Valores que, junto con el Pan, el Techo, la Solidaridad y la Justicia Distributiva, deben ser los siete puntales donde se cimiente la Patria con la que soñamos, esa España a la que, sin dejar de ser ciudadanos del mundo, amamos, al igual que la Generación del 99, porque realmente nos duele.  Nuestras neuronas cerebrales nos rescatan al siempre revolucionariamente recordado Georges Brassens, el libertario francés más representativo de la “Trova Anarquista”.  Algunas de aquellas letras tuvieron gran éxito en boca del también siempre camarada, al que escuchábamos con arrobo en nuestros años jóvenes y ahora también, Francisco Ibáñez Gorostidi, más conocido por Paco Ibáñez:

“Yo no pienso, pues, hacer ningún daño,/queriendo vivir fuera del rebaño.

En el mundo, pues, no hay mayor pecado/que el de no seguir al abanderado.

No, a la gente no gusta que

uno tenga su propia fe (…)”

Los machos alfas, en su subcategoría política, de los que ya hablaremos en la segunda parte de esta columna, no permiten que seamos y marchemos libres por el mundo, como el macho mocho de Hipólito Esteban Díaz.  Que mantengamos alzado el puño de la rebeldía y la independencia frente a los poderes políticos, económicos y culturales y que no aceptemos galardones procedentes de esas instituciones mantenidas por las manos manchadas de banqueros usureros y de políticos corruptos.  Orgullosos estamos de llevar en nuestras sangres hematíes cosmopolitas e internacionalistas, considerando a la Humanidad como un todo moral y natural.  Creemos en la  Fraternidad Universal y nos erigimos en la antítesis del nacionalismo egoísta y burgués que trastocó la Cultura Popular para convertirla en Cultura Estatal, homogénea y uniformada, que, al contrario de la que emana del pueblo, surge del poder y se impone desde arriba sobre las clases populares.  Aborrecemos de las tesis estatalizadoras y de su zancadilleo continuo a la libertad, a la espontaneidad y a la creatividad.  Y más ascos hacemos aún del ultranacionalismo vestido de rojo y amarillo, que se permite incendiar las redes sociales con repugnantes mensajes guerracivilistas, tocando a rebato para que las tropas de un nuevo Felipe V (Felipe  VI es el que lleva la corona ahora) recrearan, con fuego real, otro sangriento septiembre, como aquel de 1714.

Felipe VI, tataranieto de “El Rey Felón”, ya se divorció de gran parte de la sociedad catalana con su discurso del pasado 3 de octubre, cuando, al igual que el PP, apoyado en la muleta de Ciudadanos y en los que a todas horas se fotografían con un fondo encuadrado con el rótulo “Somos la Izquierda” (no acaban de creérselo), optó por la belicosidad del 155, para mayor gloria de la derecha de este país.  La banca siempre gana y su seguro servidor, don Mariano Rajoy Brey, gana también: amarran a Ciudadanos y alejan al PSOE de Podemos y de ciertos nacionalismos.  Jugada redonda: ya no habrá espacio para construir otras mayorías alternativas en el Congreso.  Pero a lo mejor el tiro les sale por la culata.  El 155 puede ser toda una mecha que encienda no solo el barril de pólvora nacionalista, porque tal vez no haya una inmensa mayoría para levantar el estandarte de la independencia, pero… ¿acaso no la hay para defender con uñas y dientes el autogobierno?  ¡Ay de aquellos que quieren imponer el centralismo a la fuerza y a machamartillo!  España siempre fue foralista, de concejos abiertos, y no jacobinista.  Hay que ir hacia una Confederación Ibérica que le dé la puntilla a la hematófaga casta, que solo sabe que uniformar y chupar la sangre del pueblo.  He ahí a Suiza, con más de cuatro lenguas y 26 cantones confederados en virtuosa armonía.  Los suizos no conocen el nacionalismo.

Dejamos al macho cabrío de Ti Polo pastando por aquellos breñales de “La Cancha”, de “El Barrerón”, de “El Jornillu”, de “El Cachuperi”, de “La Valaguija” o de “La Juenti Rebollu” y nos vamos a ver a nuestro poeta.  Como de costumbre, apartando las nieblas decembrinas con el fin de extasiarse ante su musa: aquella a la que intuimos que le repelían esos machos alfas de mirada a lo Clint Eastwood, o de abultados músculos al estilo de Arnold Shwarzeneger, o rudos y duros como John Wayne o Charles Bronson.  Machos alfas atiborrados hoy de connotaciones peyorativas y burlescas.  Bebedores de güisqui a palo seco, testosterona saliéndole por los bolsillos y apareciendo en los anuncios de “Axe”.  Nuestro poeta nos regala un nuevo soneto, la composición poética que más entrañable le resulta después de haber experimentado con todo tipo de estrofas.  En esta ocasión, nos rememora la última imagen que quedó en sus retinas:

No me esperaba tan feliz sorpresa.

Volví la vista y eras tú, añil hermoso,

con pelo a lo garçon, tan primoroso;

pero no llevabas tu chapeo de fresa.



¡Mi siempre amadísima princesa…!

(¡Ay, perdón por desliz tan horroroso!,

que frigio es tu gorro, lindo y garboso).

Tórtola bella y grácil de mi dehesa.



Mi roja dehesa y en mi pecho sita,

que amaba como nadie amó en el mundo.

