viernes, 27 de junio de 2014

TIEMPOS DE SIEGA

“Me despedí del amo,/ya hice San Pedro;/la novía que tenía/ya no la tengo./¡Válgame el señor San Juan!/¡Válgame el señor San Pedro!” Seguro que esta coplilla la cantaría Saturnino Martín Esteban en sus años mozos por las tabernas del lugar, cuando la siega le daba algún respiro a finales de junio. Mañana es San Pedro y el pasado martes fue San Juan. Hace 78 años, Ti Saturnino “Baboso”, que es como lo conocían en el pueblo, andaba encorvado tras los trigos en la finca del “Cuarto Real”, propiedad de aquellos terratenientes que, en palabras del laureado escritor José Saramago, “engordaron, a lo largo de los años, a base de arrancar tiras de piel a sus peones”. Rumores había ya de que aquel gran latifundio iba a ser entregado a los jornaleros, yunteros y pequeños campesinos. Don Faustino Monforte poseía una gran parte de la tarta. Ti Saturnino “Baboso”, el que había nacido en la misma fecha que moría tuberculoso el compositor francés Léon Boëllmann (1897), era un “máquina” en las faenas de la siega. No había manijero como él en veinte leguas a la redonda. Pero aquel junio de 1936 se resentía del lumbago.
El machaca (autoritario capataz) de don Faustino Monforte le llamó al orden: “-Siguru que, si tuviérah una tía güena embaju, tiraríah mejol lah manáh, cumu el segaol de La Bahtarda (en alusión a un viejo romance)”. Se revolvió Ti Saturnino, hijo de Ti Francisco y Ti María, y le refregó por la cara: “-Peru aquel segaol de tantu apural, jincó el poleu, aunque se dehpachó bien dehpachau”. Y, secándose el sudor, añadió: “-Y ménuh apural, que puedi sel que se güelvan lah tórnah y moh toqui a ótruh apural a loh que tantu habéih apurau siempri”.
Ya las hoces duermen, oxidadas y llenas de telarañas, en los viejos corrales. Desapareció el gremio de los diestros segadores, pero no los gordos terratenientes, que incluso se han enriquecido aún más con las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), a la que algunos, irónicamente, la conocen como la “Política Agraria Clasista”. Así, la Casa de Mora-Figueroa Domecq recibió, en 2011, cuatro millones de euros; la Casa de Alba, dos millones largos y el Marquesado de Larios un millón por su dehesa de “Los Llanos”. Y como ellos, otra gavilla de gente cortada por el mismo patrón, ya fuere el Duque del Infantado (casi dos millones), Mario Conde (lleva ya la aristocracia en su apellido) y otros grandes latifundistas andaluces, extremeños, salmantinos o manchegos. Incluso la Compañía de Jesús no le ha hecho ascos a los 213.242 euros apañados. O sea sé: que el 16% de los beneficiarios de la PAC se quedan con el 75% de las ayudas europeas. El 84% del sector tan solo recoge las migajas del 25%. Y los peces gordos almacenan, además, otras cuantiosas ayudas que se otorgan a sus empresas agroalimentarias. Quienes dijeron que las políticas europeas, que se las guisan entre el bloque de derechas y los socialdemócratas, están enriqueciendo cada día más a los ricos y miserabilizando de manera galopante a los más pobres llevaban más razón que un santo.
Ti Saturnino, nieto paterno de un tal Máximo Martín, oriundo de la ciudad de Béjar y que se vino a casar con Manuela Sánchez, moza del lugar, se habría escandalizado de escuchar esa cantidad de desorbitados millones. En aquellos años 30 del pasado siglo, nuestro desenvuelto manijero, nieto por parte de madre de Ti Martín Esteban Domínguez y de Ti Isabel Osuna, ganaba un escaso jornal que apenas le daba para subsistir. Él y su mujer, Ti Juana Plata García, natural de Ahigal y apodada “La Picholeta”, no rebuscaban, como hoy en día, comida en los contenedores, pero no faltaban los ahogos y los agobios.
