sábado, 29 de marzo de 2014

JUNTOS PERO NO REVUELTOS

La Pingolla: JUNTOS PERO NO REVUELTOS, publicada el 29 de marzo de 2014.

Cuando las fiestas de San Blas eran, en el lugar, más que rumbonas, no cabía un alma en el salón de baile. Los quintos sacaban en procesión al santo y paseaban al macho cabrío, todo él engalanado con cintas y con un descomunal cencerro. Pero se las dejaron venir abajo y no ha habido salero para sacarlas a flote. Aires republicanos corrían en 1.935. José Calle Caletrío, al que todos conocíamos por Ti José “Garboso”, era quinto viejo en febrero de aquel año, de los que saldrían en carnavales, después de correr los gallos y sacar por calles y plazuelas la “Vaca Antruejo”. El día de San Blas había celebrado un mitin en la villa de El Casar de Palomero el Partido Nacionalista Español, de sectarios tintes fascistas, dirigido por el médico ultramontano José María Albiñana Sanz, que estuvo desterrado en Nuñomoral (Las Hurdes) por sus ataques insidiosos contra la II República. Después del mitin, un buen puñado de jóvenes de tal partido se trasladaron en una camioneta a las fiestas de San Blas. “Vinun pol lo menú quinci o venti -me contaba Ti José “Garboso”-; tóh con loh suh górruh al ehtilu melital y cá cual con su cayá. Era ya anochecíu. S,abajarun en la plaza y se jidun cumu loh ámuh del pueblu. Al frenti venía un tal Terrón, del Casal, y ótruh de Herváh”. José Calle recordaba perfectamente cómo se metieron en el salón de baile, amenazando con las cayadas en alto. “Eran mu farrúcuh –me seguía relatando el paisano- y na,máh sabían que grital “¡Viva Arbellana!” Antóncih, únuh cuántuh del pueblu, que eran socialíhtah, dierun en dal vívah a Largu Caballeru, y allí s,armó la de San Quintín, que salierun váriuh ehcalabráuh”.
Me reconocía Ti José, el que se nos murió con 78 años el día de San Serapión de 1.992, que aquella trifulca ocurrida en las fiestas de San Blas sirvió para que el personal de izquierdas del lugar le viera a las orejas al lobo y se uniera como una piña. Antes, al parecer andaban siempre a la greña, entre ellos, los variopintos republicanos o tirándose los platos con los socialistas. En estos actuales tiempos donde los de la cúspide de la pirámide están proletarizando a marchas forzadas a las clases trabajadoras, la desunión se hace palpable entre las formaciones que dicen defender los intereses de tales clases populares. No aprendemos de la pasada historia. Ernesto Ché Guevara lo reafirmaba con contundencia: “Si fuéramos capaces de unirnos, qué hermoso y qué cercano sería el futuro”. La sociedad civil clama por un proyecto común que desemboque en un proceso constituyente, que sea capaz de traernos un auténtico bloque social. Todos dicen trabajar en ello. No obstante, cada día surgen proyectos personalistas que echan por tierra la deseada unión. El batiburrillo de la izquierda le está haciendo el caldo gordo a esa derecha que ha puesto de rodillas a las clases medias y bajas. En el cajón de sastre encontramos infinidad de siglas: Frente Cívico, Podemos, Equo, Partido X, Convocatoria Cívica, Procès Constituent, Izquierda Anticapitalista, otras que hacen referencia a partidos soberanistas y nacionalistas de Euskadi, Galicia, Aragón, Catalunya y otros territorios. En nuestra bellotera Extremadura tenemos el PREX-CREX (bien podían eliminar lo de CREX, que rechina a los oídos y suena a fatal rasgadura). Y como cabestro de la vacada, IU, que no acaba de llevarse al huerto a la infiel infantería o a los sanchopancistas que van en burro.
Las Marchas de la Dignidad, tan criminalizadas por la gente de orden (de un orden que es la expresión del miedo a perder sus egoístas y egocéntricos privilegios), se desgañitan por la unidad de la izquierda. Es preciso empujar el ariete todos juntos, incluida mucha gente de las bases del PSOE, aquella que se arriesgue a romper de una vez con todo ese hatajo de dinosaurios que les dirigen, manchados por la corrupción, aculados en multimillonarias poltronas, aburguesados, vendidos a los mercados e incapaces de ver que la lucha de la izquierda también es contra el Parlamento Europeo y sus políticas que solo favorecen a las transnacionales y los oligopolios y se arrodillan vergonzosamente ante los EEUU de Norteamérica. Y no se puede fraguar la unión sin los anarquistas, pues ese frente unitario y popular debe sentar las bases de una izquierda que, como afirma el filósofo y lingüista Noam Chomsky, reinvente virtuosa y enérgicamente los tres pilares de la verdadera Libertad, Igualdad y Fraternidad, barridos con la aparición de la autocracia estatal.