Te recuerdo y mi corazón palpita.



Alegre al pronto, me volví iracundo

al saber de tu efímera visita.

De nuevo, un desdichado vagabundo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

SE MASCA LA TRAGEDIA (II) - 10/10/2017

Se me viene a mis oídos aquella pegajosa cancioncilla que cantaban las muchachas del pueblo, cuando jugaban al corro:

“De Cataluña vengo de servir al rey, ¡ay, ay!,

de servir al rey, de servir al rey;

y traigo la licencia de mi coronel, ¡ay, ay!,

de mi coronel, de mi coronel (…)”



Dicen algunos que la canción, desparramada por villas y lugares, se remonta al siglo XVIII, cuando se nos vino encima la Guerra de Sucesión  (1701-1713).  La Corona de Castilla tomó partido por el modelo centralista que preconizaba el francés Felipe de Anjou (ocuparía el trono español con el nombre de Felipe V de Borbón).  No nos pudo caer peor regalo a los españoles aquel año de 1700: un francés, hijo del depravado, perezoso e indolente Luis, Delfín de Francia, venía a estrenar la Casa de Borbón en este país siempre metido en contiendas por la envilecida consanguinidad azul de sus monarcas.  Vino la guerra, decantándose la Corona de Aragón, de modo fundamental todo el área catalana, por el archiduque Carlos de Habsburgo, que defendía un modelo foralista.  Pero triunfó Castilla sobre Aragón y nos tuvimos que tragar a palo saco a aquel rey franchute al que, a su vez, motejaban como “El Animoso” y “El Melancólico”.  Conocida  era su adicción al sexo, su obsesión por la sangre, su animosidad hacia la higiene, sus arrebatos paranoicos, su pasión por la caza y por  lo mucho que disfrutaba en todo tipo de tertulias mundanas.

Pero los catalanes, una inmensa mayoría, hoy no quieren oír hablar  de reyes, ya fueren centralistas o foralistas.  Y mucho menos después de la bronca que el ciudadano Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, “El Preparao”,  actual rey de España por herencia de la sangre, que no democrática, les ha echado a los de la barretina, tachándoles de desleales y de haberse saltado no sabemos cuántas normas y preceptos.  Y les riñó el pasado 3 de octubre, teniendo a sus espaldas un cuadro donde aparecía pintado uno de sus tatarabuelos: Carlos III, el que -¡ojo al parche!- prohibió radicalmente enseñar en catalán las primeras letras, la Latinidad y la Retórica y otras disciplinas propias de las escuelas y la Universidad.  Seguro que si a Feliciano Pescador Clemente, al que dejamos en la primera parte de esta columna afirmando aquello de que “santos a la fuerza son malos de llevar”, le vienen con monsergas semejantes, les salta a quienquiera que quisiera mojarle la oreja con aquello de: “¡Quietu parau!, que a mí naidi me jadi comulgal con ruéah de molinu.  ¡Hala, a espigal la magarza!, que aquí no hay naidi máh que naidi; asín que ¡chitón, rana, que ehtá mi agüela en la cama!”.  Porque el nieto paterno de Ti Zoilo Pescador Montero y de Ti Gregoria Caletrío Barroso (hubo confusión de apellidos en la primera parte y se piden disculpas), pese a llevar, como emigrante, más de cuarenta años en Cataluña, seguía, y a mucho orgullo, parlando en el habla astur-leonesa, tan propia del norte y el oeste cacereños, que había heredado de sus mayores.  Ello no quitaba, claro está, que él tuviera gran respeto por la lengua catalana y por la entidad como pueblo de la comunidad que le acogió y donde toda su familia pudo progresar y forjarse un futuro.

Recuerdo que, siendo un servidor un muchachuelo, Feliciano colocaba un puesto con alguna que otra escopeta de aire comprimido, que se cargaban con unas saetillas y se disparaba sobre una diana.  Según la mayor o menor puntería, los chavales, mozos y hasta casados recibían algunas golosinas.  Por ello, al paisano, aparte del heredado apodo de “Ratina”, también lo conocíamos por Ti Feliciano “El de loh caraméluh”.  El puesto lo montaba los domingos y otros festivos más gordos, cuando colocaban en el balcón del Ayuntamiento la bandera roja y gualda y la roja y negra, con el yugo y las flechas.  La primera era la misma que habían portado los vencedores de una guerra que ellos mismos provocaron al dar un golpe de Estado contra la legitimidad constitucional republicana en julio de 1936 y que había presidido todos los edificios institucionales a lo largo de cuarenta años perros de terrible tiranía.  La segunda, con los colores propios del sindicalismo revolucionario, había sido usurpada mediante todo un robo y una calculada estrategia, gracias a los vendepatrias y renegados, por el aparato propagandístico del franco-fascismo.  ¡Qué bien supieron envolverse las huestes de la CEDA o de los Renovación Española en ella para cometer todo tipo de desmanes!  Luego, en la Transición, le quitaron el aguilucho a la rojigualda (bandera borbónica por excelencia e impuesta por los ovarios de aquella otra borbona llamada Isabel II) y, aprovechando que el miedo guardaba la viña, nos la colaron camuflándola entre otras baratijas de claro cuño franquista, tal que el himno (cuyo origen es prusiano) y esa institución radicalmente antidemocrática que es la monarquía.  Cierta izquierda que, como mucho, había movido un solo dedo de las dos manos, contra la dictadura, o sea, el PSOE, se bajó los calzones gritando “¡ancha es Castilla!”.  Los comunistas, que sí habían dado la cara y regado con mucha sangre las cordilleras españolas (guerrillas antifranquistas o maquis), dieron en contemporizar (sus dirigentes, claro está) con los “Siete Magníficos” de Alianza Popular (la derecha pura y dura que engendraría al PP) y con los “Adolfos” y otros que vivieron a cuerpo de rey bajo la mano de hierro del déspota y se habían vuelto más demócratas que nadie de la noche a la mañana.  Y tanto contemporizaron, que también se dejaron caer a plomo sus pantalones.  De milagro, no se les desplomaron los calzoncillos. Solo se mantuvieron al margen los  revolucionarios anarconsindicalistas, soñando con aquellos tiempos en que la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) aglutinaba a más de un millón de obreros y campesinos.  Ellos, mis amados cenetistas, siempre tan reacios a banderas, himnos y patrias, y muy dados a hacer la guerra por su cuenta.  Iberismo puro.  Viriato, libre entre sus montes, peleando contra el imperialismo romano y los caciques de su tribu.  Romanticismo heroico, poniendo de manifiesto que la revolución se lleva dentro, en el tuétano, y no en la boca para vivir de ella.  Docenas de ellos cayeron, igualmente, entre las breñas del monte, acosados por la Guardia Civil y las contrapartidas facciosas.