El pueblo bajo y campesino siempre tuvo hambre de tierras. Más que harto, siglo tras siglo, de trabajar de sol a sol por cuatro céntimos mohosos y un cuenco de gazpacho. Cuando intentaron redirmirles las izquierdas con pedigrí, los golpistas asomaron sus calaveras. Hace 53 días, en el Debate sobre el Estado de la Región, José Antonio Monago daba la campanada y anunciaba que “Extremadura devolverá al pueblo las tierras que tiene en propiedad el Gobierno regional, a través de un Banco de Tierras”. Quienes lo escuchamos no sabíamos si estábamos ante un Buenaventura Durruti (“la emancipación de los trabajadores del campo solo se podrá conseguir con una reforma agraria revolucionaria, que devuelva la tierra a sus legítimos propietarios: los que la trabajan”) o ante un José Antonio Primo de Rivera (“hay que cancelar la obligación de los yunteros y pequeños campesinos de pagar la renta a los grandes propietarios. Hay que hacer la reforma agraria revolucionariamente, imponiendo a los que tienen grandes tierras el entregar a los campesinos la parte que les haga falta. Es preciso expropiar a los terratenientes”).
Seguro que Ti Saturnino “Baboso”, que se marchó para el castillo de Irás y No Volverás un día de San Carpóforo de 1974, no habría entrado por el aro en lo tocante a la entrega uno de esos 4000 huertos que conformarán el Banco de Tierras de Monago, capaces, según dicen, de vertebrar auténticos emprendedores agroecológicos. Suponemos que tal iniciativa será algo así como el proyecto lúdico-educativo “Huertos Tradicionales Extremeños”, emprendido por la Diputación cacereña, el Ayuntamiento de Plasencia y el SEPAD. Huertecitos para sembrar cuatro tomates y media docena de berenjenas. Pues de estos minifundios los hay a patadas, llenos de zarzas y otras malezas, en cualquiera de nuestros pueblos. Hasta los ceden a quienes los quieran sembrar, con tal de mantenerlos limpios y cuidar de sus paredes y arbolado. Ti Saturnino Martín Esteban y toda la inmensa cuadrilla de diestros segadores ya tenían algún que otro huerto para la subsistencia. Ellos buscaban (y hoy buscan sus descendientes) la dignificación de su persona, que solo se puede lograr cuando el hombre cuenta con los medios suficientes para vivir con desahogo y no malvende su trabajo por un indigno jornal. El pazguato paternalismo de los tomates y las berenjenas suena a ñoña caridad y no a auténtica justicia distributiva.
Los que batallan porque el sudor del pueblo tenga su justa recompensa están en la otra acera. Eso lo sabían muy bien Ti Saturnino y los segadores diestros, que no por diestros eran de derechas. Puede que esos batalladores lleven coleta o tengan la valentía de dimitir radicalmente cuando el Parlamento Europeo, a sus espaldas, les ha gestionado, sin escrúpulos algunos, fondos de pensiones en alguna que otra sicav ubicada en paraísos fiscales (otros afectados siguen, como garrapatas, agarrados a sus sillones). O aquellos otros barbados socialistas, tal que José Antonio Pérez Tapias, que sienten rubor ante otros que han hecho del PSOE patética merienda y que, encima, intentan mutilar los puños que mantienen las rosas de los que no nacieron para títeres de ejecutivas que contaminan todo lo que tocan.