Todos juntos pero no revueltos. Ya lo decía Ti José “Garboso”: “cá oveja con su pareja, peru saltandu una trah otra la portilleja”. Y es que, parafraseando de nuevo al Ché, “la Revolución es algo que se lleva en el alma, no en la boca para vivir de ella”.

EL PUEBLO EN ARMAS

La Pingolla: EL PUEBLO EN ARMAS, publicada el 22 de marzo de 2014.

Había nacido un día de San Antonio de 1922. Por ello, se llamaba Antonio. Por apellidos, Pérez Esteban. Todos le decían Ti Antonio “El Liebro”. Nieto por el costado materno de Librada y Baldomero. Por el paterno, de Celedonia y Félix. Hijo de Sotera y de Manuel. Pronto se quedó sin padre. Su madre contrajo nuevas nupcias y pasó a ser su padrastro Florencio Esteban Gutiérrez, concejal republicano y apodado El Astrágalo, quien le aleccionó adecuadamente. Ti Antonio aún no había cumplido los 20 años cuando andaba moceando por el rodeo del ejido el día de la Feria Nueva, la que consiguió el ayuntamiento republicano del lugar antes de que una serie de genocidas generales se alzaran contra el Gobierno legítimamente constituido. Por allí andaban un par de señoritas (boina roja, camisa azul, faldas por debajo de las rodillas y zapatos en pase de revista). Colocaban una banderita rojigualda en las pecheras de los vecinos y exigían, a cambio, una perra gorda. “Yo -me refería Ti Antonio “El Liebro”- andaba en compañía de Germán el de Ti Albina, que siempri juímuh mu amíguh, tantu de mucháchuh cumu en la moceá. Moh vierun aquéllah doh mozúcah, qu,eran máh féah que Picio, y se vinun andi nusótruh”. Y seguía relátadonos nuestro paisano que su amigo Germán Montero, al verlas venir, se escapó y se escabulló entre la mucha gente que había en el rodeo. Las de la boina roja quisieron prenderle el alfiler de la banderita. Ti Antonio les preguntó: “¿Y esu pa qué eh?” Ellas le respondieron (hablaban muy finamente): “Para los mutilados por Dios y por España”. “El Liebro” les espetó: “¿Y pa loh mutiláuh de la otra parti no hay ná, o eh que acasu ésuh no son ehpañólih?” La ira se apoderó de las señoritingas y rugieron: “¡Esos no eran españoles, sino rojos y ateos!” Entonces, Ti Antonio les dijo: “¡Poh pincháruh vusótrah lah alfilérih en la fandanga!”
No tardó en presentarse la pareja de la Guardia Civil y se llevaron a Antonio Pérez al cuartelillo. Le zurraron la badana y pasó varios días a la sombra. Auténtico terror había a la que llaman La Benemérita en nuestros pueblos durante los años de la España enlutada. La Guardia Civil ya arrastraba negra fama de represora y golpista. El golpe de Estado del general Pavía, en enero de 1874, rodeado por cientos de tricornios, contra la I República fue una mancha más en la tétrica imagen de ese Cuerpo. El escritor Blasco Ibáñez, en su obra “La Bodega”, describe el furibundo odio de los braceros hacia la Guardia Civil, por su defensa a ultranza de los terratenientes y de los caciques locales. Llegarían sucesos como los de Arnedo, Zorita, Zalamea de la Serena, Épila, Castilblanco, Jeresa y otras localidades donde los tricornios se cebaron con violencia en las clases trabajadoras.
La Guerra Civil vino a poner de manifiesto que también había guardias civiles que sabían llevar su uniforme con honor. Miles de estos uniformados se mantuvieron fieles a su juramento, defendiendo con gran heroísmo al legítimo Gobierno Republicano. Fueron parte del pueblo en armas contra el fascismo. Dos de sus más destacados generales fueron asesinados por los franquistas al terminar la Guerra. El general José Aranguren Roldán cayó bajo las balas en abril de 1939, y el general Antonio Escobar Huerta fue fusilado en los fosos del castillo de Montjuic en 1940, por un piquete de guardias civiles sublevados. Otro de sus generales, Sebastián Pozas Perea, tuvo que exiliarse en México. Y aquel otro general José Sanjurjo y Rodríguez de Arias, que fue Inspector General del Cuerpo en zona republicana, murió por una septicemia a causa de las heridas en combate. Todos ellos se pusieron al lado del pueblo que clamaba por una auténtica revolución social. Y es que, como decía René de Chateaubriand, “la justicia es el pan del pueblo; siempre está hambriento de ella”. Fueron el Pueblo en Armas, tal y como refleja el documental del mismo nombre que codirigieron, en 1937, Juan Pallejá y Louis Frank. El Pueblo en Armas que pintó Sequeiros, o el que llevó al cine el director mexicano Miguel Contreras.


