lunes, 6 de noviembre de 2017

EL MACHO ALFA - 30/10/2017

No sé el paradero de aquella foto que le saqué a Hipólito Esteban Díaz cuando, en una de mis muchas correrías etnoarqueológicas, me lo topé en el paraje de “Loh Aullaéruh”.  Parecía todo un pastor bíblico, cuasi un profeta.  Las cabras por la calleja y él, con sus ojos febriles y su barba de varios días, se encontraba en lo alto de un risco: en una mano el garrote; en la otra, un grueso y ajado libro.  Había oído que era testigo de Jehová.  Noble inteligencia natural y gran bondad.  Había convertido todo un erial en toda una hermosa huerta.  Allí, junto a la Rivera del Bronco, al sitio de “Peña  Carrahcu” y el “Charcu Maltraviesu”.  A pocos tiros de honda, el río Alagón.  Perdí aquella entrañable foto  y Pablo Esteban Aprea, al que conocen en el pueblo por “El Poeta”, me trajo otra de su padre.  Es la que aparece ilustrando el texto y, en ella, Ti Polu “El de la Biblia”, como le decían sus paisanos, ya adolecía del hepatocarcinoma que le llevaría a la tumba.

Ti Polu “El de la Biblia”


Hipólito, hombre de paz vino a este mundo de guerras cuando el lugar estaba inmerso en plenas fiestas de San Blas, tiempo en que los quintos sacaban al macho cabrío engalanado por las calles y con un gran cencerro colgando del pescuezo.  Además, ese día también repicaban las campanas en honor de San Lupicinio y San Agatángelo.  Era el 3 de febrero de 1922.  Aún coleaba el “Expediente Picasso”, abierto por la matanza a manos de los rifeños de más de 10.000 soldados españoles en lo que se conoció como “El Desastre de Annual”.  Soldaditos de humildes familias (los ricos se libraban al pagar sus padres varios duros de plata) llevados al matadero de Marruecos para defender oligárquicos intereses, entre los que se incluían oscuros negocios del propio monarca: Alfonso XIII, bisabuelo de actual rey: el ciudadano Felipe.  El general Manuel Fernández Silvestre, que iba al frente de la tropa, se pegó un tiro y así evitó remordimientos de conciencia.  Caía el Gobierno del liberal Antonio Maura y Montaner y, en marzo de 1922, lo relevaba el conservador José Sánchez Guerra.  Tanto monta, monta tanto.

Hijo era Ti Polo de Ti Pablo Esteban Martín y de Ti Aurelia Díaz Montero, braceros que trabajaban por cuenta de otros.  Aquel día en que me di de bruces con él entre centenarias encinas y caprichosos  canchales de granito, me relató algunos retazos de sus experiencias vitales.  Catorce años tenía cumplidos cuando la hidra de las siete cabezas comenzó a incendiar España una calurosa jornada de julio de 1936.  El pueblo fue tomado, el Ayuntamiento destituido y todos los que se habían significado por sus ideas republicanas y frentepopulistas pasaron a integrar las listas negras.  Por las noches, se levantaban barricadas en las carreteras de entrada a la población, turnándose varios vecinos en velar bajo las estrellas.  Una de aquellas noches, Hipólito acudió con su padre a la barricada.  La habían levantado en la carretera que conducía a La Oliva y a Plasencia, al sitio de “Loh Cornizuéluh”.  Al frente de aquel pelotón de campesinos, andaba un guardia civil jubilado, que se había tirado casi toda su vida por cuartelillos de Cataluña.  “Era mu rectu y loh mucháchuh le  teníamuh mieu, que si no jadíamuh algún recau que moh mandaba, moh pegaba un pal de óhtiah” –me relataba Ti Polo. Se llamaba Lorenzo Sánchez Caletrío, pero le decían “Ti Zorrita” y ya peinaba bastantes canas.  “El casu eh que aquella nochi -seguía contando Hipólito- no se vía ni un jarramplu.  Debía sel a loh priméruh d,agohtu o asín.  Ehtaba el cielu cubiertu y retronaba a lo léjuh.  A mí ya me vencía el sueñu y, de prontu, sintí que algúnuh hómbrih se acurcuzaban detráh de  la barricá y que montaban loh mohquetónih.  Se jidu un silenciu que ni se oyían a loh grílluh cantal.  Al momentu, el guardia civil gritó a tó pulmón: `¡¿Quién anda ahí?!  ¡Santu y seña!` Naidi rehpondió.  El guardia diju pol lo baju: `Pol el mó de hablal, eh cumu si jueran catalánih`.  Y en un santiamén, gritó `¡Fuego!` “