     Nosotros esperamos volver a ver caras como las de aquellos segadores de la Siberia extremeña, que quedó en la zona republicana cuando la Guerra, y que cantaban, sudorosos pero alegres, cantares adobados con guisos justicieros: “De San Juan a San Pedro/van cinco días./Tierras que eran del amo,/ahora son mías”.

EL DEDO DE SAN JUAN

El 29 de febrero de 1936 toma posesión en el pueblo la nueva corporación municipal del Frente Popular. Es año bisiesto y nunca tales años, al decir del saber popular, trajeron cosa buena. Daniela Martín Paniagua, cuyos ojos vieron la luz el mismo día que un terremoto cegaba los de cientos de habitantes de la región rusa de Georgia, hija de José Martín Montero y de Damiana Paniagua Rodríguez, era conocida por estas tierras de pie de monte como Ti Daniela “La Roja”. Roja porque era rubia y colorada, pero es que, además, era roja por ser de izquierdas y una auténtica animadora de los mítines y otros actos que organizaban el PSOE y la Federación de Trabajadores de la Tierra. Año bisiesto, en que los socialistas no eran monárquicos pero sí auténticos marxistas. Ti Daniela coincidió, a los escasos días de haber entrado en el Ayuntamiento los izquierdistas, con Marciana Barroso Jiménez, que había heredado el mote de “La Cantaora” por parte de su padre, Ti Antonio “El Cantaol” (Antonio Barroso Cordero), casado con Ti Juana Jiménez Jiménez. Ti Daniela, después de felicitar a Ti Marciana porque el marido de ésta había entrado de concejal en el Consistorio, añadió: “-Pol fin, hémuh subíu loh nuéhtruh al ayuntamiento. ¡Ya era hora, que siempre han ehtáu arriba loh cuatru riquínuh, loh que no comin pol no cagal! ¿Y sábih que te digu, Marciana? Poh que ahora loh nuéhtruh ehtarán ahí metíuh méntrih San Juan no abaji el deu”.

Ni cinco meses pasaron y fueron desalojados del Ayuntamiento. Generales fascistas se alzaron contra la II República y sembraron el terror por todas partes. Volvieron a encontrarse Ti Daniela “La Roja”, nieta paterna de Ti Luis Martín y de Ti Vicente Montero (y materna de Ti Simón Paniagua y de Ti Joaquina Rodríguez), y Ti Marciana “La Cantaora”, que por su parte era nieta paterna de Ti Manuel Barroso Cáceres y de Ti Francisca Cordero, y por la materna de Ti Rafael Jiménez Sánchez y de Ti Francisca Jiménez. Se lamentaba Ti Daniela y se hacía cruces viendo venir las tijeras y el aceite de ricino. Y Ti Marciana, dirigiéndose a ella, le espetaba: “¡Pero coñu recoñu, qué pronto abajáu San Juan el deu, y esu que lo tenía bien tiesu y requitiesu, siempre apuntando pa,rriba!

Cuán cierto es que dura muy poco la alegría en casa de los pobres. San Juan bajó el dedo antes de tiempo y llegó el Apocalipsis. No le dio tiempo a cuajar al Frente Popular, que los cuatro jinetes asesinos se le echaron encima y abortaron una República que intentaba hacer justicia con los pobres. Verdad es, también, que segundas partes nunca fueron buenas. Eso es lo que dicen. Pero aquel Frente Popular no consumó su primera parte. La estrangularon sin haber cumplido el objetivo. Ahora, cuando suenan, otra vez, los tambores que convocan a los desheredados de la España que con su pluma defendió Machado (don Antonio) y que quieren calentar, y no helar, los miembros de los españolitos de a pie, ya se ha puesto a afilar sus políticos pertrechos la derecha de toda la vida. Se reúnen en Toledo o en otras ciudades imperiales y deciden meter las tijeras en las campañas comiciales, que gobierne la lista más votada, que se reforme la ley electoral para impedir el acceso de grupos que pueden indigestar sus amueblados estómagos y otras medidas que zancadilleen la autenticidad de la democracia. ¿Le acompañarán en tal viaje y en tal juego los derechizados socialistas de la cúspide de la pirámide, vendidos al “borbonismo” por un plato aderezado por la beautiful people, por el establishment o por la casposa casta con la que tanto han contemporizado?

Por más que nos empeñemos y nos vendan aquella Transacción (digo, Transición), que no fue sino una bajada de calzones de la izquierda ante el bloque conservador y franquista que encabezaba el que ha dejado de ser rey (¿o todavía lo es?), las dos Españas están ahí. Machado sigue muy vivo. El choque de trenes es inevitable. Pero en pleno siglo XXI se habrá de entender que será civilizado. La izquierda de verdad, donde están todos esos movimientos ciudadanos que claman hasta desgañitarse aquello de “La llaman Democracia y no lo es” tiene todo el derecho del mundo a formar un gobierno que luche contra la pobreza y no contra los pobres. A construir una sociedad donde todo el mundo asuma que “Dimitir” no es un nombre ruso, ni “Cesar” es un emperador romano, y a repartir cultura racional y crítica entre los ciudadanos, que siempre es la mejor arma contra los gobiernos corruptos.