Feliciano conoció muy bien a su vecino Marcial Pescador Calvo, al que le apodaban “Perrigalgu”.  Pertenecía a la Casa del Pueblo y era un republicano exaltado.  Un mozo alto y bien parecido.  Contaban que él fue el que, en la Nochevieja de 1930, colgó una bandera republicana en el balcón de la casa consistorial.  El día de Año Nuevo de 1931, el paisanaje se arremolinó bajo la bandera.  Hubo aplausos y vivas a la República.  La gente estaba ya muy harta de corruptas monarquías y de los abusos que se cometían en el campo.  No aguardaron al 14 de abril.  En días sucesivos, la bandera tricolor continuaría siendo aupada y aclamada por los más variopintos puntos geográficos de nuestra arrugada piel de toro.  La única bandera que, hasta la fecha, fue colocada por las encallecidas manos del pueblo-pueblo en millones de ventanas y balcones.  Con ella y no con otra tenía que haber enlazado nuestra Transición.  Una democracia, después de un largo período de oscurantismo y opresión, solo puede darse la mano con el último período democrático conocido, y éste no era otro que el de la II República.  Pero no fue así y nos colaron parte de la bazofia franquista.  Y  eso lo sabe muy bien el ciudadano Felipe, quien no es extraño que tenga sudores fríos en sus sueños, al sentirse como un supuesto impostor y al asaltarle la trágica pesadilla de su abuelo paterno haciendo las maletas para salir pitando hacia Roma.  Ahora, ha abroncado a los catalanes.  ¿Acaso un mensaje a la defensiva?  Cuando ciertos fantasmas soplan sobre el cogote y ponen sobre la cuerda floja el vivir a cuerpo de rey a costa de las arcas públicas, el escalofrío recorre la espina dorsal.  Por ello, todo vale con tal de criminalizar a todo lo que se menea.

Pasó el 1º de octubre (efemérides del “Día del Caudillo” en la dictadura) y no se mascó tragedia alguna, tal y como auguraba la moza que emigró a Cataluña cuando finó la escolarización en el pueblo, al ser sabedora de que miles de policías y guardias civiles habían desembarcado en el puerto de Barcelona. Carreras, gritos, palos y detenciones, como cuando los “grises” entraban a saco en la Universidad o en las fábricas.  Pero la sangre no llegó al río.  Esperemos que no llegue.  En el fondo, como bien dice mi buen amigo Seve Sánchez Jiménez, colega en el mundo de la Historia y que hace poco andaba de director de un instituto en Euskal Herría, no se trata de una crisis solo en Cataluña, sino que abarca todo el Estado español.  Seve, que lleva su “corazón repartío” entre sus tierras abulenses y la querencia (hijo de emigrantes) por sus muchos años de estancia en el País Vasco, no pierde puntada: “La crisis más grave es, sobre todo, la crisis social, y empezó con el 15-M.  Ahora ha aparecido otro elemento.  El capital financiero de Cataluña está jugando a asustar diciendo que va a trasladar sus sedes.  ¡Qué oportunidad!  Mejor sería salir a la calle y exigirles que devuelvan todo el dinero que nos han robado.  Se rescata a la banca y se quedan con el dinero”.

¡Claro que juegan a asustar!  ¿Dónde van a estar mejor esos oligarcas usureros que entre la burguesía catalana, tan amante de la pela?  Entre ellos, Gas Natural FENOSA, que dice haber trasladado su sede social de Barcelona a Madrid.  Habrá sido por indicación de Felipe González Márquez, que engordó como un cebón siendo consejero de esa empresa transnacional, haciendo gala de un “socialismo” peculiar, desconocido por estos territorios.  Los encorbatados y enjoyados ejecutivos de Gas Natural están más pendientes de su negocio gasístico en Italia, que les reportará unos ingresos de 1.000 millones de euros y les generará unas plusvalías de 400 millones, que de lo que ocurra en Cataluña.