     Decía el poeta griego Focílides que “así como no pueden ser domados el agua y el fuego, tampoco lo puede ser el pueblo”. Ti Antonio “El Liebro” también era consciente de ello. Durante el rodaje de esta democracia formal (lo de real ya es otro cantar), la Guardia Civil se ha ido forjando cierto prestigio. Pero, ahora, cuando un tal Arsenio Fernández de Mesa, al que llamaban “Cuco” en sus tiempos de militante de la extrema derecha (cuentan que amenazaba a los militantes de izquierda con una pistola), dirige el destino del Cuerpo, otra vez se tuercen las cosas. Y más aún cuando cuentan con un Ministro del Interior (declarado opusdeísta y que tiene por confesor a un cura que fue policía de la Brigada de Información franquista) que se dedica a pagar viajes a Lourdes a varios uniformados o a condecorar a santas y vírgenes. Así, volvemos a las andadas. Y nosotros lo que queremos es una Guardia Civil democratizada e identificada con las clases populares. Uña y carne del pueblo en armas.

domingo, 16 de marzo de 2014

INTRAHISTORIA

La Pingolla: INTRAHISTORIA, publicada el 15 de marzo de 2014.

Entonces, mandaba mucho en TVE el bigotorro y el peluquín de José María Iñigo Gómez. Dirigía el programa “Estudio Abierto” y por él desfilaban pintorescos personajes. Eran otros tiempos, cuando un servidor no peinaba una sola cana y subía los primeros peldaños de la intrahistoria. El pasado sábado, en la alquería hurdana de Martilandrán, con motivo del Carnaval Jurdano, conocí a la maravillosa cantaora Raquel Cantero Díaz, compañera de José Javier Jesús Iglesias, “jabalín” de El Cerezal y antiguo alumno mío en el Hogar-Escolar de Nuñomoral. Salió a relucir lo del “eslabón perdido” del célebre etnomusicólogo extremeño Manuel García Matos. Y tras ese eslabón, corrí, cuando andaba alcanzando la mayoría de edad, y me topé con mi paisano Víctor Alonso Rodríguez, al que todos conocíamos como Ti Vitu “Jurao” (el apodo le venía porque su padre, Ti León Alonso Clemente, había sido guarda jurado por los montes y valles de los términos del pueblo). Se animó el paisano, junto con otros, a desgranar antiguos cantos de arada (pudieran ser el “eslabón perdido”) en el plató de televisión, bajo la supervisión de los bigotazos de Iñigo. Ti Vitu “Jurao” se convirtió por sus méritos en el virtuoso bufón del lugar. Gracioso, carnavalero, campechanería a raudales, manos de campesino y unos chispeantes ojos azules. Andando en aquello de la televisión, me dijo: “-Ehcapá que salgámuh en loh papélih y moh jagámuh famósuh”. Pero él ya había aparecido en “loh papélih” de El Heraldo de Aragón en marzo de 1938, cuando fue condecorado con la Medalla de Campaña con distintivo negro de vanguardia por su arrojo al cruzar el Ebro por el paraje de “El Royal”, en las inmediaciones del pueblo zaragozano de Quinto.