Ti Daniela “La Roja”, que cerró los ojos para siempre en el pueblo de Aldehuela de Jerte el día de la Cruz del Casar de 1978, y Ti Marciana “La Cantaora”, que le cupo tan triste suerte en la efemérides de San Malaquías de 1991, soñaron con un mundo mejor para aquel campesinado de los años republicanos. Pero les cortaron el sueño y no fructificó el primer intento. De justicia es que el pueblo vuelva a intentarlo. Nadie puede impedirle un segundo intento, que no es una segunda parte. Nadie espera, por más que algunos lo desearían, sangre derramada de algún protomártir sobre lo que la derecha siempre llamó el “solar patrio”, del que se apropió para acorazar monarquías inviolables, iglesias infalibles y gobiernos incalificables. Ni es de esperar tampoco un caudillo salvapatrias con güevos fascistoides pero más chicos que los del caballo de Espartero.

Tal vez, en esta ocasión tan esperada, San Juan no baje el dedo. Y que espere nuestro Monago, condotiero de estos terruños penillanos, a llenar mil Puertas del Sol con los simpatizantes del viejo rey y el nuevo Felipe VI, que el pasado jueves no llegaron ni a 10.000 en la plaza de Oriente, contando con los que tienen como libro de cabecera el diario La Razón o las revistas ¡Hola! y Pronto. No oye ni ve el presidente bellotero el multitudinario clamor de la calle. Debería acudir al otorrino. A la zaga y a la espera quede, igualmente, nuestro oráculo en Madrid, vicesecretario de organización del PP, don Carlos Floriano Corrales, tenido por el bufón de la Corte y que, en el cénit de la crisis, soltó aquello de “no estamos al borde del precipicio, estamos agarrados a una cornisa”. Su última perla, atufado porque los desconocidos de “Podemos” han llegado cantando la caña a los que tienen más concha que un galápago, ha sido la de roznar a destiempo: “(Podemos) es un partido nuevo con ideas muy antiguas, que ha intentado utilizar el sufrimiento de la gente para conseguir un puñado de votos”. Más valía que él y su partido (envejecido y sin solera) se miraran al espejo.


Intuimos que esta vez, aunque nos bombardeen con una “monarquía renovada para un tiempo nuevo”, San Juan no bajará el dedo ni dejará que sirvan su cabeza en bandeja de plata a los Herodes de turno. El pueblo (para la derecha, la chusma y la plebe) está más que harto (basta con salir a la calle) de que le den gato por liebre, de que unos vivan a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) y otros anden royendo coscurros, de que le prostituyan sus votos con azuladas sangres y de que siempre sea él al que le toque bailar con la más fea.

PADUANOS Y PAGANOS

San Antonio de Padua, del que ayer celebramos su efemérides, pasó a la historia como un celebrado taumaturgo y resulta que las fuentes antiguas no le reconocen un solo milagro. Pero una cosa son los amarillos legajos y otra muy distinta el refrendo popular. Ti Gabino Hernández García, hijo de Ti Melchor Hernández Martín y de Ti María García Sánchez y al que se le trataba en el lugar como Ti Gabino “Preciso”, era un auténtico paduano, entendiendo como tal al rústico campesino, de escasos bienes y devoto de San Antonio. Ti Gabino pasaba las fatigas a orillas del río Alagón, atendiendo su molino harinero (molino de “Las Cuatro Rueas”), hoy sumergido bajo las aguas del embalse de Valdeobispo. Nuestro paisano era un auténtico ecologista. aunque él jamás oyó tal palabra. Su madre lo echó al mundo el mismo lunes en que fallecía el compositor Francisco Asenjo Barbieri, allá por 1894.
No toleraba que hiciesen daño a las aves del cielo. Por ello, sabedor que el párroco del pueblo empleaba su escopeta para matar a las cigüeñas que osaban anidar en el tejado de la iglesia, se las guardó bien guardadas. Un año asistió a la procesión de San Antonio y, cuando las mujeres entonaban el popular canto de “Los Pajaritos” y le llegaba el turno a las cigüeñas, se adelantó a la comitiva y, a grandes voces, le dio la vuelta al cántico: “Salgan cigüéñah y ehcapin/de la ehcopeta del cura,/que si a ehcapi no voh váih,/no váih a queal ninguna”. A continuación, el estribillo: “Ílvuh lah cigüeñah,/que el cura voh mata;/no jagáih loh níuh/en la iglesia santa”. Y vino una segunda estrofa: “Probecítah lah cigüeñah,/que mal no jadin a naidi./Éllah moh limpian de bíchuh/loh güértuh y loh genálih”. Y remató la faena con otro estribillo: “Peru el nuéhtru párroco/eh un vengativu;/cogi la ehcopeta,/lah revienta a tíruh”.