Ante las oleadas blancas, rojigualdas (capitaneadas y capitalizadas por la extrema derecha -la afiliación a VOX ha subido como la espuma- y por un montón de exaltados e ignorantes chisgarabises a los que les recetaron elevadas dosis de supositorios españolistas), las multicolores del pasado domingo y las que están por llegar, no cabe más que una solución.  Es preciso mandar a todos los que pecaron por acción u omisión en este conflicto (a todos, sin excepción, sean del color que sean) a la Conchinchina.  Deben dar un paso atrás y dejar paso a otros que sepan inteligentemente reestructurar y rediseñar la España Libre, Igualitaria, Fraterna y Confederada, donde encajen todos y nadie sobre.  Preferible mil veces que no haya paz entre clases, pero jamás guerra entre pueblos.  Hoy, 10 de octubre, cuando redacto estas líneas, el sol anda con ganas de alcanzar el rojo vivo.  No son propias temperaturas tan altas en estas fechas otoñales.  La sequía nos tiene más que resecas las fauces.  No sabemos cómo se presentará la tarde: si los calores estallarán en tormenta o, por el contrario, el viento garbí de Barcelona asedará la climatología.  Ya os lo contaremos en la próxima crónica si es que nos dejan contarla.

Feliciano Pescador Clemente, nieto materno de Ti Francisco Clemente García y de Ti Francisca González Sánchez, prefería el garbí a la tramontana.  Él tenía un ojo puesto en Extremadura y otro en Cataluña.  No quería quedarse tuerto de ninguno.  Pero la Reflaca de la Guadaña, que nunca para de segar, le cerró los dos ojos un 12 de septiembre de 1917, cuando ya iba a agarrar los 94 otoños.  Se celebraba ese día en las parroquias a San Autónomo y a San Curonato.  Por septiembre fue también cuando nuestro siempre admirado poeta, el que solo se envuelve en la fría bandera de la niebla, trazó con su ardorosa pluma catorce sentidos versos.  Su musa, la de la arrolladora simpatía, la que es más que una musa y de pupilas como arándanos, cerró su puerta y emprendió un camino hacia otras latitudes.  La locura anda rondando la cabeza.  Con sus versos os dejamos.

“Quería y a la vez no quería que te fueras.

Que te dieran licencia, suplicaba.

Verte cada día me conturbaba,

pero verte quería de mil maneras:



con sombreros, pamelas o viseras;

con pololos, enaguas o chilaba;

con mal genio o cayéndote la baba.

Comoquiera; el caso era verte.  Eras



para mí toda y aún hoy lo sigues siendo.

Te fuiste lejos pero estás muy cerca,

que a todas horas te estoy viendo



y se me afloja cada día nueva tuerca.

Locura ya me está acometiendo.

No soy quien fui. Ahora soy Betti “La Puerca”.


domingo, 1 de octubre de 2017

LA PINGOLLA: SE MASCA LA TRAGEDIA (I) - 01/10/2017

No sabemos si el bar “Big Bang” de la localidad responde a aquella Gran Explosión que se tiene como modelo cosmológico fundamental y predominante para explicar la edad del Universo, sus períodos más antiguos y su evolución a gran escala.  O tal vez haga mención a la famosa banda musical surcoreana que, con tal nombre, debutó en agosto de 2006.

Lo mismo da que da lo mismo. Ya se lo preguntaré algún día a Rosi Martín Esteban, la guapa y “jaquetona” rubia que lo regenta.  El caso es que fue junto a su barra cuando Feliciano Pescador Clemente, hijo de Ti Vicente Pescador Caletrío y de Ti Gregoria Clemente González, de la familia de “Las Cigarras”,  me resumió en cuatro renglones su visión sobre Cataluña: “Yo soy ehtremeñu de nacencia y en el mi pueblu mamé la lechi, entré en quinta y me casé, y ehtremeñu me moriré; peru Cataluña me acogió, me dio trabaju y allí loh mih híjuh han jechu su vida, y loh mih niétuh son ya tóh catalánih; asín que ehtoy agradacíu a Cataluña, que pa mí nunca se portó mal, y tó el que habli mal contra Cataluña, eh cumu si lo jidiera contra Extremadura.  Cá pueblu eh cá pueblu y son élluh loh que debin luchal pol sí míhmuh y pol el su futuru”.

Feliciano Pescador Clemente


Feliciano heredó de sus mayores el apodo de “Ratina” y vino a visitar el mundo a las diez horas del día 29 de octubre de 1925.  El mismo día que el famoso compositor poeta y escritor de izquierdas israelí Haim Hefer, el que adaptó al hebreo aquella famosa canción española y republicana de “¡Ay, Carmela!”, tenida como el himno oficioso de las Brigadas Internacionales.  Conmemoraba la Iglesia, en tal jornada, a Santa Eusebia y San Decencio, y también -¡cómo no!- al mártir San Feliciano de Cartago.  Con cuarenta años a sus espaldas, cogió la maleta de madera y se subió en el tren, camino de Barcelona.  Dos años más tarde, recogería a su mujer y a toda su prole y se establecerían definitivamente en tierras catalanas.  Trabajó de encofrador toda su vida.  Sería en la diáspora cuando  se despertó en él una loca pasión por el deporte.  No solo por el Barça de sus entrañas, sino por todo tipo de ejercicios y acrobacias ejercitadas sobre campos y pistas deportivas.  Sería el introductor del juego de la petanca en su pueblo (totalmente desconocido entre aquellos canchos y encinares), que llegó a levantar verdaderas fiebres competitivas.