Víctor Alonso, que pasó en herencia sus centelleantes ojos garzos a algunos de sus nietos y bisnietos, fue cabo en el Regimiento de Infantería Mérida-35, perteneciente a la 13 División, unidad de élite, muy temida y conocida como “La Mano Negra”. De la Guerra Civil sacó dos balazos en una pierna, que le dejaron una leve cojera. Ti Vitu fue de los primeros que estrenaron mi libreta dedicada a la intrahistoria, que es la que definen algunos como “la vida tradicional del pueblo, que subyace a la historia cambiante y visible”. Miguel de Unamuno apostó en varias ocasiones por esa gente que hace la historia de manera inconsciente y que no aspiran al título de héroes. Y esos hombres y mujeres sin Historia, que no aparecen en los libros, tan ricos en oralidad y tan grandes en la sencillez de sus vidas, son por fuerza complemento de las historiografías más oficiales. Paisanos humildes, hechos a las duras bregas del vivir campesino y que desempeñaron los papeles vitales que les deparó la rueda de la fortuna. A ellos procuro sacarlos de sus tumbas, insuflarles un momentáneo aliento de vida y darles voz en mis Pingollas.
Decía el fabulista griego Esopo que “cuando un lobo se empeña en tener razón, ¡pobres corderos!” Y lobos de dos patas acechan a la vuelta de cualquier esquina. A veces, camuflados bajo la piel de una afamada artista japonesa que lleva en sus sangres genes de samurais, emperadores y jesuitas. Estos “Yoko Onos”, metidos a correctores de estilo, nos vienen a enmendar la plana sin haberse mirado antes en el espejo. En otras ocasiones, surgen cabezas graníticas, que arrastran, en apellidos, leones sin melena, quienes, llevados por sus pensamientos ultramontanos, tienen la desvergüenza de catalogarnos como monstruos con los ojos cuajados de odio. Y hay otros, pobres infelices, que son los alguaciles y correveidiles de los que acostumbran a tirar la piedra y esconder la mano. A todos ellos les une algo en común: el desprecio a la intrahistoria, al pueblo llano, a la gente de pan, morcilla y bota de vino. Se erigen en perros cancerberos de los poderosos, de los corruptos, de los gobiernos títeres, del imperialismo, del pasado oscuro y faccioso, de los curas trabucaires y de los obispos de brazo en alto, de los engolados banqueros, de los políticos mendaces y de los negreros y explotadores. Arcadas me producen. Y bascas me producen también quienes, con su silencio, se convierten en cómplices de los desalmados y les meten los votos en las urnas a aquellos para quienes, como decía Martín Fierro, “son campanas de palo las razones de los pobres”.