El escándalo fue mayúsculo. Llamaron a la guardia civil y dieron con él en el cuartelillo. Épocas oscuras e inquisitoriales. No hacía mucho que había terminado la Guerra. Mandaba quien mandaba: el ejército y las fuerzas del orden (de un orden fascista y basado en el autoritarismo) y una Iglesia que levantaba el brazo en alto. Ti Gabino se ganó unos buenos papotes, a asistir a misa de alba y de rodillas una larga temporada y a pagar una sangrante multa.

El nieto paterno de Ti Manuel Hernández Cabezalí y de Ti María Engracia Martín Montero (por parte materna lo era de Ti Agustín García Corrales y de Ti Nicanora Sánchez Gutiérrez) creía en aquel San Antonio que proclamaba la igualdad entre los hombres y que, refiriéndose a los príncipes, prelados y grandes del mundo, decía: “Después de haber hecho esperar a los necesitados a la puerta de sus palacios, implorando una limosna, una vez que ellos se han saciado opíparamente, les hacen distribuir algunos residuos de su mesa y el agua de fregar”. Creía a pie juntillas en el santo que, llamándose Fernando, cambió su nombre por el de aquel Antonio que, habiendo nacido en Lisboa, vino a morir en Padua (Italia), en 1231, sin haber cumplido los 36 años. Y ecologista, además, era nuestro Gabino, cosa que no es, sin duda, el que lleva, actualmente, las riendas del poder en esta tierra de gazpachos con poleo. Porque José Antonio Monago Terraza ha sido agraciado, en este 2014, junto con sus consejeros, con el premio “Atila”, otorgado por “Ecologistas en Acción” debido a su “falta de sensibilidad medioambiental en el caso del complejo Marina Isla de Valdecañas”. Antes, lo recibieron otros como Francisco Fuentes, portavoz entonces de la Comisión Ejecutiva del PSOE extremeño, o Carlos Floriano, que fuera presidente del PP en Extremadura. O Caja de Extremadura, Caja Madrid y el BBVA. Unos y otros por “su aval e ignorancia manifiesta en su apoyo incondicional a la industria más sucia y contaminante en Extremadura, como es el antiecológico proyecto de construcción de una refinería en la región”. Rapapolvos semejantes le llovieron a la derecha por lo del “Prestige”, el Plan Hidrológico Nacional o la Ley de Costas (todo un atentado medioambiental y favoreciendo descaradamente los intereses privados). Y, ahora, no cesan las mareas azules contra esos intentos de prospecciones petrolíferas en Baleares y Canarias.
Era Ti Gabino verdadero paduano, como lo fueron y lo son todas esas gentes sencillas que ensalzaron a un piadoso varón que se atrevió a llamar “sanguijuelas”, “pájaros rapaces” o “gentuza maldita que infesta la tierra” a todos aquellos que chupaban la sangre de los pobres. No es de extrañar que lo convirtieran en abogado de muchas causas perdidas. Era uno de los suyos, pero un “primus inter pares”. Incluso, en algunas culturas rurales, pasó a sustituir a alguna antigua divinidad, protectora de los montes y los ganados. Dio de sobra la talla aquel Antonio aquejado de hidrocefalia y que tenía a San Antón “Abad” como el santo mas señero de su devoción. Incluso clamaba contra los que eran investidos con púrpuras y les ponían coronas en las cabezas: “Todos los fieles son reyes, por ser miembros del Rey Supremo, por lo que cualquier hombre es príncipe, teniendo por palacio la propia conciencia”.