El paisano me pormenorizó después que, al acabar los disparos, el silencio fue más profundo y ya no se volvieron a escuchar ni los truenos que rodaban por lo alto. Por la mañana, al clarear el día, se descubrió que había un burro muerto a balazos bajo unos olivos cercanos.  Y se habló, igualmente, de que el guardia civil, gran fervoroso de los sublevados franquistas, juraba y rejuraba que había oído hablar en catalán aquella noche, y que los catalanes eran todos unos rojos separatistas y que no debería quedar simiente de ellos.  Cabía aquella posibilidad, ya que un hijo del guardia, treintañero, al que le gustaba  tirarse el pisto hablando en catalán, rondaba algunas noches a una moza del cercano pueblo de Ahigal.  Durante los veranos, andaba con su familia atendiendo una finca que tenían en el paraje de “La Güerta la Blahca”, durmiendo en una caseta que allí había.  Corta era la distancia que la separaba de la barricada.  Cuando al del tricornio le comentaron que se podían haber cargado a su hijo, respondió, castellanizando y poniendo énfasis en su voz: “Pues se lo tenía merecido.  No consiento que nadie, ni mi propio hijo, hable delante o detrás de mí en catalán”.

Los machos alfas, pertenecientes al género humano y que son del signo negativo, han aparecido estos días como setas, a raíz del conflicto de Cataluña.  Muchos de ellos, atildados, con gemelos de oro en los puños de sus camisas y con caras y elegantes corbatas de seda.  En el fondo, personas agresivas, con profunda inseguridad en sí mismos, causada por el miedo y la  baja autoestima.  Aquel guardia parecía uno de ellos, pero en la versión que se caracteriza por escasa talla intelectual, pertenecer a familias problemáticas, de orígenes muy bajos o, tal vez, con defectos físicos o mentales ocultos.  No dejaba de ser uno más de aquellos a los que la guerra les había despertado sus psicopatías y se dedicaban a asesinar en la retaguardia.  Los hubo que siguieron firmando penas de muerte hasta la década de los 70, cuando estaban ya con un pie en la sepultura.

Machos alfas que se atruenan los oídos de tanto gritarse “¡yo soy español, español, español!”, como si los demás no fuésemos españoles porque no ponemos banderas monárquicas en nuestros balcones, no cantamos himnos ultramontanos en las plazas o no hacemos gala de posturas reaccionarias ni caemos en ultranacionalismos agresivos, catolicistas recalcitrantes, guerreros e imperiales.  No entienden que nosotros no queremos la fractura social de España, pero tampoco queremos que haya machos alfas que se oponen a que nuestros compatriotas catalanes continúen siéndolo porque así lo deciden ellos.  No queremos porras ni pelotas, pero sí queremos contar también con los catalanes reacios a la independencia.  Los dioses, en los que no creemos los que tampoco creemos en encorsetadas patrias bicolores, banderas, fronteras ni reyes, nos libren de ese casposo nacionalismo español que comenzó a incubarse en 1812, a raíz del estrepitoso fracaso de España como nación.  Nacionalismo ultra, reaccionario, antiilustrado y antidemocrático.

Ti Polo “El de la Biblia” me decía que “para machu, el de la mi piara”.  Un macho cabrío que triscaba, libre, épico y airoso, por aquellos riscales que se asomaban a las fauces de las espumosas y embravecidas aguas de la Rivera.  La Libertad, la Épica y la honesta Gallardía también las compartimos nosotros.  Valores que, junto con el Pan, el Techo, la Solidaridad y la Justicia Distributiva, deben ser los siete puntales donde se cimiente la Patria con la que soñamos, esa España a la que, sin dejar de ser ciudadanos del mundo, amamos, al igual que la Generación del 99, porque realmente nos duele.  Nuestras neuronas cerebrales nos rescatan al siempre revolucionariamente recordado Georges Brassens, el libertario francés más representativo de la “Trova Anarquista”.  Algunas de aquellas letras tuvieron gran éxito en boca del también siempre camarada, al que escuchábamos con arrobo en nuestros años jóvenes y ahora también, Francisco Ibáñez Gorostidi, más conocido por Paco Ibáñez:

“Yo no pienso, pues, hacer ningún daño,/queriendo vivir fuera del rebaño.

En el mundo, pues, no hay mayor pecado/que el de no seguir al abanderado.