El nieto paterno de Ti Zoilo Pescador Jiménez y de Ti Gregoria Caletrío Montero intuía que algún día, como había ocurrido el 6 de octubre de 1934, los gobernantes catalanes declararían la independencia de su territorio: “Al mi parecel, yo siempri he síu partidariu de que Ehpaña y Cataluña se entendieran, poh tengu loh mih querélih repartíu entre dámbah; ahora, si llega el casu y loh catalánih decidin pol loh vótuh qu,élluh quierin jadel su vida y suh léyih, tampocu se debería ajuntal el cielo con la tierra, que, cumu dici el reflán, `sántuh a la juerza, son máluh de lleval`”  Y Feliciano hablaba con prudentes, sabias y reposadas palabras.  Iba ya camino de los noventa otoños y, a esas edades, la experiencia es la madre de la ciencia.



Ciertamente, el 6 de octubre de 1934 el abogado leridano y miembro de Esquerra Republicana de Catalunya, Lluís Companys i Jover, President de la Generalitat, proclamó el Estat Catalá.  Seis años y una semana más tarde, sería torturado y fusilado por los franco-fascistas en el castillo de Montjuic, después que la Gestapo lo apresara en Francia y lo devolviera a las manos del general Franco y sus esbirros.  Ahora, en este septiembre de 2017, ha vuelto a enardecer la hoguera.  Como bien dice mi buen amigo el sociólogo Vicente Hidalgo, se ha producido el encontronazo “entre las burguesías, ambas nacionalistas, del Estado español y de Cataluña, en un momento difícil para los dos partidos más importantes que las representan: el Partido Popular y el Partido Demócrata de Cataluña, antes Convergencia y Unión.  Ambos partidos son, presuntamente, los dos más corruptos de la reciente Historia de nuestra débil democracia, por lo que ambos se retroalimentan en una huida hacia delante”.  Verdad es que el artículo 1.2 de la Constitución  dice que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.  Pero por otro lado, gobiernos españoles fueron los que firmaron el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que en su Artículo 1 afirma que “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación.  En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural”.  Y, además, el artículo 93 de la Constitución española garantiza el cumplimento de los tratados internacionales que se firman; aunque no sería la primera vez que lo firmado se lo pasen los gobiernos bajo el arco del triunfo, como está ocurriendo actualmente con el Tratado de recogida de refugiados.



El gobierno del PP, heredero del feroz jacobinismo de la dictadura franquista, agita el principio de integridad territorial.  Sin embargo, el Tribunal Internacional de Justicia ha  fallado varias veces, alegando que ese principio solo es aplicable a las relaciones interestatales y no puede ir contra el derecho de autodeterminación, añadiendo, de paso, que una declaración unilateral de autodeterminación no es ilegal dentro de la ley internacional.  Luego, están varias declaraciones de la ONU y de la OSCE, que repiten lo del derecho universal a la autodeterminación, que no solo afecta a las colonias.  No hay que olvidar nunca que  los cimientos del PP está en aquellos siete líderes de Alianza Popular, calificados por la prensa de aquel entonces como “neofranquistas”, que se federaron para caminar marcialmente hacia un partido único y cuyos 3.000 compromisarios clausuraron su congreso bajo los gritos de “¡Franco, Franco, Franco!”  Niegan las huestes “populares”, haciendo una cuadratura del círculo, el carácter de pueblo a Cataluña.  ¿Acaso es una entelequia aquello de que “la soberanía nacional reside en el pueblo español”, como deja muy claro la Constitución?  ¿No están los catalanes revestidos de carácter soberano como parte de  ese pueblo que forma la nación española?  Parece ser que la derecha, la izquierda que no es tan izquierda y la de “ahora no toca” y demás compañeros mártires no lo ven así.



Agarrándose a un clavo ardiendo, apelan estos constitucionalistas de pacotilla al artículo 92,2 de la mentada Constitución: “El referéndum será convocado por el Rey, mediante propuesta del Presidente del Gobierno, previamente autorizado por el Congreso de los Diputados”.  No obstante, he aquí que las leyes de andar por casa, como las diferentes constituciones de esta o aquella nación, siempre deben someterse al ordenamiento legal internacional, sobre todo aquellas que firmaron el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, entre los que se encuentra el de los pueblos a su libre determinación.  Enfoques interesados y contrapuestos que han llevado a ese “establishment” escorado hacia la diestra a subirse por las paredes y a mesarse los cabellos.  No es de extrañar por ello que personajes tan altamente significativos dentro de las filas del PP, como Soraya Sáenz de Santamaría, se atrevan a decir aquello de “nunca he sentido tanta vergüenza democrática”.  Pero no se le cae la cara de vergüenza democrática cuando el pasado día 21 de septiembre se dieron a conocer los resultados de la Comisión de Investigación que ha sacado a orear los trapos de las cloacas del Ministerio del Interior, bajo el mandato del mafioso y opusdeísta Jorge Fernández Díaz.  El dictamen confirmaba que el Gobierno de Mariano Rajoy Brey había articulado todo un entramado policial y parapolicial, haciendo de las leyes papel mojado, intoxicando y amedrentando a la  gente en determinados procesos electorales y en el que debiera ser honesto debate político.