Los que también somos paduanos por estar con la intrahistoria o historia de los pobres, pero, a su vez, paganos porque tenemos bastante de aldeanos e, igualmente, de infieles que nos resistimos a los dogmas, echamos lejos de nuestros ojos y nuestras conciencias todas esas parafernalias que desprenden medievales tufos monárquicos, tan en boga ahora, cuando se acerca la coronación, y no de espinas, de Felipe VI. De esperar era que el PP, o sea, la derecha por antonomasia, aplaudiera hasta con las orejas estos fastos, ya que es de lógica que un partido que no ha condenado a los causantes de una Guerra Civil ni la dictadura franquista, vea como garante de su ideología, e incluso de sus privilegios, a un hijo de un rey nombrado por Franco. Lo que es imperdonable es que un personaje que dice ser socialista como Rubalcaba, al que algunos califican de “Rasputín”, que ha perdido las europeas, las generales, las vascas, las andaluzas y las catalanas, en compañía de los González, Guerra, Bono, Jáuregui y otros compañeros mártires sigan desbarrancando a un partido histórico como el PSOE, renegando de sus raíces republicanas y obligando a sus diputados a actuar sectaria y dogmáticamente a la hora de echar incienso a la monarquía.
A un paso está quedando el PASOK (digo, el PSOE) del paso abismal de las Termópilas. Puede que acabe despeñado porque tiene varios Efialtes en sus filas y no para destronar a rey alguno llamado Leónidas, sino para frustrar y acabar con las ilusiones de todos esos militantes a los que se les están ajando las rosas de sus puños. Hace tiempo que lo dijo el todopoderoso y jacobino Alfonso Guerra: “el que se mueva, no sale en la foto”. Ahora, se ha convertido en el nuevo Antoine Barnaue, el cual pasó de ser líder de la izquierda durante la Revolución Francesa a coquetear con la monarquía, intentándola salvar de la quema. Aquello suscitó las iras del pueblo y, como aviso a los navegantes, la guillotina guadañó su cabeza el 29 de noviembre de 1793. El tiempo de los Torquemada ya pasó a la historia, pero algunos ni se han enterado, o no quieren enterarse, y siguen aferrados a los blindajes de sus regalías y coches oficiales. E incluso se dejan querer y lamer por esa derecha que, un día sí y otro también, los ponía como chupa de dómine. ¡Ay del sadomasoquismo gatopardista!
Pierde fuelle la caspa y la casta, por más que voces cavernarias intenten insuflarles alientos. No solo las lenguas acostumbradas se desgarran en insultos viendo las fantasmales orejas del lobo. También surgen otras sinhueso, vueltas verdaderos cardos, que, desde periódicos regionales, vilipendian a los republicanos de “torpes”, de “hoz y martillo” y de “bananeros” e “ignorantes que leen poco o nada y creen tener razón solo porque hablan con el megáfono y toman la calle ante la indiferencia de la gente de bien”. Repulsivos panfletos de Cardosos y compañía, que bien lo podría firmar cualquier uniformado de la extrema derecha.