Ti Vitu “Jurao”, el que me refería en cierta ocasión que “cuandu loh próbih caguémuh torcíah de oru, vendrán loh rícuh y moh darán aceiti de ricino pa que lo caguémuh tó de una vé y lleválsilu élluh bien calentitu”, siempre estará en mi recuerdo. También el escritor García Márquez dejó dicho que “el día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”. Mientras llega ese día, nosotros seguiremos dando guerra en nuestras Pingollas, mal que les pese a los apestosos turiferarios de turno.

TIEMPO DE CUARESMA

La Pingolla: TIEMPO DE CUARESMA, publicada el 8 de marzo de 2014.

“Yugos os quieren poner/gente de la hierba mala,/yugos que habéis de dejar/rotos sobre sus espaldas”. Así animaba Miguel Hernández a los jornaleros que debían hacer frente “al amo que no daba la peseta”, como denunciaba otro poeta más cercano a nosotros: Gabriel y Galán, el que yace enterrado en el cementerio de Guijo de Granadilla. Y los “esparragueros”, que así motejan a los vecinos de Valdeobispo, los tuvieron pero que muy bien puestos para invadir los predios de terratenientes explotadores y negreros y exigir lo que, humanamente, les pertenecía. Fatalmente, las milicias fascistas del general Franco segarían las cabezas de un buen puñado de ellos, ensangrentando y vistiendo de luto el mentado pueblo. De Valdeobispo era el padre de Víctor Retortillo Jiménez, Tío Anastasio. A Víctor le decían, en el lugar, Ti Vitu “Manteca”, y algo heredó del espíritu levantisco de los valdeobispeños. Años ha, llegaron al pueblo un par de frailes, a fin de meter en vereda a los vecinos y obligarles a cumplir con el tiempo cuaresmal. Uno de ellos era gordo como un tejón y tenía los dientes picados. El aliento le olía a una mezcla de ajos y tabaco. A Ti Vitu le llevaron a la fuerza al confesionario. Entonces, él era un mozo bizarro y resuelto. Metió la cabeza en la penumbrosa casilla y el fraile arrimó su cara a la de él y empezó a hurgar en su vida íntima. Tanto preguntaba y tanto arrimaba la cara, que Vito le espetó: “-¿peru usté qué eh, un cura o un jué y un bujarrón? La ira se apoderó del fraile y explotó como un calbote. Ti Vitu no se calló y salió con aquello de: “si loh cúrah comieran/rólluh del ríu,/no ehtarían tan górduh/loh tíuh joíuh”. Y se largó del confesionario.
El fraile lo denunció por blasfemo y le tuvieron arrestado cuatro domingos sin salir de casa y pagar una multa de 5 pesetas, que entonces era una fortuna para la gente baja. El miércoles pasado se inició la Cuaresma. Los tiempos han cambiado y ya no colocan en las puertas de los templos parroquiales la lista de vecinos, por tandas, para acudir obligatoriamente a confesarse. Pero no faltarán los casposos tercios y legiones del nacionalcatolicismo, donde forman marciales filas los implicados en los papeles de Bárcenas, los imputados en el caso Gürtel, los acogidos a la amnistía fiscal de Montoro, los del caso Noos (“a la Infanta le irá bien”, dijo Rajoy), los de los ERES fraudulentos, los de los otros casos Emperador, Palma Arena, Pokemon, Conde Roa, Baltar, Unió Mallorquina, Mercasevilla, Carlos Fabra, Andratx, Malaya, Caja Castilla-La Mancha, Palau, Pretoria, Blesa, Bankia… ¿Seguimos? Puede que, entre ellos, haya algunos bujarrones, como parecía que lo era aquel fraile de antaño, pero allá cada cual con sus inclinaciones sexuales. Eso carece de importancia, pero no sus latrocinios y sus largas, sucias y corruptas uñas. Cumplirán con la Cuaresma todos esos hipócritas meapilas y recibirán las no menos farisaicas absoluciones de clérigos acostumbrados a prevaricar. Y aquellos otros, como los de los ERE andaluces, que suelen ser más descreídos, quemarán incienso en honor de sus becerros de oro. ¡Menuda farándula cuaresmal!
“Buenos hechos y no golpes de pecho” afirma un antiguo refrán. Pero Ti Vitu “Manteca” sabía muy bien que por nuestras villas y lugares los auténticos gorilas eran los caciques, los terratenientes y las fuerzas vivas. Se golpeaban, como simios, sus pectorales y, luego, estrujaban, como a naranja valenciana, al pobre obrero. La cosa no ha cambiado tanto. Hasta en el plano internacional, en estos días cuaresmales, se dan puñadas en sus tambores prebélicos y torácicos la raposa yanki, que siempre utilizó dos varas de medir y a la que rinden pleitesía las gallinas de la OTAN y la UE, y la no menos raposa rusa. En medio, Ucrania, sirviendo de experimento a los sectarios y repugnantes intereses de unos y de otros. Y quien dice Ucrania pudo decir, hace pocas o muchas lunas, Irak, Libia, Afganistán, Siria y otros puntos del Globo. ¿Y de aquellas sangrientas dictaduras urdidas por la CÍA en Latinoamérica? España, una vez más, lamiéndole el trasero al Tío Sam, al igual que cuando el trío de las Azores.