No, a la gente no gusta que

uno tenga su propia fe (…)”

Los machos alfas, en su subcategoría política, de los que ya hablaremos en la segunda parte de esta columna, no permiten que seamos y marchemos libres por el mundo, como el macho mocho de Hipólito Esteban Díaz.  Que mantengamos alzado el puño de la rebeldía y la independencia frente a los poderes políticos, económicos y culturales y que no aceptemos galardones procedentes de esas instituciones mantenidas por las manos manchadas de banqueros usureros y de políticos corruptos.  Orgullosos estamos de llevar en nuestras sangres hematíes cosmopolitas e internacionalistas, considerando a la Humanidad como un todo moral y natural.  Creemos en la  Fraternidad Universal y nos erigimos en la antítesis del nacionalismo egoísta y burgués que trastocó la Cultura Popular para convertirla en Cultura Estatal, homogénea y uniformada, que, al contrario de la que emana del pueblo, surge del poder y se impone desde arriba sobre las clases populares.  Aborrecemos de las tesis estatalizadoras y de su zancadilleo continuo a la libertad, a la espontaneidad y a la creatividad.  Y más ascos hacemos aún del ultranacionalismo vestido de rojo y amarillo, que se permite incendiar las redes sociales con repugnantes mensajes guerracivilistas, tocando a rebato para que las tropas de un nuevo Felipe V (Felipe  VI es el que lleva la corona ahora) recrearan, con fuego real, otro sangriento septiembre, como aquel de 1714.

Felipe VI, tataranieto de “El Rey Felón”, ya se divorció de gran parte de la sociedad catalana con su discurso del pasado 3 de octubre, cuando, al igual que el PP, apoyado en la muleta de Ciudadanos y en los que a todas horas se fotografían con un fondo encuadrado con el rótulo “Somos la Izquierda” (no acaban de creérselo), optó por la belicosidad del 155, para mayor gloria de la derecha de este país.  La banca siempre gana y su seguro servidor, don Mariano Rajoy Brey, gana también: amarran a Ciudadanos y alejan al PSOE de Podemos y de ciertos nacionalismos.  Jugada redonda: ya no habrá espacio para construir otras mayorías alternativas en el Congreso.  Pero a lo mejor el tiro les sale por la culata.  El 155 puede ser toda una mecha que encienda no solo el barril de pólvora nacionalista, porque tal vez no haya una inmensa mayoría para levantar el estandarte de la independencia, pero… ¿acaso no la hay para defender con uñas y dientes el autogobierno?  ¡Ay de aquellos que quieren imponer el centralismo a la fuerza y a machamartillo!  España siempre fue foralista, de concejos abiertos, y no jacobinista.  Hay que ir hacia una Confederación Ibérica que le dé la puntilla a la hematófaga casta, que solo sabe que uniformar y chupar la sangre del pueblo.  He ahí a Suiza, con más de cuatro lenguas y 26 cantones confederados en virtuosa armonía.  Los suizos no conocen el nacionalismo.

Dejamos al macho cabrío de Ti Polo pastando por aquellos breñales de “La Cancha”, de “El Barrerón”, de “El Jornillu”, de “El Cachuperi”, de “La Valaguija” o de “La Juenti Rebollu” y nos vamos a ver a nuestro poeta.  Como de costumbre, apartando las nieblas decembrinas con el fin de extasiarse ante su musa: aquella a la que intuimos que le repelían esos machos alfas de mirada a lo Clint Eastwood, o de abultados músculos al estilo de Arnold Shwarzeneger, o rudos y duros como John Wayne o Charles Bronson.  Machos alfas atiborrados hoy de connotaciones peyorativas y burlescas.  Bebedores de güisqui a palo seco, testosterona saliéndole por los bolsillos y apareciendo en los anuncios de “Axe”.  Nuestro poeta nos regala un nuevo soneto, la composición poética que más entrañable le resulta después de haber experimentado con todo tipo de estrofas.  En esta ocasión, nos rememora la última imagen que quedó en sus retinas:

No me esperaba tan feliz sorpresa.

Volví la vista y eras tú, añil hermoso,

con pelo a lo garçon, tan primoroso;

pero no llevabas tu chapeo de fresa.



¡Mi siempre amadísima princesa…!

(¡Ay, perdón por desliz tan horroroso!,

que frigio es tu gorro, lindo y garboso).

Tórtola bella y grácil de mi dehesa.



Mi roja dehesa y en mi pecho sita,

que amaba como nadie amó en el mundo.

Te recuerdo y mi corazón palpita.



Alegre al pronto, me volví iracundo

al saber de tu efímera visita.

De nuevo, un desdichado vagabundo.

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