El pasado 23 de septiembre, con motivo de las fiestas del Cristo en ese pueblo que le motejan “El Bajo” pero que tiene sus orígenes en una colina flanqueada por dos riachuelos, me topé con grupo de paisanos celebrando por todo lo alto sus festejos más entrañables.  Una joven ya madurita, bien parecida y con enormes pupilas de tanzanita, con su combinado en la mano, gritaba repetidamente “¡Se masca la tragedia!  ¡Se masca la tragedia! ¡Se masca la tragedia…!”  Al parecer, alguien del corro había comentado que más de 6.000 agentes de las Fuerzas de Orden Público desembarcarían en el puerto de Barcelona.  Ella, la paisana que emigró en edad escolar a Cataluña, me miró con sus profundos ojos cuando fui a saludarla y me espetó: “Otra vez vuelven a las andadas y declararán el estado de sitio en toda Catalunya.  ¡Pero no se lo permitiremos!”.  Ti Felicianu “Ratina”, que así le llamaban cariñosamente en el pueblo, me había dicho delante de aquel otro buen paisano y buen amigo, Santiago Paniagua García, emigrante como él y de la saga familiar de “Loh Pringáh” o “Loh Lorínuh”, que no tenía por qué juntarse el cielo con la tierra si los catalanes deseaban sentirse más catalanes que nunca.  Y también aquello de “santos a la fuerza, son malos de llevar”.  Pero he aquí que algunos han pretendido y pretenden que, efectivamente, el firmamento se estrelle contra la corteza terrestre, atizando la lumbre con fuerza inaudita.  ¡Todo sea por la patria!  Por la patria de algunos, claro está, que no por la Patria (con mayúscula) de los millones de españoles que viven precariamente, a los que la palabra patria no les dice absolutamente nada si no se acompaña del Pan, el Techo, la Libertad y la Justicia Distributiva, elementos consagrados en una Constitución que sigue siendo papel mojado en muchas de sus páginas.   Ya lo decía José Antonio Primo de Rivera, tantas veces malinterpretado y bastardeado por un régimen manchado de sangre y por sus muchos herederos; tirado a los pies de los caballos por tirios y troyanos, por rojos de tres al cuarto y por azules vendidos y desteñidos.   “Las derechas, como tales, no pueden llevar a cabo ninguna obra nacional, porque se obstinan en oponer a toda reforma económica.  No habrá Patria y Nación mientras la mayor parte del pueblo viva encharcada en la miseria y en la ignorancia, y las derechas, por propio interés, favorecen la continuación de este estado de cosas”.



Un servidor, como buen discípulo de Piotr Kropotkin, Errico Malatesta y Anselmo Lorenzo, no se fía de banderas ni fronteras.  Pero no aguanto y me dan vascas la impostura y el cinismo del rancio nacionalismo español, el que se envuelve en la bandera bicolor y grita “¡A  por ellos!” en las calles.  Y entre tanta vociferante tropa, muchos desharrapados que desconocen santo y seña del estandarte borbónico.  Ya  me lo decía Ti Feliciano: “¡Ojo con loh muértuh de jambri a loh que jartan de sópah, que traicionan a loh súyuh al regolvel de la ehquina!”.



Cambiemos de tercio y dejemos algunos renglones para la segunda parte.  Mientras, esperemos que no se llegue a mascar la tragedia, ni la que, cual espada de Damocles, pende sobre Cataluña, ni aquella otra más romántica que hurgó en los ventrículos de nuestro poeta una tarde del ardiente estío, cuando él seguía envuelto en perenne niebla.  Doloridas noticias le llegaron a sus tímpanos, que él reflejó en sentidas estrofas:

“¿Sabes?  Fue una paloma volandera

la que vino, alocada, a mí una tarde

y, haciendo con sus alas gran alarde,

se volvía por el pico una parlera:



-“Se te va; se te fue tu primavera,

y, tal vez, el latir se le retarde

a víscera que, en amor, se agita y arde.

Se fue a otra pedagógica pradera”.



“¡Maldita mensajera de la paz!”,

le increpé con redoblada inquina.

-“¡Largo de aquí, fullera y montaraz!”



Y, al poco, oscuro invierno.  Pura ruina.

No volvió ave de vuelo tan fugaz

a arrullar en la rama de la encina”.

domingo, 13 de agosto de 2017

MAZINGER ZETA - 12 Agosto, 2017

 Felipe Caletrío Esteban, el paisano que tenía un ojo a la virulé y al que todo el mundo le conocía por Ti Gelipi “El Grillu”, nunca supo que Mazinger Zeta era un robot conformado por la misteriosa e irreductible aleación “Z”.  Lo pilotaba Koji Kobuto y, con él, se enfrentaría a los malvados robots de Hell, con el objetivo de salvar al mundo.  Felipe solo sabía que había nacido un 26 de mayo de 1907, domingo.

Por Felix Barroso Gutierrez - 12 Agosto, 2017

Felipe Caletrío Esteban

Justamente cuando también lo hizo el famoso actor, cantante, cineasta y productor estadounidense John Wayne.  La Iglesia decía misa recordando a San Fugacio y a San Simetrio.  Y también sabía que era hijo de Ti Hilario Caletrío Barroso y de Ti Felipa Esteban Gordo y que se había quedado tuerto porque una escopeta clandestina, que siempre llevaba consigo al monte, le hizo una mala jugada, reventando el cartucho con muy mala folla y estropiciándole un ojo.  Pero eso fue después de haber sido movilizado para pegar tiros en una guerra de la que no sabía  ni de qué lado le venía.