Ti Gabino “Preciso”, el que se quedó letalmente mudo un día de Santa Petronila de 1972, admiraba a San Antonio porque llamaba al pan, pan, y al vino, vino, y le cantaba a los poderosos las tres verdades del barquero. Pero la vieja política y sus perniciosos intereses no quiere saber nada de santos y de señas que les inviten a dejar esas poltronas en las que dormitan y que llevan calentando tantos años. Si persisten en su enrocamiento, es muy posible que las orejas justicieras del lobo cano dejen de ser fantasmales y las mandíbulas del “bichu”, como dicen en Las Hurdes, hagan presa en quienes dieron motivos para ello. Hoy, celebrando a San Antonio en la alquería hurdana de Aceitunilla con los caros amigos de mi corrobla heterodoxa, todos ellos paduanos y paganos, seremos conmiserativos y brindaremos para que el lobo los coja confesados.

martes, 3 de junio de 2014

¡¡QUÉ VIENEN LOS ROJOS!!

Áreas hay todavía por los septentriones y ponientes extremeños donde, al igual que en Galicia (aquí, “roxo”), el término “rojo” o “roju” viene a significar “rubio”.  Por ello, a Damián Calle Jiménez le decían Ti Damián “El Rojo”, el que viera la luz un día de San Euprepio de 1884 y que traía sangre del pueblo de Ahigal por parte de su abuelo paterno, Manuel Calle Ruano, casado con María Paniagua Montero, nacida y criada en el lugar.  En la misma pila bautismal que María, también derramaron agua sobre las cotorinas de Félix Jiménez García  y de Isabel Sánchez Jiménez, abuelos suyos muy queridos y maternos.

    Pasaron los años y, llegados que fueron tiempos de acarreos con bueyes que puede que rojos también fueran, surgió un altercado por un quítame allá esas pajas entre Ti Damián “El Rojo” y otro vecino al que le decían Ti Máximo “El Sofi”, que alternaba sus trabajos como taxista con los de pequeño agricultor y ganadero.  Coincidí uno noche de las fiestas del Cristo con  Máximo “El Rojo”, hijo de Ti Damián, y éste me narró el episodio.  Fue en el bar de su sobrina Luisa Calle Jiménez donde me lo contó.  Se armó el altercado a causa de unos supuestos daños ocasionados por unos burros de Ti Damián en unas hacinas de Ti Máximo “El Sofi” (voz ésta que viene a equivaler a chófer, pues Ti Máximo era uno de los escasísimos vecinos que, en aquella época, conducían un vehículo).  Se avinagró la discusión y Ti Damián, dirigiéndose al taxista, comenzó a despotricar: “¡Roju, que érih un roju, que fuíhti de loh máh peórih que máluh, roju, roju y roju!”  Ti Máximo, que era oriundo de la villa de El Casar de Palomero, le saltó: “Vusótruh voh confundíh, que quedréih dicil “Arroju”, que Arroju eh el mi apellíu y no Roju, que “El Roju” séih vusótruh, que asín voh llaman en el pueblu”.  Efectivamente, el casareño, casado con la lugareña Marciana Barroso Jiménez (Ti Marciana “La Cantaora”) tenía por nombre Máximo Domínguez Arrojo.

     No llegó la sangre al río, pero lo cierto es que Ti Damián “El Rojo” había sido miembro de la comisión gestora nombrada al tomar el pueblo los militares franquistas sublevados en julio de 1936.  En cambio, Ti Máximo “El Sofi” había formado parte de la corporación municipal republicana y del Frente Popular, cuyos miembros fueron destituidos, encausados y casi en su totalidad condenados a la última pena.

     Cuán cierto es que la palabra “rojo” era tabú en los oscuros tiempos de la dictadura franquista.  Con ella, se designaba a quienes los triunfadores de la llamada Cruzada consideraban perversos comunistas, sin Dios y sin Patria, con rabos y con cuernos, capaces de los mayores crímenes y abyecciones.  Pues otra vez hemos vuelto a las andadas.  Los jefes de centuria han desparramado las consignas y toda una alborotada horda, que muy poco tiene de democrática, se ha puesto a despotricar, con muy mala folla, contra esos ciudadanos que han tenido la osadía de formar parte de las papeletas de la formación política “Podemos” y de quienes han tenido “la bajeza” de votarles.   A grandes voces han vuelto a gritar con desmesurado histerismo: “¡Que vienen los rojos!”  Y, prietas las filas y arma al brazo, por esas tertulias andaba el periodista Alfonso Rojo (parece ser que ya ha renunciado a su apellido) enfatizando y remarcando cada sílaba de la palabra “ra-di-ca-les” y soltando otras lindezas propias de esa chulería que dicen que se gasta.  Y atrás no se le quedan otros de la misma cofradía, llámense Isabel Durán, Carlos Cuesta, Buruaga y, cómo no, el chirriante jefe de opinión del diario ABC, Jaime González, calificado por algunos como gran maestresala de la caverna y que acostumbra a sacar su largo y carnoso cuello, tal que tortuga calva, para vomitar aquello de que los votantes de “Podemos” no han hecho otra cosa que meter en las urnas las papeletas que representan lo peor de la condición humana.