Hoy, primer sábado de Cuaresma, exponiéndonos a ser anatematizados y excomulgados, algunos nos olvidaremos de tan macabros tambores y andaremos metidos en jarana y en harina, escuchando los tamboriles (¡qué bien suenan!) del Carnaval Jurdano. No pudo ser el pasado sábado, por aquello de la lluvia, y se ha trasladado a éste, efemérides de San Filemón y San Veremundo. Brindaré póstumamente por mi paisano Ti Vitu “Manteca”, al que le corría por las venas sangre “esparraguera” y de Los Muchachos de Santibáñez, y le pediré a los dioses de Las Hurdes que bajen de sus montañas a beber la “polienta” (vino del año) con nosotros. Su virtuosa absolución ya la tenemos de antemano, aunque se rasguen las vestiduras los puritanos.

domingo, 2 de marzo de 2014

TODO EL AÑO ES CARNAVAL

La Pingolla: TODO EL AÑO ES CARNAVAL, publicada el 1 de marzo de 2014.


De noche, bajo la helada. Las mortecinas luces de las calles apenas alumbraban. Mi padre, con un haz de bálago bajo el brazo, se dirigía a hacer el aguardiente. Yo era pequeño y le acompañaba. La fabricación artesanal del orujo se hacía de forma clandestina. Isidoro Casas Gutiérrez, al que se le conocía vecinalmente como Ti Sidoru “Pelos Malos”, era el aguardentero que tenía el alambique. Alto y reseco, de pelo áspero y rebelde y con dos brazos que parecían dos sarmientos. Cuando ya peinó muchas canas y su boca, grande como la de un capacho y siempre risueña, se quedó sin dientes, me contó muchas cosas. Siempre le había gustado hacer “la antruejá”. Él era puro carnaval y aún le recuerdo un año, en carnestolendas, con un artilugio semejante a una vieja máquina de retratar, con sus patas de trípode, que, al colocarse la gente ante ella, soltaba un frío chorro de agua, empapando a los que, chulamente, posaban. “Me guhtaban muchu loh carnaválih –me refería-, peru el añu dispué de la Guerra los guárdiah me metierun en el calabozu pol jadel la antruejá”. Y supe por él que se cubrió toda la cabeza, las piernas y los brazos con plumones de las gallinas. “Jidi cumu un pegamentu con sarrina de loh ciruéluh y me apegué múchuh prumónih, que loh llamámuh agüelítuh cánuh y, con Ti Jeremia “La Grilla”, que iba vihtía de güevera, íbamuh pol lah cállih echandu puñáuh de prumónih pa lo altu y venga a cantal aquellu de <El mi agüelitu canu,/no vaígah pal cielu,/c,allí ehtá Bolicu,/el lobu lobatu,/el lobu loberu,/cabeza de jierru/cabeza jerreru,/te tira un viaji,/te meti un bocau,/te quea alobadau/ y adiós el mi agüelu”>.