A Felipe Caletrío le llevaron al frente cuando apenas quedaban ya cinco meses para que acabara aquella masacre cuya mecha la prendieron ciertos fachas y fanfarrones generales africanistas, jaleados por terratenientes y banqueros y gran parte de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.  Era de la quinta del 27 y fue movilizado en noviembre de 1938.  Su pueblo había caído en “zona nacional” y le tocó apretar el gatillo contra los “rojos”. “No eran loh rójuh cumu moh loh pintaban -me relataba en cierta ocasión el amigo-, que ni tenían rábuh ni cuérnuh.  Eran ehpañólih cumu nusótruh y quiziá múchuh d,élluh con máh humanidá y miramiéntuh pa la genti baja que múchuh de loh qu,ehtaban a lah órdinih de Francu”.   Algunas balas silbaron por cima de su cabeza, pero no fue cosa de peligro.  Integrado en su regimiento de Caballería, que avanzaba a la vera de los fascistas italianos que formaban la División Littorio, se metieron por La Mancha albaceteña y no pararon hasta Chinchilla.  El frente republicano se desmoronaba y cundía la desbandada.  En el aeródromo de Los  Llanos, Albacete, el nieto paterno de Ti Lorenzo Caletrío Miguel y de Ti María Barroso Esteban fue testigo de la entrega de los aviones republicanos a las tropas franco-fascistas.  El coronel de aviación Manuel Cascón Briega, oriundo del pueblo salmantino de Ciudad Rodrigo, no quiso huir y dejar en la estacada a sus soldados.  Siempre pensó que aquellas “Concesiones y Benevolencias del Generalísimo”, dirigidas a los perdedores y emitidas continuamente por la radio, formaban parte de la conmiseración de los vencedores.  Pero… , “¡Vae victis!”  No tardó en presentarse el comandante de aviación, furibundo franquista, Gerardo Fernández Pérez, que, después de humillar y vejar al coronel republicano, exclamó a grandes voces: “¿Qué se han creído ustedes?  ¿Que han perdido unas elecciones?  ¡Nada de eso!  Han perdido una guerra con todas sus consecuencias y no piensen en la cárcel, que luego vienen los indultos.  ¡Piensen que serán condenados a muerte y fusilados!”  El coronel Manuel Cascón sería ejecutado el 3 de agosto de 1939 en Paterna.  La terrible frase lapidaria del general Emilio Mola Vidal, conocido como “El Director” por ser el cerebro de la tragedia del 36, seguía patentizándose macabramente: “Hay que sembrar el terror.  Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros”.

La actuación miserable, engreída, totalitaria y genocida de aquellos espadones y otros dirigentes de las  derechas españolistas acabaron de quitar la venda de los ojos de Felipe Caletrío.  A ello coadyuvaron las conversaciones que mantuvo con muchos republicanos que se habían alistado voluntarios en el ejército de Franco para pasar desapercibidos y evitar ser represaliados.  Miles de ellos continuaron con el máuser a cuestas en la División Azul, dejando su sangre congelada sobre las estepas del invierno ruso.  “Unu del nuehtru pueblu tamién queó pa,llí.  Se llamaba José Gutiérrez Díaz y era un buen muchachu, gran amigu míu.  Era de loh pócuh comuníhtah c,había en el pueblu.  Se jué voluntariu a la guerra.  Tenían amenazá a la su familia y él, pa jadel mérituh, se jué voluntariu.  No volvió máh.  Ni siquiera vinu parti de él de que lo habieran matau loh rúsuh.  Se le dio pol desaparecíu y hahta el día de la fecha”.   Los años de las cartillas de racionamiento; las calamidades y padecimientos bajo el cruel régimen dictatorial; el pobre campesinado asentádose en dehesas compradas a los latifundistas a precio de oro y en las que éstos se reservaban las mejores zonas regables de aquellos pueblos de colonización; los indigentes pegujaleros escapando con sus maletas de madera hacia los países europeos; el agobio integrista de una Iglesia que compadreaba a sus anchas con los caciques y los políticos conservadores y adictos a aquel Movimiento que no se movía ni un milímetro de sus postulados genocidas y totalitarios…  Y los de siempre engordando a costa de las arcas públicas y del estraperlo.  El pueblo se resignaba y callaba.  El miedo a los confidentes y la  oscura sombra de los cuartelillos guardaba la viña.   Ti Felipe “El Grillo” hizo lo que el otro: oír, ver y callar, por la cuenta que le tenía.  Se dedicó a labrar sus cuatro cachos y a encajar y entablillar huesos rotos de sus vecinos, que por algo había heredado la gracia de su suegro, un afamado curandero en todos aquellos alrededores: Gregorio Jiménez Montero, al que chicos y grandes llamaban Ti Grigoriu “Parra”.