    Pero no solo ese puñado de oscurantistas periodistas, sino los voceros del bipartidismo, como ese aburguesado y multimillonario Felipe González Márquez, el que tiene el culo como un pan de tanto vegetar en Gas Natura FENOSA y que el PSOE debería esconder si quiere levantar cabeza.  La enfermiza obsesión de Felipe con el bolivarismo, metiendo en tal saco a los miembros de Podemos elegidos democráticamente, resulta esperpéntica.  Para él, sus amigos venezolanos son y fueron el magnate Gustavo Cisneros y el ya fallecido presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, fiel imagen del político corrupto y esclavo de las oligarquías.  Los bocatiestos del PP, más marciales que nunca, con tembleque en las piernas y creyendo verle las orejas al lobo, han vociferado de todo.  Hasta el punta en blanco Carlos Floriano, por la parte que nos toca a los extremeños, ha llamado a rebato porque se acerca la extrema izquierda: “¡Alerta, que vienen los de las coletas y barbudos y se llevan los cientos de vacas de mi suegro!”  Y José Antonio Monago (más bien monaguillo de la derecha, con permiso de algunos turiferarios de izquierda de la región, y no barón rojo de clase alguna) abunda en lo mismo, pues no aguanta a los pancarteros que se sudan sus camisas verdes, blancas y de otros colores, como combativos estandartes contra la mortífera guadaña de esa derecha que forma contubernio y se arrodilla ante la Troika.

     Han irrumpido los rojos, ribeteados de verdes y de negros, y lo han hecho llevando tras de sí a miles de jóvenes hartos de la vieja política, de sus privilegios y sus depravaciones.  Y han llegado con programas innovadores, de gran contenido y avanzado calado socioeconómico.  Me jacto de conocer a muchos mozos y otras gentes que les han votado, todos ellos de grandes inquietudes y con gran conciencia social.  Por ello, nada de “frikis”, “chiquilicuatres”, “flor de un día”, “espectros de Ruiz Mateos”, “lepenianos a la violeta” y otros epítetos que les han colgado.  Seguro que, desde sus tumbas, nuestros paisanos (opuestos polos pero unidos en la lucha por la vida en aquellas economías de subsistencia) Ti Damián “El Rojo” y Ti Máximo “El Sofi” entenderán de sobra que la gente de Podemos, con su horizontalidad democrática, han llegado para quedarse y para poner el dedo en la llaga, aventar de sus poltronas a los deshonestos triceratops del bipartidismo, predicar sus solidarias proclamas y llamar al pan, pan, y al vino, vino.

     Ahora, toca mover ficha al resto de la izquierda, incluidos todos esos honrados militantes de base del PSOE que andan desorientados y que, sintiéndose rojos de verdad, han sido llevados al precipicio por gente que, llamándose socialista, olvidó a aquel Pablo Iglesias Possé, nacido en El Ferrol en 1850, y ha tenido que ser acusada de no serlo por otro Pablo Iglesias (y Turrión de segundo), de 36 años, los mismos que tenía el ferrolano cuando sacó el primer número de “El Socialista” a la calle.  Y que no se queden atrás los anarquistas, con su ya histórico empecinamiento de no acercarse a las urnas.  Que recuerden que no se aplicaron profundos y avanzados programas socioeconómicos, durante la II República, hasta que los miles de militantes de la anarconsindicalista CNT no se decidieron a romper su tradicional abstencionismo y votar al Frente Popular.

     No la hagas y no la temas, afirma un antiguo dicho.  Por ello, a quienes se sienten tan asustados y se quedan roncos gritando “¡que vienen los rojos!”, viendo fantasmas por todas partes, alguna carcoma le estará royendo sus conciencias.  Leonardo da Vinci decía que “quien de verdad sabe de que habla, no encuentra razones para levantar la voz”.  Pero ellos, casposos cavernarios que temen perder bastardos intereses, seguirán vociferando. No importa. Don Alonso Quijano tranquilizó a Sancho Panza cuando éste, cabalgando con su señor a lomos de “Clavileño”, se alteró porque se oían ladridos de canes: “-Deja que los perros ladren, amigo Sancho, que es señal de que avanzamos”.  Y Ti Damián “El Rojo” y Ti Máximo “El Sofi”, entrañables paisanos míos que ya volvieron a la parda tierra de la que vinieron, sabían, también, muy bien que “rozníuh de burru a lah ehpáldah, tóh en el mi culu se me estampan”.