Años oscuros y de miedo. El romance lorquiano de la Guardia Civil española seguía extendiendo su represiva sombra por calles y plazuelas. Habían prohibido el carnaval y sus máscaras. A Ti Isidoro, al igual que a Antoñito el Camborio, “guardia civil caminera lo llevó codo con codo”. Y se chupó todos los carnavales en el calabozo. A aquellos aciagos años parece que volvemos ahora, porque, desgraciadamente, toda una pandilla de las que se hace llamar gente de orden (de “su orden”, claro está) ha montado un perverso carnaval que es la antítesis de los auténticos antruejos. Para éstos, como escribía Mariano José de Larra el 14 de marzo de 1833, “todo el año es carnaval”. Se enmascaran de píos y beatas para invocar a no sé cuantas vírgenes y santas y colgarles áureas medallas. Y aquel mozo progre y niño pera que hoy es ministro de Justicia y enseñó su verdadera faz, se pone la más fea de las caretas para cepillarse la Justicia Universal. Ya pueden juristas de prestigio clamar contra esa retrógrada reforma, que dificultará la investigación de los delitos del crimen organizado, como es el caso del narcotráfico, y que dejará desprotegidas a las mujeres víctimas de la mutilación genital o que sufren explotación sexual, entre otras muchas barbaries. ¿A qué extrañarse de este horroroso carnaval? Es la derecha la que tiene las riendas del poder y es consecuente con su ideología, con su tufo cavernario, sus cenizas y cilicios y su cara avinagrada.
Dice un viejo refrán que “no hay carnaval sin cuaresma”. Pues para los que amagan con el palo al pueblo y ni siquiera ofrecen la zanahoria, su antropófago carnaval es una eterna cuaresma. Larra, bajo el seudónimo de “El Pobrecito Hablador”, decía: “en todas partes hay máscaras todo el año. Sal a la calle y las verás de balde”. Cuán cierto es: basta con mirar los rostros, que ya de por sí son verdaderas máscaras, de esos pinochos que, en palabras de su condottiero, Mariano Rajoy, dicen haber cruzado ya el cabo de Hornos. ¿Por qué no se bajan de sus pedestales y se acercan a los comedores sociales, a los campamentos Dignidad de nuestra bellotera tierra (criminalizados, incluso, por una tal ortodoxa izquierda) y a las kilométricas colas del paro?


    A Ti Sidoru “Pelos Malos”, auténtico Alonso Quijano redivivo, siempre con la sonrisa en sus mutiladas encías, al que le mataron a su hermano Pablo, sargento del Tercio, en febrero de 1937, defendiendo el espolón del Pingarrón, le metieron en el calabozo por hacer los carnavales. A otros por hacer esa carnavalada que se ríe sádicamente de la clase trabajadora, a la que invitan a joderse, la aplauden hasta romperse las manos sus disciplinadas harcas y, traicionando a los suyos, les llenan las urnas de papeletas aquellos que, en palabras del economista y humanista José Luis Sanpedro, les pisan el cuello con sus negras botas y, encima, les lamen las suelas. Otro adagio relata que “al perro y al carcamal los mantean por carnaval”. Pues a tiempo estamos ahora, cuando don Carnal recorre nuestras villas y lugares, de mantear (las guillotinas, para otro momento) a tanto carcundia, carcamal y sacamantecas como anda suelto.