No conoció el nieto materno de Ti Lorenzo Esteban Sánchez y de Ti Manuela Gordo Puertas (natural del pueblo de Palomero) a Mazinger Zeta, ni supo en su curanderil y campesina vida que la letra “Zeta” o “Ceta” deriva del proto-semaítico “Za”, simbolizado por un puñal.  En arameo, significa “arma”.  Por suerte, tampoco llegó a conocer ese otro monstruo cargado de opacidad, secretismo y falta de democracia y que se entiende a nivel de calle como CETA      :  “Comprehensive Economic and Trade Agreement” (hablando en cristiano: “Acuerdo Extensivo Económico y de Comercio”).  ¡Lástima que la daga afilada y cortante de la “Zeta” o los fulgurantes rayos de Mazinger Zeta no lo hubieran fulminado antes de ser aprobado  por toda  la oligarquía europea y aquella socialdemocracia que se volvió socioliberal y gatopardista!   Los herederos ideológicos del franquismo lo han aprobado con gran entusiasmo.  El caso es tener a buen resguardo sus controvertidos intereses y privilegios, amañados y amasados, en muchos casos, en los años de la paz de los cementerios, aunque para ello haya que encorbatarse como mandan las directrices de la democracia cristiana, el ñoño y veletero centrismo que se acuesta liberal y se levanta  con un tufo a historicismo alemán que no hay dios que lo aguante o el reformismo monárquico-capitalista de ciertos socialdemócratas.  Todos los que han sudado la gota negra para defender al “CETA” son los perros cancerberos de los consejos de Administración de las multinacionales europeas, en donde se encuentran las “puertas giratorias” en las que van montados dirigentes del PP, de las derechas nacionalistas y del PSOE venidos a menos políticamente pero yendo a más en lo tocante a sus bolsillos.

Aquellos que engordaban como tejones en tiempos en que Ti Felipe no hacía otra cosa que oír, ver y callar son los mismos que se llenan la panza ahora.  O sea, todos esos bancos europeos (Deusch Bank, el BSCH, el BNP o el BBVA, por citar algunos), que son quienes controlan miles de negocios, desde la Sanidad a la Energía, se aglutinan en todo un bloque oligárquico, defendido con uñas y dientes por las formaciones políticas mentadas más arriba.  Los que han rubricado el Acuerdo pretenden desregularizar las economías de sus países y ponerlas al servicio de las grandes multinacionales financieras e industriales.  ¡Pobres autónomos y pequeños empresarios!  Todo un pufo contra la clase trabajadora europea y, en general, contra los pueblos del mundo, a la que se somete a una merma de sus derechos sociales y laborales.  Toda una globalización muy ansiada por el imperialismo capitalista, cuyos poderes mediáticos y cavernarios han sabido vender muy bien su podrido producto a unas masas aborregadas, individualistas, acríticas y carentes de conciencia de clase.  ¡Menuda eufórica borrachera la de Mariano Rajoy Brey y sus mesnadas bailando la conga con Donald Tusk y Jean-Claude Juncker, presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión Europea, respectivamente!  ¡Vuelve, por favor, Mazinger Zeta, y lanza tus rayos congeladores sobre ese engendro que no es tu tocayo sino el Edward Hyde de la película!  Y esta vez la película no es de ficción, sino pura y dura realidad, aunque algunos que dicen estar a la izquierda pero están en sus antípodas la cataloguen de “acuerdo progresista”.  Y otros que danzan al mismo compás se tapen los ojos para no ver nada, refugiándose en la abstención.  Luego, muchos rótulos de “Somos la Izquierda” y, a la vuelta de la esquina, el jefe de filas declara con contundencia que “somos un partido de centro-izquierda”.  O sea, como aquella Gestora que le descabalgó por desbocarse hacia la izquierda.

Ti Felipe Caletrío Esteban no llegó a conocer el CETA.  ¡Ni puñetera falta que le hacía!  La Enlutada, la que no descansa ni de noche ni de día, vino a por él un martes de 1995.  Mayo florido iba por su segundo día y se cantaban honores a Santa Flaminia y Santa Viborada.  Sus espaldas ya iban abrumadas por el peso de 87 primaveras.  Él fue todo un artista en lo tocante a la curandería de huesos.  No llegó a la categoría de los “zajurílih”, esas especies de santeros y santones, aparte de curanderos, que recorrían las pedregosas y ensortijadas trochas de Las Hurdes y cuyo poder de videntes jamás fue discutido.  Y un “zajuril” sería el que, sentado frente a frente con nuestro poeta, aquel que sigue sin poder escabullirse de las brumas de diciembre, le miró fijamente a sus ojos de color café con leche (¡ay si hablara el café que no pudo tomar con su amadísima musa!) y le auguró que por sus venas correría el “mal azul”.  El críptico mutismo de su musa, que no cogió el guante oceánico que el poeta le lanzó, esfumándose la isla de Hydra en aguas del Egeo, le instaron a una dolorosa despedida.  Pero llegado fue el tiempo del estío y hora es de dejar al vate con sus versos cargados de misterio:

NAUFRAGIO

Tan grandes como dos añiles faros

me abriste unos ojos que mataban.

Por lo hermosos, con fuerza asesinaban.

Sabía que los vendías pero muy caros.



Le puse  a lo barato mil reparos.

Bagatelas jamás me enamoraban,

ni los panes mascados me molaban

ni nadie  me hizo entrar por prietos aros.



Amaba a quien amaba libre vida

y libertad defendía a dentelladas.

Fue un “zajuril”, al modo de un druida,



quien me auguró, por tierras bienamadas,

dura travesía en barca malherida

y mi naufragio entre aguas encrespadas.